La vida y la obra del Padre Pío de Pietrelcina: curaciones, acusaciones de fraude y profecías del santo de los estigmas

La vida y la obra del Padre Pío de Pietrelcina: curaciones, acusaciones de fraude y profecías del santo de los estigmas

Cada 23 de septiembre, en los aniversarios de su desaparición física, tiene lugar la fiesta litúrgica de San Pío de Pietrelcina. En el barrio porteño de Pompeya se encuentra el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya donde se venera un mitón del Padre Pio

 

En tiempos de incertidumbre, las historias de milagros y sanaciones atribuidas a figuras santas conforman un faro de esperanza para muchos fieles. El Padre Pío es un caso emblemático: canonizado el 16 de junio de 2002 por Juan Pablo II en una Plaza de San Pedro abarrotada, es el santo italiano que convoca a más devotos en el globo. San Pío podía interpretar los corazones, manifestarse en más de un lugar al mismo tiempo, fue un sacerdote exorcista, acechado por el demonio y perseguido por la Iglesia, que llegó a acusarlo hasta de fraude.

Por infobae.com





Se cumplen 56 años de la partida física del padre que patentó la frase “reza, ten fe y no te preocupes”. Había nacido con el nombre Francisco Forgione el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, en la provincia italiana de Benevento, cerca de Nápoles. Su madre lo bautizó con el nombre del patrono de Italia, San Francisco de Asís, del cual era devota. Fue un niño muy introvertido: pasaba las horas rezando frente al altar de la iglesia de Santa Ana.

Su vocación se manifestó a partir de los 8 años. Cuando inició su formación religiosa con los frailes capuchinos, Grazio, su padre, emigró a la Argentina para poder pagar sus estudios. A los 15 años, comenzó a vestir la túnica franciscana y tomó el nombre de Fray Pío de Pietrelcina. El 10 de agosto de 1910 fue ordenado sacerdote en Benevento. Aunque en 1916 se instaló en San Giovanni Rotondo, donde viviría hasta su muerte, debido a la fragilidad de su salud regresaba con frecuencia a su pueblito natal. Dos años después, en 1918, contrajo la gripe española, una pandemia que se cobró millones de vidas. Pero él se salvó.

En plena Segunda Guerra Mundial, el Padre Pío inició su obra más grande: el hospital Casa de Alivio del Sufrimiento, en San Giovanni Rotondo. Cuando hablaba de este proyecto con sus hermanos sacerdotes, ellos expresaban que sería imposible concretarlo en medio de la guerra. Sin embargo, gracias a la generosidad de millones de devotos, pudo construirlo. Inaugurado el 24 de julio de 1954, llegó a ser uno de los hospitales más importantes de Italia.

Su lucha contra el demonio

En una carta del 18 de enero de 1912, dirigida al padre Agostino, el Padre Pío se expresaba con estas palabras sobre Satanás: “Él ha venido a mí casi asumiendo todas las formas. Desde hace varios días, me viene a visitar, junto con otros de sus espíritus infernales armados de bastones y piedras. Lo que es peor es que ellos vienen con sus semblantes. Cuántas veces me ha sacado de la cama y me ha arrastrado por la habitación”. El Padre Pío se convirtió en exorcista. Siguiendo la metodología de exorcismos de Jesús, decía en tono firme y marcado: “¡Cállate! ¡Basta! ¡Márchate!”. Después de estas palabras, el poseído conseguía la calma. En una única oportunidad, antes de la liberación, el maligno habría gritado: “Padre Pío, nos molestas más que San Miguel”. Otro cura exorcista, el padre Tarcisio da Cervinara, que presenció ese hecho, le preguntó al Padre Pío si había escuchado las palabras del Diablo y el santo le respondió: “Satanás me tiene miedo”.

El misterio de los estigmas

En su biografía oficial, se relata que el 5 y el 7 de agosto de 1918 fue “traspasado el corazón por un misterioso personaje celestial, armado de una lanza; el corazón se parte, las vísceras están estiradas”. Narra, a su vez, que pierde sangre “por todas partes, saliéndole parte por la boca”. El 20 de septiembre de ese año recibió los estigmas. Al principio fueron solo pequeñas heridas, pero unos meses después se agrandaron. Si bien los estigmas eran un hecho extraordinario que convocaba a millones de fieles, no tardaron en llegar las calumnias y la difamación que, por otra parte, lo hicieron blanco de sucesivas inspecciones canónicas y del estudio de un gran número de médicos. El Padre Pío resistió con gran paciencia cada una de esas afrentas.

Una enorme feligresía se abarrotaba para oír sus largas homilías y observar sus estigmas, que el sacerdote ocultaba con mitones. El Padre Pío dedicaba hasta 18 horas diarias al sacramento de la confesión. Pero las autoridades eclesiásticas de la época dudaron de él y le prohibieron por varios años salir de su celda, celebrar misa, contestar cartas y escuchar confesiones. De acuerdo con lo expresado en sus datos biográficos, sin explicación racional alguna, los estigmas del Padre Pío permanecieron abiertos por cincuenta años. Tras su muerte, ocurrida el 23 de septiembre de 1968, desaparecieron sin dejar ninguna señal.

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