Los equipos de rescate españoles continúan el jueves la búsqueda de víctimas de las peores inundaciones en más de cincuenta años en el país, que han dejado al menos 95 muertos y numerosos desaparecidos.
Casi un millar de militares fueron desplegados en el terreno, principalmente en la zona de Valencia, en el este, junto a bomberos, policías y socorristas que intentan localizar eventuales supervivientes y despejar los numerosos destrozos ocasionados por el temporal.
El último balance comunicado por las autoridades informaba de 95 muertos, 92 de ellos en la Comunidad Valenciana, la región más afectada. Otros dos fallecieron en la vecina Castilla-La Mancha y un tercero en Andalucía.
Este saldo, el más elevado desde unas inundaciones que dejaron 300 fallecidos en octubre de 1973, “va a aumentar” porque hay todavía “muchos desaparecidos”, admitió el miércoles el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, declaró tres días de luto nacional y llegará a las 10H30 (09H30 GMT) a Valencia, donde visitará el centro de coordinación de las tareas de rescate.
En un breve discurso televisado el miércoles, el dirigente socialista aseguró que su gobierno no dejará “solos” a los siniestrados y pidió a los habitantes de la zona estar atentos.
Los socorristas ahora deben “empezar la segunda fase, que es la búsqueda y rescate”, señaló el miércoles la ministra de Defensa, Margarita Robles, quien indicó que todavía existía una “gran incógnita” sobre el número de desaparecidos.
Barro y escombros
El jueves al amanecer, miles de personas continuaban privadas de electricidad en la Comunidad Valenciana, según los servicios de emergencias.
Muchas carreteras continúan cortadas, algunas por la acumulación de vehículos arrastrados por el agua, cubiertos de barro y de escombros.
“No pensaba vivir esto nunca”, declaró a AFP Eliu Sánchez, un habitante de Sedaví, un municipio de 10.000 habitantes devastado por las intemperies, que vivió una noche de pesadilla.
“Vimos a un joven que estaba en el descampado y se lo llevó la corriente”, contó el electricista de 32 años. “Estaba encima del coche, se ve que intentó saltar a otro, pero se lo llevó”.
Según las autoridades, una de las localidades más afectadas es Paiporta, en la periferia sur de la ciudad de Valencia. Una cuarentena de personas murieron allí, entre ellas una madre y su bebé de tres meses arrastrados por la corriente.
El presidente regional de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, dijo el miércoles que los servicios de emergencias habían efectuado durante la jornada “200 rescates terrestres” y “70 evacuaciones aéreas” con helicópteros.
También explicó que los socorristas habían conseguido llegar a todas las zonas afectadas después de que numerosas localidades quedaran aisladas durante buena parte del día.
“Recordatorio terrible”
Según la agencia meteorológica AEMET, en la noche del martes y la madrugada del miércoles varias poblaciones de la región recibieron más de 300 litros de agua por metro cuadrado. El máximo se registró en el pequeño pueblo de Chiva, con 491 litros, el equivalente “a un año de precipitaciones”, precisó.
La prensa española, que describe el episodio como las “inundaciones del siglo”, empieza a cuestionar la reacción de las autoridades: el mensaje de alerta del servicio de protección civil se envió el martes a las 20H00, pese a que la AEMET había declarado desde la mañana una “alerta roja”.
La Comunidad Valenciana y la costa mediterránea española en general sufren regularmente en el otoño boreal el fenómeno de la “gota fría”, una depresión aislada en elevada altitud que provoca lluvias repentinas y extremadamente violentas, a veces durante varios días.
Los científicos advierten desde hace años que fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor o este tipo de tormentas son cada vez más frecuentes e intensos por el cambio climático.
“Las inundaciones repentinas en España son un nuevo recordatorio terrible del cambio climático y su carácter caótico”, dijo en una nota Jess Neumann, profesor de Hidrología de la Universidad de Reading, en el Reino Unido. AFP