En el mundo del narcotráfico, la figura del cabecilla alias “Jhon Naranjo” emergió no solo como líder de las disidencias de las Farc, sino como un personaje rodeado de rituales que revelan creencias arraigadas en la cultura popular. Según testimonios de miembros del frente 39, el cabecilla mantenía una relación particular con un muñeco en forma de duende, lo cual suscitó un interés notable en la comunidad y entre la fuerza pública de Colombia.
Por Katherine Lancheros | Infobae
Se conoce la noticia luego de una efectiva operación en La Esmeralda, en Mapiripán (Meta), cuando el Ejército Nacional capturó en combate a alias Jhon Naranjo, que está acusado de recibir más de 33.000 millones de pesos anuales por extorsiones y secuestros a empresarios, agricultores, ganaderos y comerciantes en Villavicencio, Puerto Gaitán, Mapiripán y otros municipios del departamento; además, está vinculado al direccionamiento de asesinatos selectivos y a redes de apoyo de la Estructura 10 del grupo armado organizado residual en Arauca.
Durante la operación llevada a cabo en Mapiripán, el cabecilla intentó escapar, pero resultó herido en el proceso. Para asegurar su derecho a la vida, fue trasladado a un centro asistencial en San José del Guaviare, como lo evidenciaron las autoridades. En la intervención, le incautaron una pistola, varios panfletos que utilizaba para intimidar a la población y encontraron el amuleto del criminal.
Este muñeco, con características distintivas como su vestimenta negra, barba blanca, un sombrero adornado con el signo de pesos y una pesada cadena de oro, se convirtió en un símbolo de la protección que “Jhon Naranjo” aparentemente buscaba en sus actividades delictivas.
Los muñecos, comúnmente asociados con prácticas de hechicería, son utilizados por narcotraficantes y líderes guerrilleros como herramientas de protección y poder. Estas figuras, a menudo confeccionadas con materiales simbólicos y personalizadas, representan creencias en la magia y la superstición, que son partes integrales de ciertas culturas. Los delincuentes creen que estos “fantoches”, como también son conocidos, pueden actuar como amuletos, brindando protección contra la captura, la muerte o la traición.
Los rituales en torno a este objeto eran observados con curiosidad por sus hombres, que afirmaban que el disidente pasaba horas hablando y fumando habanos en compañía del duende.
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