El científico loco que “curaba” la impotencia de sus pacientes con trasplantes de testículos de cabra

El científico loco que “curaba” la impotencia de sus pacientes con trasplantes de testículos de cabra

Para curar la impotencia masculina, su procedimiento, tan extravagante como lucrativo, consistía en trasplantar testículos de cabra a los escrotos de los hombres (Wikipedia)

 

 

En el medio oeste de Estados Unidos, apenas terminada la conquista del oeste y la conformación de ese país como lo conocemos actualmente, había un médico que recorría los pueblos en una carreta destartalada. John Romulus Brinkley prometía lo impensable: una cura milagrosa para la impotencia masculina y prácticamente cualquier otro mal que tuvieran sus pacientes. El doctor tenía una incipiente barba y unos anteojos redondos que le daban el aura de científico sabelotodo. En cada localidad que llegaba la calle principal se colmaba de curiosos que esperaban las historias de hombres salvados por sus pócimas mágicas.

Por Mariano Jasovich | Infobae

Para curar la impotencia masculina, su procedimiento, tan extravagante como lucrativo, consistía en trasplantar testículos de cabra a los escrotos de los hombres, lo que según él, devolvía el vigor perdido. A cambio de 750 dólares —una suma que hoy equivaldría a cerca de 10.000—, Brinkley aseguraba una virilidad renovada y una vida sin dolencias. Las glándulas de cabra lo catapultó a la fama y, durante más de una década, acumuló una fortuna impensable.

Sin embargo, las afirmaciones de Brinkley no estaban respaldadas por la ciencia, y tanto la validez de su método como la autenticidad de su título médico fueron objeto de escrutinio constante. Su carrera estuvo marcada por la controversia, la duda y la tragedia. Los informes de mala praxis se multiplicaron, y a lo largo de su vida se le atribuyeron una docena de muertes derivadas de sus procedimientos. Pero nada de esto frenó su ascenso meteórico: a pesar de las advertencias de la Asociación Médica Americana (AMA), que catalogó sus métodos como peligrosos y fraudulentos, Brinkley se mantuvo como una de las figuras más influyentes de la medicina popular durante más de una década.

A cada pueblo que llegaba, llevaba la esperanza de curas milagrosa. Los hombres con problemas de impotencia casi que formaban fila frente al carromato en el que atendía y en el cual llevaba sus pócimas. Luego, en general usaba el quirófano alquilado a alguna clínica privada para efectuar los injertos de testículos de cabra.

Brinkley había nacido el 8 de julio de 1885 en Beta, Carolina del Norte. Fue el hijo ilegítimo de un médico rural. La sombra de la ilegitimidad lo acompañaría toda su vida, tanto en su origen familiar como en su formación profesional. Cuando su padre falleció en 1896, John, apenas un adolescente, se vio obligado a convertirse en el sostén de su familia. Alternó trabajos como operador de telégrafos y cartero mientras dedicaba sus horas libres al estudio de la Biblia y remedios caseros. Una primera señal de lo que sería su futuro en el mundo de la medicina alternativa.

Una publicidad de Brinkley en los medios de comunicación de Estados Unidos (Wikipedia)

 

Con el tiempo, Brinkley se casó con Sally Wike, una mujer con la que inició una empresa nómade de espectáculos itinerantes. Juntos organizaban pequeñas obras de teatro para atraer multitudes a quienes luego vendían tónicos y medicinas herbales de dudosa efectividad. A medida que se acumulaban las deudas, la pareja buscó darle un barniz de legitimidad a su negocio, lo que llevó a Brinkley a matricularse en el Bennett Medical College de Chicago. Sin embargo, los problemas financieros lo obligaron a abandonar los estudios antes de obtener su título.

Lejos de desanimarse, Brinkley continuó su camino hacia el estrellato médico. Tras abandonar a Sally, se casó nuevamente y comenzó a practicar como “especialista en hombres” en Tennessee, y más tarde como “Doctor Electro Medic” en Carolina del Sur. Su “medicina eléctrica”, supuestamente importada de Alemania, prometía mejorar la virilidad masculina, aunque en realidad no era más que agua teñida. No tardó en caer nuevamente en la bancarrota, lo que lo llevó a cumplir una breve condena en prisión por sus deudas.

En el verano de 1914, tras ser liberado por su suegro, Brinkley se estableció en Judsonia, Arkansas, donde abrió un consultorio especializado en el tratamiento de mujeres y niños. Allí, su práctica comenzó a ganar notoriedad entre la población local. Pese a sus fracasos anteriores, Brinkley estaba decidido a cumplir su sueño de convertirse en médico. Se inscribió en la Eclectic Medical University de Kansas City, una institución de dudosa reputación que, según se descubriría más tarde, emitía diplomas falsos. Brinkley obtuvo su certificación a través de un “certificado fantasma”, lo que le permitió continuar su carrera sin haber completado una formación legítima.

En 1916, Brinkley se trasladó a Milford, Kansas, donde abrió una clínica de 16 habitaciones. Durante dos años, vivió de manera modesta, atendiendo a pacientes que sufrían de la pandemia de gripe, y poco a poco se ganó la confianza de la comunidad. Sin embargo, su verdadera fama comenzó cuando un paciente, un granjero, se quejó de sufrir impotencia. Fue en esta visita cuando a Brinkley se le ocurrió la idea que lo convertiría en un hombre millonario. Entre bromas, Brinkley señaló los testículos de una cabra cercana y le comentó al hombre: “No tendrías ningún problema si tuvieras un par de esas glándulas de macho en ti”. Para sorpresa de Brinkley, el granjero respondió con entusiasmo: “¿Por qué no me las trasplantas?”

Una farmacia vendía las pócimas milagrosas de Brinkley (Wikipedia)

 

A partir de ese momento, la vida de Brinkley cambió para siempre. En 1920, realizó el primer trasplante de testículos de cabra en un ser humano, y cuando la esposa del granjero dio a luz a un niño meses después, el rumor de que el procedimiento de Brinkley podía devolver la fertilidad se esparció como pólvora. El “milagroso” nacimiento del pequeño Billy, el primer bebé concebido tras una operación de glándulas de cabra, consolidó la fama del falso médico. Pronto, hombres de todo el país acudían a su clínica, dispuestos a pagar grandes sumas por la esperanza de recuperar su potencia sexual. También, lo esperaban ansiosos en sus pueblos cuando Brinkley salía de gira por el medio oeste.

La operación, aunque rudimentaria y científicamente insostenible, catapultó a Brinkley a la fama nacional. La cirugía consistía simplemente en coser el testículo de un cabrito al escroto de un paciente. Brinkley no unía el testículo con vasos sanguíneos y, en consecuencia, la glándula en realidad no interactuaba internamente con los cuerpos de los pacientes, y no tenía una base médica real.

Sin embargo, en 1922, el Los Angeles Times publicó un artículo en portada con el titular: “Nueva vida en glándulas. Los pacientes del doctor Brinkley muestran mejorías. Se curan enfermedades incurables”. Esta publicidad llevó a Brinkley a realizar más de 1.200 operaciones exitosas, según sus propios informes, y lo convirtió en millonario en cuestión de muy pocos años.

A pesar de su éxito comercial, la Asociación Médica Americana y otros organismos de salud pública veían a Brinkley como una amenaza. Desde el comienzo de su carrera, la AMA había advertido sobre los peligros de sus procedimientos y la falta de evidencia científica que los respaldara. Sin embargo, fue en 1930 cuando las autoridades tomaron medidas definitivas. El Consejo Médico de Kansas inició una investigación que reveló la trágica verdad detrás del éxito de Brinkley: había firmado más de 42 certificados de defunción de pacientes que fallecieron tras someterse a sus procedimientos.

Como resultado, el 3 de julio de 1930, Brinkley perdió su licencia médica, y pocos meses después, su estación de radio fue clausurada por la Comisión Federal de Radio.

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