Las zonas educativas del país comienzan a girar instrucciones a los directivos de los planteles para que exijan la asistencia de los docentes a las aulas los 5 días laborales de la semana (aun cuando muchas instituciones públicas mantienen el horario mosaico), bajo la amenaza de ser suspendidos de sus cargos y reemplazados de inmediato desde los Centros de Desarrollo por la Calidad Educativa (CDCE), antes Distritos Escolares.
Esta imposición, en la línea de “normalizar” el país y silenciar la disconformidad política reinante, luego de los resultados electorales ofrecidos por el CNE, va a chocar con la resistencia de los trabajadores de la educación, porque el salario que perciben les impide asistir a sus lugares de trabajo diariamente.
Lo sensato en cualquier país del mundo es laborar para devengar un salario digno; no pagar (absurdamente endeudándose) para ir a trabajar. Y eso es lo que viene ocurriendo; son los educadores quienes estamos financiando la educación, toda vez que gracias a otros oficios costeamos nuestra presencia en las aulas. Abandonar esas actividades extras va a repercutir en el éxodo masivo de docentes a otros campos, afectando aún más de muerte con dicho déficit el sistema educativo.
No redundaremos sobre los años de deuda sin honrar que el patrono le debe injustificadamente al magisterio, o los innumerables meses sin que la clase trabajadora reciba aumento salarial; así como, la postergación indefinida de la firma del Contrato Colectivo y tampoco sobre las cláusulas contractuales que no se cumplen; o bien, la displicencia en los pagos de quincena y bonos que se hacen casi en horas nocturnas y en ocasiones fuera del cronograma (inhumanidad pura), porque todo este calvario traduce la “importancia” que tiene la educación para la camarilla gobernante.
Este trágico panorama, no obstante, nos habla del talante y la resistencia, la vocación y la entrega de nuestros maestros, verdadero poder constituyente. Es por ello, que ante este y cualquier atropello, la firmeza de nuestro liderazgo se confirma una vez más, en alianza estratégica con los estudiantes, los padres y los representantes, la comunidad y demás actores del ámbito educativo.
En todos los escenarios posibles se mide con fuerza nuestra razón de ser, a saber: en los debates de los Concejos de Profesores, en asambleas generales, en conversatorios, reuniones y manifestaciones de calle, como en el pasado reciente, a fin de tomar las decisiones que impacten de manera positiva los intereses de la gran mayoría. Todo ello, de la mano con la constitución, las leyes, los reglamentos y las normas que rigen la materia. Convencidos de que la solidaridad y la organización han hecho retroceder al régimen en más de una oportunidad.
Aspiraríamos al diálogo o la negociación entre el patrono y los trabajadores, pero sabemos que esta imposición tiene el tufo de la retaliación política, a fin de castigar y purgar en los centros educativos a quienes ideológicamente han mostrado resistencia a los criterios del régimen actual. Lo que se sumaría indiscutiblemente a la gran ola de represión y censura vivida en las últimas semanas, donde la libertad de conciencia y opinión, el debido proceso y el derecho a la defensa, han sido vulnerados sin control alguno.
Exhortamos, sin embargo, al ministro a que privilegie la paz en las escuelas, a que tenga la empatía mínima con un gremio golpeado por los infortunios de la economía. En sus manos está la posibilidad de comenzar este año en concordia. Todos reconocemos que la política es comunicación, entendimiento y respuesta a las demandas de los ciudadanos. Rectifiquemos el timón por el bienestar de Venezuela.
Secretaría Nacional de Educación UNT