La cartografía es una disciplina con siglos de historia: surgida de la necesidad humana por conocer los límites de la Tierra, personajes como el matemático greco-egipcio Claudio Ptolomeo, el geógrafo flamenco Gerard Mercator o el explorador inglés James Cook se encargaron, en sus respectivas épocas, de elaborar mapas que contribuyeron a la comprensión del mundo, llegando a registrar zonas tan inhóspitas como la Antártida.
Por: National Geographic
Ninguno de sus trabajos, sin embargo, ha logrado superar en longevidad al Imago Mundi: una tablilla cuneiforme descubierta en 1882 por el arqueólogo Hormuzd Rassam en Sippar (una ciudad babilónica en el actual Irak), la cual constituye el mapa más antiguo de Mesopotamia y también del mundo.
Las inscripciones de la pieza fueron descifradas en 1889, y resultaron en descripciones geográficas de los límites de la civilización babilónica. Pero ahora, el Museo Británico, la institución que custodia esta reliquia arqueológica datada del siglo VI a.C., ha sacado a la luz, a través de un vídeo protagonizado por el asiriólogo británico Irving Finkel, un nuevo hallazgo: el Imago Mundi no solo ayuda a comprender la cosmovisión de Mesopotamia, sino que además contiene sorprendentes referencias a uno de los relatos más famosos de la Biblia: el del Arca de Noé.
Lo que muestra el mapa más antiguo de Mesopotamia y del mundo
La tablilla muestra un mapa con vista aérea del mundo: en el centro, Mesopotamia –entre los ríos Éufrates y Tigris–, y en los alrededores, aquello que los babilonios creían que había. Todo esto quedó dibujado en el interior de un anillo al que denominaron, según Finkel, “río amargo”. Asimismo, en los márgenes del mapa incluyeron la figura de criaturas míticas y tierras que son fruto de la especulación y no de la evidencia: es decir, que nunca existieron pero sí imaginaron.
La información obtenida hasta entonces fue crucial para comprender más sobre cómo los babilonios interpretaban su mundo: de hecho, las inscripciones en idioma acadio revelaron que esta civilización no solo quiso dejar registro de lo tangible, sino también de los elementos que constituían su imaginario colectivo.
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