El 10 de enero del 2025 se ha convertido en una fecha tope para que todo pase, o no pase nada. En realidad, nadie sabe nada sobre lo que va a pasar en estos próximos dos meses, deseos y amenazas sobran, sobran profecías. El ruido comunicacional en internet es alto, pero los acontecimientos importantes en la historia, se fraguan en las complicidades de los intereses y nunca falta lo imprevisto. El contexto geo-político es complejo y como país en el mundo, pesamos poco, con todo y el cacareo petrolero y aurífero. Como economía, estamos entre los últimos vagones. Como sociedad, las desdichas sobran y los dolores abundan y no es necesario explicarlas porque en cada trabajador y hogar venezolano está el testimonio vivo, cotidiano y ya de muchos años padeciéndolo, emigración forzada incluida. En política, ni hablar, más que confusión lo que hay es un gran temor y al mismo tiempo una gran esperanza. Clima psicológico altamente desestabilizador de nuestra psique y vivir diario. Profetizar es de necios, decía Kant, a pesar de ello el futuro nunca puede ser ignorado y todos tenemos necesidad de un horizonte de vida y de metas. En lo político, la mayoría tomamos nuestra decisión el 28 de julio al votar por un cambio político democrático, necesario e impostergable. Hacerlo posible el 10 de enero, en paz, es deseo general, pero en mucho va a depender del régimen, escucha al país o se sigue escuchando a sí mismo. La situación actual de amenazas y represión es insostenible en el tiempo, lo sensato es la transición planteada, sobre negociaciones serias y realistas en el marco del respeto mutuo y con la constitución como garantía de cumplimiento. Insistir en esto parece cosa de ingenuos o ilusionistas, pero la historia nos dice que es la mejor manera para evitar males mayores. Pensar en el país, antes que en nuestros intereses particulares y en el bien común, es sensatez necesaria y yo sigo creyendo, a pesar de todo, que la política y el gobierno es cosa racional, civil, ciudadana, constitucional. Pasar de Maquiavelo y Hobbes a Montesquieu, del todo está permitido, y del hombre lobo a la política y el gobierno, como cosa de personas honradas y competentes, subordinadas a la constitución y a la recta justicia y no a la tarifada. La alternabilidad democrática es vital para una robusta democracia y el respeto absoluto a la soberanía popular.