Centro de reclusión Tocorón. Foto: Cortesía
La pesadilla de Hilda Pérez comenzó el 31 de julio del 2024, cuando su hijo de 23 años fue detenido en los bloques de Unare 1, en Puerto Ordaz, al sur del país.
Por Pableysa Ostos/Corresponsalía lapatilla.com
El joven iba a visitar a un amigo cuando funcionarios del Division Contra la Delincuencia Organizada (DCDO) perteneciente a la Policía Nacional Bolivariana (PNB) le dieron la voz de alto, él salió corriendo, pero terminó siendo detenido.
Su madre lo localizó el 1° de agosto pasadas las 5:00 de la tarde. “Lo pude ver fue a los 10 días de su detención”, recordó.
Su hijo trabajaba como mesonero en un restaurante antes de su detención. Actualmente, es acusado de terrorismo, resistencia a la autoridad, obstaculización de la vía pública y tres delitos más.
Hace tres meses, el sitio de reclusión tanto de él como de otro grupo de jóvenes cambió del comando del DCDO al Centro Penitenciario de Aragua, conocido como Tocorón, ubicado en la población homónima, al sur del estado Aragua, es decir, a más de 8 horas de distancia en carretera desde Puerto Ordaz.
En tres meses, estas madres solo han podido ver a sus hijos dos veces y por menos de 10 minutos.
“Los vemos por medio de un vidrio y un teléfono. Ni siquiera nos permiten abrazarlos, por lo menos para que ellos sientan el calor de nosotros allá adentro”.
Alertan que “están bastantes delgados. Han perdido bastante peso. Ellos están muy vulnerables a todo esto. Ellos están llenos de miedo, de temor. No saben qué está pasando con el proceso, por qué han tardado tanto. Ellos son inocentes, ellos no son terroristas”.
“La petición de nosotros es la liberación de nuestros hijos, que ya tienen tres meses en este proceso, en el cual ya fueron a la audiencia, y en la audiencia pasaron a juicio, todavía no tenemos fecha de juicio. Solo reciben dos comidas al día, lo mismo pasa con el agua y solamente pedimos la liberación de ellos”, comentó Hilda Pérez.
Han sacrificado todo
Pérez relató que ellas llegaron a un anexo donde había más de 10 mujeres, familiares de los jóvenes detenidos tras las elecciones, y allí compartían sus penas y dormían.
Actualmente están en una casa rural que les prestaron en Villa de Cura. Allí se alojan unas 8 mujeres.
Sobre los gastos “mucha gente nos ha apoyado, porque tenemos que hacer traslados hasta donde ellos están diariamente para saber si tenemos alguna noticia, si necesitan algo, si nos piden algo”.
“Hemos sacrificado todo. Tuvimos que dejar nuestras vidas aquí para estar con nuestros hijos. Tuvimos que dejar trabajos. Hemos dejado la familia sola. Por ejemplo, yo vivo con mi mamá y mi papá, que son personas de tercera edad. Los tuve que dejar solos aquí para irme con mi hijo hasta allá”, describió Hilda.
Buscan justicia
Hilda Pérez y Yasmín Espeh no se conocían hasta esta situación. Ahora admiten haber formado una gran familia, en la cual se apoyan y refugian. El hermano de Yasmín tiene también 23 años, “juega softball, desde niño jugó a béisbol, practicaba fútbol, es barbero, y aparte tiene un local de ropa, que bastante le costó superarse”.
“Es muy doloroso y consternante esta situación, porque todos los que lo conocemos sabemos la clase de persona que es, y la calidad de muchacho que es, educado, siempre esforzado. Y la comunidad nos ha apoyado. Nos ha apoyado mucho en brindarnos la ayuda económica, han hecho bingos, rifas, porque se gasta mucho en todo este proceso”, explicó la joven.
Sumó que “fuimos a otro estado sin conocer. Cuando yo llegué allá, yo ni siquiera tenía dónde dormir. Los primeros días nos tocó dormir en el piso, pasar frío, hambre, hasta sed. Ha sido demasiado fuerte este proceso, más cuando se trata de muchachos inocentes, muchachos jóvenes, emprendedores, estudiantes, trabajadores, cabeza de familia, que han tenido que pasar este proceso”.
En el caso de ellos, a su hermano lo sacaron de su vivienda por presuntas averiguaciones, y también le retuvieron su vehículo.
“Todo eso está plasmado en dos videos, porque la residencia tiene cámaras y también mi cuñada grabó. O sea, tengo las pruebas, o sea, no pueden decir que a mi hermano lo agarraron en una protesta donde nunca estuvo”.
“Somos una familia grande que hemos formado a las afueras del centro penitenciario, no sé, para desde lejos hacerles sentir el calor, que nosotros no los abandonamos. Porque hubiéramos desistido de esta lucha si supiéramos que, oye, tienen algo de culpabilidad, pero no es así”, expresó Yasmín.
Liberación antes de Navidad
Sobre su mi hermano admitió que lo vio delgado. “Ya se acercan la épocas decembrina, que se ha estado celebrando desde inicios de mes, y es doloroso nosotros no compartir la mesa como solíamos hacerlo, como familia en una época tan bonita del año y que ellos estén allí. No lo queremos, o sea, nadie quiere eso. Queremos la liberación de esos muchachos. De verdad que es lo único que anhelamos de corazón”.
Ellas no pueden ingresar alimentos ni ningún otro tipo de insumo. Solo las mujeres pueden ingresar a las visitas; si el detenido tiene familiares mujeres cercanas muertas, el pariente debe ir hasta el Ministerio del Poder Popular para los Servicios Penitenciarios a solicitar un permiso para ingresar, ya que los hombres tienen prohibido entrar al penal.