Gerardo Lucas: La ruta de Milei

Gerardo Lucas: La ruta de Milei

A los venezolanos que nos interesamos por la economía, nos conviene seguir de cerca los avatares de la política económica liberal adelantada por Argentina en su programa de estabilidad económica, ya que nos podría aportar enseñanzas útiles a la hora en la que tengamos que avanzar en nuestro propio camino.

Lógicamente, atendiendo a las particularidades de cada país ya que Venezuela no es Argentina ni Argentina es Venezuela. Uno de los más importantes contrastes, es que esa nación tiene una mega deuda externa, cinco veces más grande que la venezolana; adicionalmente, ellos tienen un importante sector productivo que deben estimular, mientras que, en nuestro país el sector productivo esta desmantelado y es prácticamente inexistente.

En la reciente reunión del Fondo Monetario Internacional se destacaron los siguientes aspectos sobre Argentina, en primer lugar, que es el único país latinoamericano con un superávit fiscal. También, bajó el riesgo país a menos de 1000 puntos (el riesgo país es la diferencia entre las tasas de interés locales y las del tesoro estadounidense) cuestión que no había logrado desde el 2018. Asimismo, su balanza comercial está básicamente en equilibrio, la referida a las importaciones y exportaciones de mercancías. Por otro lado, prevén una disminución de la inflación a finales de 2024 a 114%, altísima, pero deciente, por último, aún tiene altas tasas de pobreza crítica en un 39%. 





El mismo Fondo Monetario califica la posibilidad de recuperación argentina como “incierta y desigual”. Además, continúan las restricciones cambiarias, llamadas localmente “el cepo”, que no permite la compraventa libre de las divisas; la economía sufrió una contracción del 3,5%, lo cual es importante, pero debemos recordar que en Venezuela, en la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez, durante el programa de liberación con tutoría de FMI, la economía venezolana se contrajo en un 7% en 1989, primer año de su gobierno; la deuda pública argentina por habitante es de 22.600 dólares, entre las más altas del mundo; está en el puesto 126º de los 190 países que conforman el ranking Doing Busines, que califica a los más “aptos para hacer negocios”; la tasa de desempleo es del 7,7%, relativamente alta, con un millón de desempleados, en consecuencia, los programas de ajuste son más difíciles para la población más vulnerable; la tasa de interés se encuentra en el 40%, condicionada por la alta inflación, lo que explica que la propensión bancaria a la concesión de crédito sea baja.

El gobierno de Milei y su partido Libertad Avanza, no tiene ni gobernadores ni intendentes, apenas 40 curules en el Congreso y solo 7 senadores, pero cuenta con el apoyo de Juntos por El Cambio, el PRO y el tradicional radicalismo, lo cual le da suficiente base de sostenibilidad frente a los embates del kirchnerismo.

En lo que va de su período presidencial puso en marcha un programa de austeridad, que la oposición llama “la motosierra”. En este sentido, redujo el tamaño de gran número de instituciones públicas, frenó las transferencias a las provincias, ha recortado en más del 50% los presupuestos de las universidades públicas, que tilda de centros de adoctrinamiento, modificó por decreto más de 300 leyes, entre ellas, la reforma de la ley del Trabajo, la ley de alquileres y desreguló la salud privada, entre otras cosas.

En el frente financiero, el gobierno argentino trabaja para renegociar la deuda actual con el FMI y reforzar el nivel de las reservas internacionales que se encuentran en unos 20.000 millones de dólares, buscando nuevos aportes del FMI de 10 a 15.000 millones adicionales. Entre los países latinoamericanos, Argentina es el mayor deudor al Fondo con 43.000 millones de dólares. También está negociando un préstamo puente con la banca privada.

A Milei se le tilda de ultraderechista por aplicar, sin contemplaciones, un programa de ajuste económico de acuerdo con los principios básicos de la economía fiscal, que no es ni de derecha ni de izquierda, es de sana lógica para cualquiera. Lo que sucede, es que tiene un alto costo social a corto plazo, que a los gobiernos populistas de izquierda les sería muy difícil de aplicar, porque el peso a corto plazo recae sobre “el pueblo llano”, que es su soporte político y que ha sobrevivido a base de subsidios y controles.

El caso Venezuela es algo diferente, hay que renegociar la deuda, que está en el fondo. Ya el gobierno no le da nada al pueblo, lo más, unas pobres bolsas de comida. De forma que, el aumento de confianza en el país traería, en un lapso relativamente corto, actividad económica e inversiones que se traducirían en bienestar.