Marianna Atria, una violinista venezolana que toca en las calles de Madrid por un sueño

Marianna Atria, una violinista venezolana que toca en las calles de Madrid por un sueño

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“Tu aporte me ayudará a pagar mis estudios”, señala un letrero que acompaña a una joven risueña, sencilla y muy talentosa mientras toca su violín en las calles de Madrid. Su nombre es Marianna y con apenas 19 años dejó atrás su hogar, familia y amigos para buscar las melodías de un futuro mejor. Luego de formarse en el prestigioso programa “El Sistema” de Venezuela, ha recorrido escenarios internacionales con la Filarmónica Joven de Colombia.

Desde que llegó a la capital española en marzo, enfrenta una partitura de retos, nostalgia y resiliencia. Además de interpretar sinfonías, también escribe la suya aferrada a la certeza de que cada nota la acercará a su sueño musical en una de las capitales culturales del mundo. En esta amena conversación con La Patilla, la venezolana dejó al descubierto su determinación para hacerlo realidad y reveló cómo construye su camino hacia el éxito.

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Cada nota que emerge del violín, más allá de captar la atención de los transeúntes, cuentan una historia: la de Marianna Atria Ramírez, una joven entusiasta que nació en Barranquilla y experimentó su primera migración a tierras venezolanas a los cuatro meses de nacida. 

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“Siempre quise tocar el violín”, recordó Marianna. Desde pequeña, el sonido de este instrumento invadía su hogar, en San Felipe, Yaracuy, gracias a su hermana mayor, quien fue su primera inspiración. 

“La escuchaba practicar e iba a sus conciertos con la orquesta y le pedía a mi mamá que me inscribiera en música, que yo también quería tocar violín”, relató, como si esos primeros recuerdos todavía iluminaran su presente. 

Y fue así como, a los cinco años, con un violín en mano, comenzó su camino en El Sistema, el aclamado programa de educación musical venezolano ideado por el maestro José Antonio Abreu.

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“Mi primera experiencia con la música fue cuando tenía 3 años con el coro propedéutico y la banda rítmica en la escuela de música en San Felipe donde cantábamos y tocábamos instrumentos como las claves, panderetas y tambor. Luego de dos años me asignaron el violín y empecé a tener clases individuales y de orquesta”, expresó. 

Bajo los reflectores

Pero el destino de Marianna iba más allá de las aulas y orquestas locales. Su habilidad la llevó a viajar por el mundo, desde los escenarios venezolanos hasta el prestigioso Teatro alla Scala en Milán, donde fue dirigida por el mismísimo Gustavo Dudamel

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A los 10 años, sus primeras giras con la Orquesta Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela ya la habían convertido en una intérprete con una historia única. No obstante, el éxito no la detuvo, sino que la impulsó.

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Por la situación del país, Marianna tuvo que regresar a Colombia y allí afinó cada vez más su talento. Audicionó y ganó un lugar en la Filarmónica Joven de Colombia y con ellos recorrió varias ciudades de Alemania, Suiza y Francia, al compartir escenario con la aclamada violinista Hilary Hahn y bajo la dirección de Andrés Orozco-Estrada. 

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“En el presente año tuvimos una gira nacional dirigida por la maestra Lina González-Granados en la que fuimos a cinco ciudades del país y acompañamos al cantante Valeriano Lanchas. También formo parte de la orquesta en la temporada 2025 y estamos a la espera de cuáles van a ser los proyectos que nos esperan”, afirmó.

Comenzar de nuevo

A pesar de su éxito, Marianna tomó una decisión valiente: emigrar sola a España para continuar su formación musical. “?Mi maestro Eduardo Berrio, en Bucaramanga, fue el que me motivó a seguir mis estudios en España ya que aquí se encuentra el que hace mucho tiempo fue su estudiante y actualmente es mi maestro, Rubén Darío Reina”.

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Agregó que se sintió motivada por estar en un ambiente donde hubiera más cultura musical y pudiera ir a muchos conciertos a escuchar orquestas y solistas internacionales. Además, el impulso de su nuevo mentor le dio una mejor perspectiva. “Tiene un gran recorrido en la música y sabía que con él iba a poder avanzar mucho y me ayudaría a alcanzar mis objetivos en la música”.

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Pero llegar sola, sin su familia, a un país nuevo, no fue tarea fácil. “El hecho de tener que dejar Venezuela fue muy duro en su momento y tener que dejar otro país con familia y amigos para volver a empezar por segunda vez desde cero fue difícil. Esto creo que ha sido lo más complicado, el tener que mentalizarme que iba a estar sola, tener que socializar y hacer amigos nuevos, no saber si me iba a sentir cómoda, si me iba a ir bien, si iba a poder ser capaz”.

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Una vez en Madrid, surgió la necesidad de costear su educación musical, y el destino la llevó a tocar en las calles de la ciudad. “Al principio fue raro, no era lo que tenía pensado hacer”, admitió, pero una conversación con una amiga violinista cambió el rumbo. “Entre chiste y chiste, dijimos que podríamos intentarlo, y nos fue tan bien que empezamos a evaluar la posibilidad de pagar el conservatorio tocando en la calle”. 

Los acordes de una pasión

Así, lo que comenzó como una idea arriesgada se hizo parte fundamental de su vida diaria. Con todo, tocar en los espacios públicos de Madrid se convirtió en una lección constante para Marianna. “He tenido la suerte de que me han visto personas con un gran corazón que me han ayudado mucho ya que empatizan con mi situación”, confesó. 

También aprendió que la constancia es clave: “Un día me puede ir muy bien, pero no puedo dar por hecho que siempre será así”. Cada jornada es diferente, y este desafío le enseñó a valorar más su esfuerzo, a gestionar su tiempo entre los estudios y su música en la calle.

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Y así es como cada una de las cuerdas de su instrumento se alinean para guiarla hasta convertirla en una violinista profesional en Europa. Precisamente, esa meta comenzó a materializarse después de que en septiembre logró inscribirse y continuar su preparación en el conservatorio donde su mentor ahora enseña.

En una ciudad nueva y sin el apoyo cercano de su familia, Marianna descubrió en el lugar menos pensado de Madrid una fuente de sustento y, más aún, de inspiración. “Por el momento solo trabajo tocando en la calle y las personas que me conocen por este medio me llaman para tocar en eventos como matrimonios”, acotó.

“Apuntar a lo más alto” 

Aunque su escenario sea improvisado y su audiencia cambiante, su pasión por el violín nunca se detiene. Cada interpretación lleva consigo la esperanza de que su esfuerzo algún día se verá recompensado en un teatro o una sala de conciertos.

Asimismo, la valentía que Marianna demostró al dejar su país es una enseñanza que desea transmitir a otros jóvenes que contemplan dar el mismo salto para luchar por sus sueños y que solo es posible a través de los sacrificios, la audacia y, sobre todo, el compromiso. “Los animaría a que se atrevan y se arriesguen, si ven que hay mejores oportunidades no lo duden, siempre apuntar a lo más alto y no parar hasta lograrlo”, aconsejó.

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Paralelamente, dejó en evidencia su ímpetu para seguir adelante en medio de las dificultades que la rodean. Entre sonrisas, admiración, lágrimas y aplausos que recibe de los transeúntes, su espíritu se fortalece y la impulsan a expresar su arte con libertad día a día.

“Mis ganas de dejar a los países que represento en alto, demostrar que si se quiere se puede, también ver a personas que están esforzándose todos los días como yo por objetivos parecidos. Algo que me motiva mucho a salir cuando no tengo ánimos es recordar que a la gente le gusta mucho la música que hago, que justo pasan cuando estoy tocando una canción especial para ellos que los conmueve”.

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Marianna sabe hacia dónde se dirige, las emocionantes notas de la pieza musical de su vida apenas comienzan. Romper barreras es otra de sus virtudes y su proyección hacia un futuro prometedor lo demuestran. “Me visualizo acabando la carrera, pensando en maestrías, buscando oportunidades para emplearme como músico profesional, ganando concursos y cada día siendo mejor violinista”, puntualizó.