Desde Tel Aviv.- “El 7 de octubre sucedió es algo que no tiene que pasar en ningún lugar del planeta. Y todo el mundo tiene que estar de acuerdo en que este tipo de cosas no pueden ocurrir”, dice con voz firme Aviva Siegel, de 62 años, que estuvo secuestrada 51 días en Gaza. Su marido Keith, de 64, sigue secuestrado por Hamas en la Franja.
Por Infobae
Aviva cuenta que a ella y a su esposo los sacaron del cuarto de seguridad en su casa en el kibbutz Kfar Aza, al sur de Israel, la mañana de la masacre. Ese día miles de terroristas de Hamas se infiltraron en Israel, arrasaron comunidades enteras, mataron bebés, ancianos, violaron mujeres, quemaron vivas a personas y se llevaron a más de 250 secuestrados a la Franja de Gaza.
A ella y a su esposo 15 terroristas los sacaron en pijamas de la forma más violenta que existe. “No sabíamos qué pasaba, veíamos proyectiles que caían en todos lados, escuchamos tiroteos y que había gente asesinada”.
En su comunidad mataron a 64 personas y secuestraron a 19. Ella y su marido eran los únicos adultos mayores que se llevaron de allí los terroristas. “Mi hijo estaba en el kibbutz ese día en otra casa, supimos que estaba escondido, pero cuando nos llevaron ya estábamos convencidos de que lo habían matado, porque nos escribió diciendo que estaban dentro de su casa y que escuchaba hablar en árabe”.
Aviva fue liberada luego de 51 días de cautiverio en el único acuerdo entre Hamas e Israel hasta la fecha. Recién cuando recuperó la libertad física —”En mi mente sigo en Gaza”— supo que su hijo se había salvado. “Pero Keith sigue secuestrado y no sabe que nuestro hijo sobrevivió”, dice y esa es la primera vez de muchas que se quiebra durante la conversación.
Habla pausado y despacito, pero muy claro. “Yo estuve ahí, yo sé lo que siguen pasando los secuestrados”.
Después de arrancarlos de su casa los subieron a un auto y los llevaron a Gaza. Ya en territorios palestinos entraron a una casa y solo dieron cuatro pasos hasta que se encontraron con un túnel donde los obligaron a entrar. “Nunca voy a olvidar la cara del terrorista sonriéndome desde abajo. Parecía estar viviendo la fiesta de su vida, y yo y mi esposo estábamos temblando”.
Keith llegó brutalmente golpeado a la Franja. “Lo tiraron al piso, le rompieron las costillas y lo hirieron en un brazo”, relata Aviva. En el túnel se encontraron con un joven, un vecino de su comunidad. “Tenía todas las piernas ensangrentadas llenas de vidrios”. También vieron a una mujer con sus tres hijos, una familia de Kfar Aza. “Era la mujer y tres niños, uno de 9, otro de 11 y una adolescente de 17. La mujer me dijo que habían matado a su hija mayor. Yo intenté consolarla, le decía que quizás una ambulancia había llegado y la había salvado, pero ella me dijo que no, que había visto cómo le habían disparado en la cabeza”. Al padre de esa familia también lo habían matado. “Los tres niños vieron absolutamente todo”.