El País: La soledad de Nicolás Maduro

El País: La soledad de Nicolás Maduro

Fotografía proporcionada por el sitio web de alojamiento de fotografías brics-russia2024.ru que muestra al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, llegando al Aeropuerto Internacional de Kazán antes de la cumbre BRICS en Kazán, Rusia, el 22 de octubre de 2024. La cumbre BRICS se llevará a cabo del 22 al 24 de octubre y se espera que sea el evento de política exterior más grande jamás celebrado en Rusia. (Rusia) EFE/EPA/Alexei Danichev/FOTOS BRICS-RUSSIA2024.RU

 

Deslegitimado a ojos de la mayoría de la comunidad internacional por un fraude electoral que muchos sospechan que ha cometido, vetada su entrada a los BRICS por el veto de Brasil, Nicolás Maduro se encuentra en un momento de soledad. Desde que recibiese el encargo del comandante Hugo Chávez de guiar, tras su muerte, el destino de la revolución bolivariana pocas veces se había encontrado en una situación tan precaria. El desenlace de las elecciones presidenciales de julio de este año, que el chavismo confiaba en ganar con cierta comodidad a la oposición, han supuesto un revés muy fuerte para un presidente que no ha logrado recibir, ni de lejos, el trato que se le dispensó a Chávez en la escena mundial. En algunos momentos se le vio desorientado en Kazan, donde se celebraba la cumbre del club de países que reclama un mundo menos eurocéntrico y más multipolar; saludó a Vladimir Putin y se disponía a caminar tras él, pero el presidente ruso le pidió que agarrase otro camino, no el que conducía a la plenaria de los BRICS. Por ahora, esa puerta le está vedada.

Por FLORANTONIA SINGERNAIARA GALARRAGA GORTÁZARJUAN DIEGO QUESADA | El País





Nada refleja mejor el aislamiento de Maduro que la posición de Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente brasileño, un referente histórico de la izquierda latinoamericana, amigo de Chávez, al que se le presupone cierta sintonía con un movimiento popular como el chavismo en un principio, antes de su giro autoritario. Lula, que había confiado en que el oficialismo venezolano fuese transparente en el proceso electoral, se siente engañado por Maduro y el núcleo de poder que le rodea después de que se hayan negado a enseñar las actas del árbitro electoral, los resultados detallados que mostrasen que Maduro se impuso realmente. El empeño en ocultarlos no deja mucho lugar a la imaginación.

Maduro nunca ha logrado la complicidad de Lula como lo hizo Chávez, un respaldo fundamental en Latinoamérica, ya que Brasil es, junto a México, la gran potencia regional. Para el brasileño, Venezuela siempre fue un país amigo. Demasiado amigo incluso a ojos de los que en su patria critican al izquierdista a por ser benevolente con los aliados ideológicos que no respetan las reglas de la democracia. Pero las elecciones presidenciales de julio pasado, en las que también hubo veto a candidaturas, suponen un punto de inflexión.

La relación bilateral ha quedado gravísimamente dañada. A Lula se le ha acabado la paciencia con Maduro y lo ha expresado con un golpe en la mesa en un escenario internacional —la cumbre de los BRICS+— y ante un público de mandatarios de medio planeta con Xi Jinping y Putin a la cabeza. Por eso, Lula vetó la entrada de Caracas en los BRICS+ como país asociado mientras apoyaba la de Cuba. El brasileño Celso Amorim, diplomático, antiguo canciller y asesor presidencial, explicó que obedece a una quiebra de la confianza, nada que ver con la democracia. Maduro incumplió la promesa que le hizo a Brasil y no ha mostrado el más mínimo interés en emprender una negociación con la oposición.

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