Para nosotros los estudiosos del fenómeno social; politólogos, economistas, psicólogos sociales, sociólogos y afines, el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos nos da una gran lección: no importa si un país es rico o pobre, estudiado o inculto, desarrollado o subdesarrollado, un líder carismático, no importa sus bemoles, puede hacerse con el poder. En otras palabras, el desarrollo educacional y económico de un país no garantiza, como creíamos, que la democracia no pueda ser desplazada por el personalismo.
Curiosamente, y guardando las distancias, existe un paralelismo entre el triunfo de Chávez en 1998 y el de Trump en 2024, ambos fueron precedidos por el desgaste y la pérdida de la confianza del pueblo en el sistema bipartidista sobre los cuales se fundamentó la democracia alternativa. En el caso de Estados Unidos, por las continuas diatribas internas en el Congreso y su incapacidad de dar repuesta oportuna a los problemas planteados por la sociedad, y en Venezuela, debido a la corrupción exacerbada por la abundancia de dinero, en palabras del político y petrolero Juan Pablo Pérez Alfonzo, producto de la riqueza no generada.
En el país del norte el partido Demócrata fue perdiendo, paulatinamente, dinamismo debido a la hegemonía de la gerontocracia que no daba paso a los nuevos dirigentes. En el partido Republicano el cambio fue más intempestivo, ocurre cuando un “outsider” irrumpe en la política y oblitera a la oligarquía tradicional del partido, con todos sus principios conservadores, e impone al líder único cuyo entorno político se desvive por emularlo.
Mientras que acá el régimen, que terminó siendo bipartidista, ya que los dos principales partidos: Acción Democrática (AD) y el Partido Socialcristiano COPEI se turnaron en el gobierno durante un poco más de tres décadas, fue desgastándose con ayuda del dinero y el control que ejercían los banqueros. Posteriormente, como salida, apostaron primero, al insider-outsider Rafael Caldera y su chiripero, luego, al golpista Hugo Chávez.
Todo este cambio, que con el paso de los años es posible entenderlo en su justa dimensión, viene acompañado por un fenómeno adicional, el avance tecnológico. La irrupción de internet a finales del siglo XX, vino aparejada, más recientemente, con el manejo de la Metadata. Hoy, megaempresas, partidos políticos, grupos económicos, países, think-tanks, y otros centros de poder, son capaces de manipular el pensamiento de los ciudadanos porque manejan información detallada, dinámica y actualizada de cada persona, lo que permite enviarle mensajes diseñados a su medida que, por su persistencia, terminan convenciendo al ciudadano de la veracidad de una hipotética realidad que quieren transmitirle.
Vivimos una nueva realidad, la orwelliana, cuyas consecuencias apenas comenzamos a visualizar y no es nada buena. El futuro sigue siendo impredecible e igual que algunas veces nos madruga con noticias adversas, en otras, nos puede traer buenas noticias. Al final, por ese eterno deseo de superación común en todos los hombres, el resultado es positivo. El bien supera al mal.
Gerardo Lucas. Economista/Historiador.https//gerardolucas.wordpress.com