A principios del siglo XIV, mientras Europa atravesaba pestes y guerras, en África Occidental florecía uno de los imperios más ricos y vastos de la historia, encabezado por un líder cuyo nombre se convirtió en sinónimo de riqueza y poder. Mansa Musa I, emperador de Mali, no solo consolidó y expandió su reino, sino que amasó una fortuna tan inmensa que ni las mayores fortunas de la actualidad pueden compararse. Se dice que su riqueza, basada en los vastos recursos naturales de su imperio, era tan abundante que resultaba prácticamente imposible de medir.
Por infobae.com
La fama de Mansa Musa no tardó en trascender las fronteras africanas. Fue su famosa peregrinación a La Meca, en 1324, la que marcó un antes y un después en la percepción global del reino de Mali. A su paso, el monarca y su comitiva deslumbraron al mundo con un lujo y una generosidad sin precedentes, derrochando cantidades de oro en su camino hacia la ciudad sagrada del Islam. Este acto de devoción no solo dejó boquiabiertos a quienes lo presenciaron, sino que también hizo tambalear economías enteras, devaluando el oro en el norte de África durante años.
Hoy en día, aunque los cálculos exactos son difíciles de precisar, se estima que el patrimonio de Mansa Musa podría haber alcanzado los 400 mil millones de dólares actuales. La pregunta que sigue intrigando a los historiadores y economistas es: ¿cómo llegó este hombre a ser el más rico de todos los tiempos y qué impacto tuvo su inmensa fortuna en la historia?
La fuente de su riqueza: Oro, sal y control del comercio
En una época en que los imperios africanos prosperaban, el Imperio de Mali se consolidó como uno de los principales productores y distribuidores de oro y sal del mundo conocido. A través de sus vastas tierras, que se extendían desde el Océano Atlántico hasta el río Níger, este reino controlaba algunas de las minas de oro más ricas del planeta, en lo que hoy es Guinea y Malí. Para cuando Mansa Musa asumió el trono en 1312, Mali ya era una potencia económica, pero bajo su liderazgo, la influencia y riqueza del imperio alcanzaron niveles inimaginables.
Mansa Musa tuvo el control absoluto de este recurso vital. Con la expansión del comercio transahariano, el oro fluía desde Mali hacia el norte de África y el Medio Oriente, convirtiendo al emperador en un monarca de recursos ilimitados. Los comerciantes de oro, sal y marfil viajaban miles de kilómetros para comerciar en sus territorios, generando una economía en auge que contribuyó aún más a su fortuna. Kathleen Bickford Berzock, especialista en arte africano, explica: “Como gobernante, Mansa Musa tenía acceso casi ilimitado a las fuentes más valoradas de riqueza en el mundo medieval”.
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