Luis Barragán: José Martínez de Toda, SJ

Luis Barragán: José Martínez de Toda, SJ

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Mucho tiempo atrás, suscribimos varios textos en los que nos permitimos recomendar el uso intensivo de las – por entonces – nuevas tecnologías para la labor pastoral. Específicamente, parecía importante la difusión de las homilías dominicales que nos llevó a crear un grupo alusivo de Facebook que apenas se extendía en nuestro país, fichándolas paciente y sistemáticamente respecto a las misas celebradas en la Iglesia de San Francisco de la ciudad capital, durante tres años consecutivos.

En una ocasión, hecha una mención concreta sobre los esfuerzos realizados por el padre José Martínez de Toda, éste mencionó nuestro artículo de opinión y manifestó su acuerdo con el ensayo de las nuevas modalidades electrónicas. Inmediatamente, al concluir la misa de siete de la mañana, tomó tres libros en su mano y pidió que se levantara de su asiento el autor en cuestión, algo que hizo con mucha humildad y timidez.

Desde entonces, comenzó una relación de amistad e intercambio de ideas, interesante e importante, aunque no con la frecuencia que hubiésemos deseado. Todavía no habíamos llegado a la Asamblea Nacional, cuya sede es tan cercana al templo y a sus dependencias anexas, y ya era difícil disponer de tiempo.

De no recordar mal, antes de iniciarse formalmente la campaña electoral de 2010, comenzamos los ejercicios ignacianos dirigimos por el padre José. Y, como ocurrió con la campaña de 2015, lo repetimos y sólo faltamos a las dos últimas sesiones de una experiencia que fue maravillosa, bajo su conducción espiritual y el apoyo del valioso grupo de soporte que creó llamado Comunidad Ignaciana Cietays (En todo, amar y servir), ejemplificada una labor intensa y eficaz.

Dos de los tres libros mencionados, fueron escritos por el padre José, añadida la historia de una hermosa familia como la suya que tenía en su haber a otro sacerdote y a dos monjas. De una larga experiencia académica, e inmensa sensibilidad social, supo traducir en la vida cotidiana el amor y la solidaridad cristiana con una modestia enriquecedora, siendo muchas las iniciativas en las que comprometía a la feligresía a favor de los más desamparados, vulnerables y olvidados.

Intercambiábamos libros, conversábamos al disponer de tiempo, siempre tan afable, atento y generoso. Era muy prudente con la cuestión política, formulaba algunas recomendaciones muy generales, pero estaba pendiente de las vicisitudes de una oposición en riesgo inmediato, físico, cercano.

La última vez que lo vi personalmente, fue antes de comenzar la misa en memoria de Hugo Sharpe, quien presidió Cietays, finalizando la consabida pandemia. Quedó pendiente el reencuentro con José Martínez de Toda, quien ya está en la casa eterna, recibido con los brazos abiertos por Jesús.

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