Treinta y seis millones de latinos, la cifra más alta de la historia, tienen derecho el próximo martes a elegir al presidente en Estados Unidos, según la estimación de Pew Research Center. Saber cuántos de ellos irán a votar (en 2020 lo hizo el 66%, más que nunca) y, sobre todo, a quién apoyarán parece difícil de aventurar. Por si acaso, el Partido Demócrata, tradicional depositario de sus afectos, no debería vender la piel del oso antes de cazarla.
Por: La Razón
“El voto latino no tiene tanta fuerza como para darle la vuelta a unas elecciones -explica Henrik Rehbinder, periodista y analista de La Opinión de Los Ángeles y El Diario de Nueva York-, pero sí marca la diferencia cuando el recuento está muy ajustado”. Es decir, exactamente lo que ocurre en estas elecciones, en las que al menos media docena de estados se moverá en el filo de la navaja.
A la influencia que pueda tener en ellos el colectivo latino, Rehbinder le introduce tres matices. Primero, es cierto que este colectivo es pro demócrata, pero no lo es tanto como el de otras minorías. “Apoyó mucho a Obama y Hillary Clinton, pero es un voto pendular que se mueve entre el 60% para los demócratas y el 30% de los republicanos, algo muy distinto al afroamericano, que es 90% demócrata”, explica.
Segundo matiz: no es tan poderoso como para darle la vuelta a un país como Estados Unidos. “Se le veía como un gigante silencioso que de un momento a otro iba a transformar todos los estados -explica- pero ha sido mucho más lento de lo que se creía. De momento, ha empezado determinando la elección de los concejales, pero ir más allá es otra cosa distinta”.
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