Es una pesadilla demasiado común en Honduras. El asesinato de Juan Antonio López, ambientalista en Tocoa, al norte del país, tiene todos los ingredientes de una historia letal en este país centroamericano, una que combina el narcotráfico, la corrupción política, la impunidad de grandes terratenientes y la destrucción indiscriminada de los recursos naturales, en este caso del río Guapinol.
Por Héctor Silva Ávalos | Infobae
A López lo mataron la noche del 14 de septiembre cuando salía de un servicio religioso. Al menos un tirador se acercó al vehículo en el que el ambientalista viajaba. El sicario disparó, pero otro pasajero interpuso las manos. Fue en una segunda ronda de disparos, de acuerdo con una reconstrucción de los hechos publicada por el medio Reporteros de Investigación, que los asesinos mataron a López.
La indignación en Honduras fue instantánea. Juan López era un ambientalista reconocido, que se había hecho relevante en el país por su oposición a un megaproyecto para extraer óxido de hierro a cielo abierto, lo que, según sus denuncias y la de decenas de defensores del ambiente en el país, mataría al río Guapinol, un afluente del Aguán, que es uno de los principales cauces fluviales en el noreste hondureño.
López se había opuesto a la destrucción del Guapinol con su voz de activista pero también desde la política. Era, cuando lo mataron, regidor de Tocoa, una ciudad ubicada en el corazón de las rutas por las que pasa la cocaína que cruza el territorio hondureño en su camino hacia el norte. Fue aquí, en Tocoa, donde montaron su imperio Los Cachiros, una de las bandas de narcotráfico más relevantes del país y la región. Y fue también aquí donde los intereses del narco se cruzaron con los de grandes empresarios y terratenientes que han depredado por décadas los recursos naturales del lugar, sobre todo sus ríos y minerales.
Juan López, como lo habían hecho otros ambientalistas antes que él, acusó de forma directa a políticos y empresarios de crímenes ambientales y de otro tipo. Uno de los señalados por el ambientalista es Adán Fúnez, el alcalde de Tocoa y aliado político del gobierno que preside Xiomara Castro.
Fúnez, había dicho López antes de que lo mataran, debe su poder político y su influencia en Tocoa y en el norte hondureño a sus alianzas con el oficialismo y con los grandes clanes de la droga. “La empresa privada corrupta, la cercanía con Manuel Zelaya, coordinador del partido Libre, y la relación con el crimen le han servido de protección para su continuidad en el poder”, dijo el ambientalista al medio hondureño Contracorriente en febrero de este año.
Esos dos nombres, el del alcalde Fúnez y el de Manuel “Mel” Zelaya, esposo de la presidenta Castro, habían ocupado titulares poco antes del asesinato de Juan López. A principios de septiembre, dos periodistas estadounidenses publicaron un vídeo de una reunión realizada en 2013 en la que Javier Rivera, líder de los narcos conocidos como Los Cachiros, acuerda un soborno con Carlos Zelaya, hermano de Mel y hasta antes de la publicación del vídeo vicepresidente del Congreso y uno de los hombres más poderosos en Libre, el partido del oficialismo. En la reunión también está Adán Fúnez. Durante el encuentro con Rivera, Carlos Zelaya dice que la mitad del dinero ofrecido por los narcos es para “el comandante”, en alusión a Mel Zelaya.
Tras la publicación de las imágenes, López arreció sus señalamientos contra el alcalde Fúnez y exigió su renuncia. Dos días después, a Juan López lo mataron.
Tocoa está enclavada en la cuenca del Aguán, en el departamento de Colón, en el norte de Honduras, a medio camino entre las pistas clandestinas que sirven para el aterrizaje de narcoavionetas que llegan cargadas de cocaína desde Suramérica, de Colombia, Venezuela y Ecuador, y las ciudades de la costa atlántica, como La Ceiba y Puerto Cortés. Tocoa es una encrucijada en la que se juntan los caminos por los que sale la droga hacia los grandes puertos del norte y las rutas del occidente que conectan con Guatemala y México.
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