El misterioso crimen de la mujer que desayunaba en su casa cuando un payaso que llevaba flores y globos la asesinó de un disparo

El misterioso crimen de la mujer que desayunaba en su casa cuando un payaso que llevaba flores y globos la asesinó de un disparo

Marlene Warren, Sheila Warren y el payaso asesino

 

Un payaso de enmarañada melena naranja se acerca a la casona de los Warren. Por la ventana lo ven subir los anchos escalones de adoquines y escuchan que llama a la puerta. Lleva dos globos brillantes y rojos con forma de corazón y una canasta blanca con rosas y claveles entre sus manos enfundadas en guantes blancos. Luce, como todos los payasos, una eterna sonrisa extra largo bajo unos chispeantes ojos marrones.

Por infobae.com





A Marlene Warren (40) le encantan los payasos, son su debilidad. Ya le ha abierto la puerta, sonríe y dice en voz alta “¡Oh que lindo!”. Bang. De pronto algo la golpea con fuerza en la cara y cae al suelo desplomada. Esas flores no despiden aromas, han disparado balas. Los rulos sintéticos del payaso bailan al compás de sus pasos cuando éste se da la vuelta y se aleja con tranquilidad. Se sube al auto Chrysler LeBaron que ha estacionado en la entrada de la casa y se va. Son las 11 de la mañana del sábado 26 de mayo de 1990. Estamos en el porche de una casa señorial en West Palm Beach, en el estado de Florida, Estados Unidos, que acaba de convertirse en escenario de un brutal crimen.

Desayuno interrumpido

Joe Ahrens tenía 21 años y estaba en pleno proceso de recuperación de una fractura en una de sus piernas. Por eso, esa mañana fatal, tres amigos habían ido a visitarlo. Su madre Marlene les servía el desayuno entre bromas, chistes y risas, cuando el payaso tocó el timbre. Lo habían visto acercarse lleno de regalos. Recuerda Joe: “Pensé que lo mandaba alguien como un gesto sanador… Mi madre abrió la puerta y escuchamos ¡Bang! y ella cayó. En ese punto nos dimos cuenta de que algo estaba muy mal. Mi madre intentaba respirar. Salté al teléfono y llamé al 911?. Continúa: “Lo único que no tenía color eran los zapatos negros y los guantes que eran blancos. Le vi también unos grandes ojos marrones”.

Mientras los jóvenes intentaban entender lo ocurrido, el payaso se escurrió silenciosamente hacia su auto blanco y se marchó. Uno de los amigos de Joe atinó a subirse al coche de Marlene para intentar perseguirlo, pero fracasó en el intento porque lo perdió de vista. En el piso del vestíbulo quedaron la sangre, las flores y los globos. Uno llevaba impresa la frase “sos la más grande”.

Mike Warren, padrastro de Joe, no estaba ese día en su casa. Había salido temprano hacia Miami, con un grupo de amigos, para asistir a una carrera de caballos. Lo mandaron a buscar de inmediato. Marlene fue derivada al hospital e intubada. Joe sigue contando: “Me quedé a su lado diciéndole cuánto la quería. Le rogaba que se quedara, que no me dejara”. Dos días después los médicos de la terapia intensiva les informaron al marido y al hijo que no había esperanzas. Le quitaron el respirador y la dejaron ir.

El padrastro, el payaso y la amante

La descripción que los jóvenes hicieron del payaso asesino era la de cualquier payaso: dijeron creer haber visto a un hombre de un metro ochenta quizá menos, flaco, con una peluca sintética anaranjada y mucho maquillaje. Pero solamente lo habían observado unos segundos. No más que eso. Mike Warren era un sospechoso, pero quedó descartado enseguida por los testigos que tenía. Brindó una sólida coartada a la policía y quedó descartado como tirador. Joe relata: “Mike es el único padre que tuve porque era muy pequeño cuando mi madre y mi verdadero padre se separaron”.

Marlene Ahrens y Mike Warren se casaron el 27 de abril de 1972 cuando Joe tenía tres años. Los tres comenzaron a llevar una vida muy confortable en Wellington, Florida. Compartían una lujosa casa en el barrio privado Aero Club que tenía acceso directo a una pista de aterrizaje propia. Tenían avión, autos y caballos de carreras. La pareja era exitosa en los negocios. Ella era dueña de un complejo de departamentos en West Palm Beach y con Mike manejaban una empresa llamada Bargain Motors especializada en alquiler y venta de autos y motos usadas.

En lo económico las cosas iban muy bien, pero en el amor no tanto. Marlene había empezado a sospechar que su marido tenía un romance con una compañera de trabajo. Por supuesto, él lo negó. La tensión llegó a tal punto que Marlene les advirtió, tanto a su hijo como a su madre Shirley Twing: “Si algo me pasa, el culpable es Mike”. Por ello, apenas se enteró de que su hija había sido asesinada, Shirley recordó aquella admonición y se dijo “Mike lo hizo”. Pero él tenía una buena coartada.

Durante la investigación surgió el nombre de la mujer con la que Mike tenía un affaire: Sheila Keen. Tanto Mike como ella lo negaron, solo eran amigos. Sin embargo, los compañeros de trabajo y los vecinos de Sheila dijeron otra cosa. Della Ward, quien trabajaba con ambos en Bargain Motors, sostuvo que ellos se estaban viendo y que era evidente que Sheila lo amaba. Aseguró saber, además, que ella tenía un arma. Se lo había dicho la propia Sheila aduciendo que la necesitaba para protegerse en ese mundo hostil de los autos usados.

¿Quién era Sheila Keen? Una empleada de 26 años de Mike Warren cuyo nombre de soltera era Sheila Sheltra. En mayo de 1987 se había casado Richard Keen -apellido que usa hasta el día de hoy- y un mes después había dado a luz a un hijo de la pareja al que llamaron Charles Keen. Cuando Sheila comenzó su relación con Mike, Charles tenía 2 años. En 1990 Sheila denunció a su marido por violencia. Dejó la casa en la que vivía con su esposo y se instaló en un condominio que Mike alquiló para ella y su hijo. Allí Sheila y Mike se mostraban tanto juntos que los vecinos creían que constituían un matrimonio feliz. Sheila Keen fue llamada a declarar luego del crimen y adujo que ese día estaba trabajando, pero no pudo precisar dónde exactamente, en qué locación, para que los oficiales pudieran confirmarlo. Su coartada se sostenía tan solo con su palabra.

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