La realidad demuestra que el peor gobierno en democracia es mejor que cualquier dictadura. El respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, la sujeción al estado de derecho, la separación e independencia de poderes, la libertad de expresión y de prensa, la temporalidad en el ejercicio del poder con obligación de rendición de cuentas, como elementos de la democracia, marcan las diferencias fundamentales con las dictaduras del socialismo del siglo 21 que toman el gobierno para detentarlo indefinidamente, con terrorismo de Estado y mediante la comisión de todos los delitos posibles para mantenerse en la impunidad.
Sin control legal ni social, sin prensa libre, sin sistema de frenos y contrapesos en el ejercicio del poder, y sin fecha de entrega del poder, es imposible que un gobierno sea bueno. Las dictaduras, que en los primeros años de su gestión ofrecieron desarrollismo con obras públicas, regalos populistas en dinero o especie, ofertas de mejoramiento económico y social, han terminado liquidando la economía de los países y sumiendo a los pueblos en la miseria y la desesperanza. La realidad de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua lo prueban, así como las secuelas en Ecuador.
Los supuestos éxitos económicos de las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y el Ecuador de Correa en sus primeros años, estuvieron basados en recursos dejados por los gobiernos democráticos anteriores, en el endeudamiento interno e internacional irresponsable, y en el despilfarro de recursos producidos -en momentos de aumento de precios internacionales- por industrias recibidas que terminaron por liquidar como la del azúcar en Cuba, del petróleo en Venezuela, del Gas en Bolivia. Luego, el entreguismo de soberanía y la devastación de recursos naturales que presenciamos hoy.
Sin libertad no hay posibilidad de éxito y lo que las dictaduras hacen y necesitan como elemento primordial es liquidar la libertad para concentrar el poder. Por eso, la dictadura está definida como el “régimen político que por la fuerza o violencia concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
El propósito de las dictaduras del socialismo del siglo 21 al privar de sus libertades fundamentales al ser humano, es forzarlo a depender del régimen. Las personas deben depender del gobierno hasta quedar completamente sometidas a él. Por eso concentran el empleo por medio del estatismo, controlan la libertad de tránsito con rígidos sistemas de identificación y seguimiento, subordinan los bienes y capacidades productivas, satanizan y destruyen la propiedad privada y la libre iniciativa, impiden cualquier posibilidad de emprendimiento, controlan la educación que sustituyen por adoctrinamiento, producen mano de obra que dependerá del régimen en un sistema prácticamente esclavista, controlan la provisión de alimentos y artículos de primera necesidad, y la libertad ha dejado de existir.
A quienes defienden espacios mínimos de libertad o resisten la dictadura los persiguen con acusaciones falsificadas usando el sistema judicializado de represión, los encarcelan, torturan, condenan y les destrozan la vida, sus familias y su patrimonio. Fuerzan exilios selectivos y masivos, a los líderes les aplican costosas campañas “asesinato de reputación” y los que insisten los asesinan por vía de accidentes, atentados por terceros, acciones del crimen o enfermedades muy oportunas.
Este es el sistema que lleva irremediable y rápidamente a la pobreza y a la miseria, que es la situación en la que las dictaduras quieren tener a sus pueblos. La dependencia total que logran con la miseria la manipulan con la narrativa de crear enemigos irreconciliables como el “imperialismo norteamericano”, el “capitalismo”, los “empresarios privados”, y otros de carácter local según convenga.
La miseria deliberadamente creada por el sistema de dictaduras del socialismo del siglo 21 será achacada por los dictadores y sus equipos de propaganda a poderes extranjeros o internamente a traidores a la revolución, mientras el dictador y su entorno enriquecen grosera y visiblemente por la corrupción, el narcotráfico y la gestión del crimen organizado.
La pobreza y la miseria parecen objetivos estratégicos de las dictaduras con los que logran la dependencia y el control total de las personas. Sus ciudadanos, forzados al exilio, terminan sosteniéndolas con remesas para mantener a sus familias, y las dictaduras/narcoestados exigirán ayuda internacional, mientras siempre tienen millonarios recursos para la conspiración contra los pueblos que las ayudan.
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy