En su exigencia denuncian al reino autocrático como represor sistemático de los derechos de las mujeres, de la población LGTBI, agente del cambio climático, ejecutor de ahorcamientos públicos de disidentes, entre otras iniquidades. Por cierto, difícil olvidar el macabro asesinato y desmembramiento del periodista Jamal Khashoggi, ocurrido hace seis años.
Para estas deportistas tal actitud conlleva cierto sacrificio por cuanto pudiera mermar importantes mejoras en sus ingresos personales. Pero no las disuade, antes impidieron que los saudíes fuesen patrocinantes del mundial femenino de 2023, celebrado en Australia y Nueva Zelanda, ganado por España.
Con su cornucopia de petrodólares, este sultanato, contemporáneo económicamente, pero medieval en el plano humano, codicia blanquear su imagen poniendo el énfasis en un fastuoso mecenazgo deportivo, ya bautizado como sportwashing. Son conocidas las archimillonarias contrataciones de Cristiano Ronaldo y Rafa Nadal. La semana pasada organizaron un torneo de tenis de apenas cuatro días, con un premio de seis millones de dólares al ganador. Admitimos que son sus reales y están en su derecho…
El petróleo les da para mucho más. Hace unos meses comentábamos cómo, para simular prestigio académico, conseguían, mediante bonificaciones en metálico, que algunos investigadores científicos de instituciones de otros países se afiliaran, en apariencia, a universidades sauditas para atribuirles a estas sus publicaciones científicas. Este hecho fue denunciado por una dama, investigadora española que rechazó la inicua oferta.
Voluntad femenina a prueba de petrodólares.