“Nuestra relación con España es como nuestra relación con nosotros mismos: conflictiva”, afirma Carlos Fuentes en su ensayo Cervantes o la crítica de la lectura. El autor de La muerte de Artemio Cruz y Premio Cervantes 1987 resume en una palabra este conflicto permanente: pasión.
Y esa pasión se encuentra acicateada por el mito de la Chingada, basado en la idea de que México nació de la violación de un conquistador español a una indígena. Luego, surge la leyenda sobre la discreta relación entre Hernán Cortés y la indígena Malinalli o Malinche, como se le conoce. Esta historia la recoge literariamente la escritora Laura Esquivel en su novela Malinche, en la cual reconstruye la accidentada vida de la hermosa indígena, enriquecida por la imaginación y el estilo enérgico de la narradora. Esto porque la literatura es insuperable para interpretar los hechos históricos y la conducta humana.
La Malinche se encontró en tensión entre los aztecas, que sometían a las demás tribus con prácticas brutales y caníbales, y la férrea determinación de los conquistadores para someter a los aztecas. Este choque de civilizaciones constituyó material suficiente para la construcción de la leyenda negra que pretende hacer creer –entre otras cosas– que el mestizaje mexicano fue algo dañino para la cultura de ese país. La leyenda negra está dirigida contra España y ha sido vigorosamente patrocinada por los angloamericanos desde el siglo XIX. De esta leyenda negra se hace eco Andrés Manuel López Obrador en su polémica sobre la conquista española. Pero el discurso de AMLO, a diferencia de lo que sostiene Carlos Fuentes, se basa en el populismo y el resentimiento.
Sea como fuese, el mito de la chingada se expresa, en cierta manera, en el complejo de Edipo o resentimiento generado por una errada interpretación del mestizaje. No se discute ni el liderazgo ni las habilidades políticas de AMLO, pero sí el contenido cursi de la carta que le envió el 1 de marzo de 2019 al rey de España para exigirle disculpas por los “atropellos” de la conquista española. Resulta curioso que el líder mexicano –quien tiene un nombre tan español como el jamón de Jabugo– lo hiciera en castellano; la lengua que lo identifica como miembro de la cultura que pretende criticar. ¿Por qué no lo hizo entonces en el idioma de los aztecas?
El núcleo de la carta del presidente mexicano al rey de España es proponer un proceso de reflexión sobre los supuestos atropellos, pero sin haber realizado ese proceso de reflexión y ponderar todo lo que debe ser ponderado, concluye que hubo abusos y aprovecha para atacar la colonización y el mestizaje. Debido a ello, la juramentación de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, no contará hoy con la representación del gobierno español, sino con la presencia no oficial y aislada de los partidos Podemos, Sumar y EH Bidlu, cuyos dirigentes no se sintieron aludidos por el equivocado mensaje antiespañol del presidente mexicano saliente. Se trata de una conducta más afiliada a las solidaridades automáticas que a la realidad histórica. No entienden (o no quieren entender) que los indígenas mexicanos consideraban –después de la colonización– que la unión con los españoles sí fue algo positivo para México.
Para más inri, los españoles se ocuparon de combatir la sífilis y poblaron de hospitales el virreinato de Nueva España. Entonces, los aportes en materia de salud que beneficiaron a los descendientes de Moctezuma son incontestables. Pero el discurso populista pretende ignorarlos.
Además de lo mencionado, hay otras dudas que López Obrador debe aclarar: ¿qué sucedió en México después de la independencia?, ¿por qué y cómo se dejaron arrebatar parte importante de su territorio por los Estados Unidos?, ¿qué ha sucedido con el crecimiento desbordado del crimen?, ¿por qué AMLO, con todo su poder, no pudo derrotar la corrupción?, ¿por qué la indetenible migración de mexicanos a Estados Unidos?, ¿es todo eso culpa de España? La culpa no es, entonces, de España sino de una cadena de errores que, por debajo y por detrás, ha cometido la dirigencia de ese gran país y, más recientemente, el populismo e ineficiencia de López Obrador. Que cada cual asuma sus responsabilidades.
Valdría la pena que López Obrador y Sheinbaum leyeran al premio Nobel Octavio Paz y también a Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y Fernando del Paso, todos ganadores del Premio Cervantes. A esa lista hay que agregar a otros escritores mexicanos como, por ejemplo, Sor Juana Inés de la Cruz, Juan Rulfo, Enrique Krauze, Ángeles Mastretta, Alma Guillermoprieto y Juan Villoro, todos bajo el manto inspirador de la literatura española del Siglo de Oro y del Quijote de Miguel de Cervantes. (A lo cual pueden añadir al Inca Garcilaso de la Vega, para extender la mirada hasta Perú y ponderar el valor del mestizaje). Es que la presencia española en el crecimiento cultural de México –así como de América Latina– es algo que no puede pasar inadvertido, digan lo que digan los discursos dominados por el populismo y por los malabarismos ideológicos.
Para concluir, tomo nuevamente una cita de Carlos Fuentes, extraída del prólogo del citado libro Cervantes o la crítica de la lectura, así:
“Nuestros traumas respecto a España han sido superados, en gran medida, gracias a hechos políticos: la solidaridad de Lázaro Cárdenas con la República, la generosa acogida a la inmigración, nuestra gratitud por la riqueza de trabajo y pensamiento que los republicanos españoles aportaron a México y, en fechas más recientes, la claridad e insistencia con que Luis Echeverría ha valorado nuestra herencia española”.
La opinión del gran escritor mexicano tiene más peso y autoridad que la de AMLO, porque es libre de resentimientos.