El monte Everest sigue aumentando su tamaño gracias a un fenómeno que sorprendió a la ciencia

El monte Everest sigue aumentando su tamaño gracias a un fenómeno que sorprendió a la ciencia

Un turista fotografía el Monte Nuptse mientras a la izquierda se puede divisar el Monte Everest cubierto de nubes, en una imagen tomada el 30 de noviembre del 2015. REUTERS/Navesh Chitrakar

 

 

El monte Everest no es solo el más alto de la Tierra, sino que sigue creciendo debido a la erosión de la garganta de un río cercano, que ha empujado hacia arriba su cima entre 15 y 50 metros en los últimos 89.000 años.





Un estudio que publica Nature Geoscience a cargo del University College de Londres y la Universidad China de Geociencias, indica que la erosión de una red fluvial a unos 75 kilómetros del Everest sigue esculpiendo un importante desfiladero.

En la actualidad, el río Arun discurre al este del Everest y se funde aguas abajo con el sistema fluvial del Kosi, de mayor caudal; durante milenios han excavado un importante desfiladero a lo largo de sus orillas, arrastrando miles de millones de toneladas de tierra y sedimentos.

El resultado es que la pérdida de esa masa de tierra está ‘empujando’ la montaña hacia arriba hasta 2 milímetros al año y ya ha aumentado su altura entre 15 y 50 metros en los últimos 89.000 años.

El Everest, conocido como Chomolungma en tibetano o Sagarm?th? en nepalí, mide 8.849 metros de altura, unos 250 metros por encima del siguiente pico más alto del Himalaya.

De hecho, el Everest se considera anómalamente alto para la cordillera, ya que los tres siguientes picos más altos -el K2, el Kangchenjunga y el Lhotse- solo difieren entre sí en unos 120 metros.

Una parte significativa de esta anomalía puede explicarse por una fuerza de elevación causada por la presión ejercida desde debajo de la corteza terrestre después de que el río erosionara una cantidad considerable de rocas y suelos.

Se trata de un efecto llamado rebote isostático, en el que una sección de la corteza terrestre que pierde masa se flexiona y ‘flota’ hacia arriba porque la intensa presión del manto líquido que se encuentra debajo es mayor que la fuerza descendente de la gravedad tras la pérdida de masa.

Este es un proceso gradual, de unos dos milímetros por años, pero que a lo largo de periodos geológicos puede suponer una diferencia significativa en la superficie de la Tierra, explica el University College de Londres.

La investigación demuestra que, “a medida que el sistema fluvial cercano se hace más profundo, la pérdida de material está provocando que la montaña brote más hacia arriba”, señaló Adam Smith, uno de los firmantes del texto.

La elevación no se limita al Everest, sino que afecta a los vecinos Lhotse y Makalu, cuarto y quinto picos más altos del mundo respectivamente, aunque este último, situado más cerca del Arun, experimentaría una tasa de elevación ligeramente superior.

El Everest y sus picos vecinos crecen porque el rebote isostático los eleva más deprisa de lo que la erosión los desgasta. “Podemos ver que crecen unos dos milímetros al año utilizando instrumentos GPS y ahora comprendemos mejor qué es lo que lo está provocando”, destacó Matthew Fox, también firmante de la investigación.

Los científicos usaron modelos numéricos para simular la evolución de la red del río Kosi y compararla con la topografía existente.

Estos modelos sugieren que el Arun -un afluente principal del río Kosi- se vio implicado en la captura de otro río hace 89.000 años y se fusionó con la red fluvial del segundo, un proceso denominado piratería de drenaje.

El desvío del agua provocó un pulso de mayor erosión fluvial a medida que el río se adaptaba a su nueva trayectoria y dio lugar a la creación de la profunda garganta del río Arun.

El equipo sostiene que, aunque la erosión habría reducido la elevación localmente a lo largo del cauce del río, la retirada relativamente repentina de la masa erosionada por la creación del desfiladero habría provocado que el paisaje circundante, incluido el monte Everest, lo compensara con un levantamiento de la superficie.

EFE