“El peligro no es una represión directa de la libertad de expresión, sino un condicionamiento de la libertad de prensa por parte de los grupos políticos“.
Fernando Savater
Edmundo González Urrutia no deje de creerlo nadie que no ha pensado que lo mejor es andar sólo que estar mal acompañado. No lo digo porque no tenga seguidores. Millones votamos por él en Venezuela el 28J, pero, quizá, en su permanencia en España prefiera sacudirse a cualquiera que quiera bañarse de su notoriedad, de lo que representa y de sospechas de planes que traten de usarlo cual marioneta fácil de manejar.
Es bien sabido que fue el ganador de las elecciones el 28J, claro, no reconocidas por el CNE. Por eso hoy a Edmundo González Urrutia, no sólo lo ocupa el momento en estar batallando, peleando y luchando contra la corriente para que su victoria y la decisión de la mayoría de los venezolanos sea respetada. Asimismo, cuidándose de no dejarse agarrar, atrapar y evitar que alguna mano peluda haga lo suyo.
En su exilio obligado, además, a Edmundo González Urrutia también le ha tocado evaluar, analizar y calcular las intenciones de algunos que buscan arrimarsele y desean elevar el aura pérdida, ahora que él representa la esperanza de millones de personas y/o no perder de vista a los que contribuyeron con la llegada del chavismo en 1998 y ahora quieren resarcir sus culpas con actos de constricción.
Sergio Dahbar es un periodista venezolano que este fin de semana colocó el dedo en la llaga cuando dijo en la red social X lo que quizá nadie se atreve a decir, al asegurar lo que “tenía que decirse” en cuanto a que “el ambiente tóxico de la oposición venezolana acorrala a Edmundo González Urrutia en Madrid. Quieren que declare. Quieren controlarlo”.
“Campaña de medios. Con amigos así quien necesita enemigos”. No lo dijo identificando con nombre y apellido cuando refirió que “quieren que declare” y “quieren controlarlo”, pero a buen entendedor sobran las palabras y por aquello que dice que “al pasajero se le conoce por la maleta”, obviamente, el aludido es el editor Miguel Henrique Otero.
Otero es el propietario del diario El Nacional, un medio que usó de manera similar en la IV República cuando podía exhibir sentirse ser poder detrás del poder político de este país, época donde sin ningún prurito y a la usanza de la entrega de los premios Grammy, no tuvo problema alguno en colocar, antes y después también a través del periódico, alfombras rojas respaldando la llegada del expresidente Hugo Chávez Frías a Miraflores.
Eso, lo sabemos, no es ningún secreto sino que es parte de algo muy claro que ha sucedido cuando “las cosas por sabidas se callan y por calladas se olvidan”. No olvidemos que la grave crisis que vivió Venezuela durante 1992, –escenario de dos intentos de Golpe de Estado–, no llegó por arte de magia o porque CAP le cayera de lo mejor a todo el mundo.
Ello originó el enjuiciamiento político y la destitución de Carlos Andrés Pérez que concluyó en una “cayapa política” donde editores de medios, empresarios, sindicalistas, intelectuales, dirigentes políticos y sectores de la Iglesia Católica arrimaron y empujaron el mingo en favor de un cambio de gobierno.
Después el país sería testigo de que esa luna de miel terminaría muy pronto cuando el fundador de la Revolución del Siglo XXI, decidió sacudirse de esas intenciones y le colocó las tablas en la cabeza a algunos que aún no pueden sacarse ese mal recuerdo.
Era de esperar que Edmundo González Urrutia en su parsimoniosa manera de tomarse las cosas, sin trauma, estridencia ni escándalo, agradeciera al periodista Sergio Dahbar el alerta público de “no dejarse” en alusión a la interpretación muy criolla que “le metan gato por liebre” en momentos delicados después de las elecciones del 28J.
¡Gracias amigo por alertarme”, respondió González Urrutia. “Lamento profundamente esta campaña. Estoy dedicado al trabajo internacional que me corresponde y, además, tengo el deber de proteger mis movimientos frente a la persecución del gobierno en mi contra, no solo por mi, sino por los millones de votos que represento”. A confesión de partes, relevo de pruebas. ¡Amanecerá y Veremos!.
José Aranguibel Carrasco
CNP-5003