León Sarcos: Walt Whitman, el poeta de la democracia y la naturaleza

León Sarcos: Walt Whitman, el poeta de la democracia y la naturaleza

Whitman, con impetuosa humildad, quiere parecerse a todos los seres humanos… quiere identificarse en una suerte de ternura feroz, con todos ellos. Hojas de Hierba es el canto de un gran individuo colectivo, popular, varón o hembra. Vasta y casi inhumana fue la tarea, pero no menor fue la victoria. Jorge Luis Borges. 

Él es América. Su crudeza desprende un terrible hedor, pero es América… Él es asqueroso, una píldora que da náuseas, pero que ha cumplido su función… Él es a mi patria… lo que Dante es a Italia. Ezra Pound. 

Solo los libros sagrados de la Antigüedad ofrecen una doctrina comparable, por su perfecto lenguaje y robusta poesía, a la que en grandiosos y sacerdotales apotegmas emite, a manera de bocanadas de luz, este poeta viejo, cuyo libro pasmoso está prohibido… Hombre desnudo, virginal, amoroso, sincero… En su poesía… tanta fortuna es morir como nacer… en su persona se contiene todo: todo él está en todo: donde uno se degrada él se degrada: él es la marea, el flujo, y el reflujo… Y, la realización perfecta está en la naturaleza…  José Martí.





Un poeta controversial

                                                                                                         Resiste mucho, obedece poco. Whitman

Pocos poetas han sido tan controvertidos por la naturaleza y contenido de su obra, desde la aparición de Hojas de Hierba (1855), como Walt Whitman: vituperado, injuriosamente descalificado y depreciado en la valoración de su libro, y paradójicamente a su vez, en relativo poco tiempo, exaltado, celebrado y elevado al Olimpo de los grandes de la poesía, de los vanguardistas, de los valientes, de los que se atreven a romper esquemas, cánones, reglas, técnicas y estilos apoltronados y convencionales. Pronto este poeta, a quien García Lorca llamó anciano hermoso como la niebla con la barba llena de mariposas, comenzará a adquirir esa fama y prestigio que trasciende las fronteras de su país y de su época.

Whitman huye del metro, de la rima, de la alineación clásica de los versos, y se lanza a expresar lo no dicho por medio de un lenguaje nuevo, vasto, mundano, casi tan inmenso como la realidad que recrea –afirma Eduardo Moga–. Por eso es bautizado como el padre del verso libre. Hojas de Hierba ha sido considerado el libro más lucido y detallado que se ha escrito sobre la democracia y donde el poeta se imagina convertido en todos los nosotros, individuos.

Una revelación para deslumbrar

                                                              Las canciones más fuertes y dulces aún no se han cantado. Whitman

Dos libros vieron la luz simultáneamente en un mismo año, en Nueva York. El canto de Hiawatha de Longfellow –meditada y elaborada obra escrita por un poeta reconocido y muy bueno, que había explorado las bibliotecas y que no carecía de imaginación y de oído–, será aplaudido y exaltado con honores, y Hojas de hierba –la inaudita revelación de un ser humano de genio–, incomprendido y calificada su obra de impiedad libidinosa y audacia fálica. Las diferencias serían tan notorias –dice Borges– que resulta increíble que ambas sean contemporáneas. Aunque ambas son consideradas epopeyas americanas. 

Walt Whitman hizo trizas todas las pautas con las que había sido trabajada la poesía académica. Proust decía, mucho antes de ser despachado y echado a un lado por una ligereza de Gide, que un verdadero escritor no escribe para gustar ni por el interés de complacer a alguien, escribe porque necesita decir cosas que nadie distinto a él puede expresar con su inagotable poder, música, verdad y belleza. Además, los grandes escritores raras veces son comprendidos por la generación de su tiempo. Whitman fue insolente, temerario e intemporal y eso molestó a muchos consagrados y, por supuesto, tenía que ser castigado duramente por la crítica, por lo menos las primeras décadas, mientras duró la sorpresa y el asombro provocado por su exitoso experimento.

Es quizás el poeta peruano Emilio Adolfo Whestephalen quien mejor describe el espíritu totalizante de la poesía de Whitman: 

La más grande exaltación de vida, la mayor plétora y acumulación, dan el tono peculiar. Todas las manifestaciones pequeñas y grandes del cosmos son aceptados y glorificados por el simple hecho de existir, de hallarse a nuestro alcance u ofrecidas lejos, pero siempre como presa posible de los sentidos; no para la contemplación o análisis del intelecto, sino para la relación, el contacto, la entrega mutua. Tal anhelo de comunión con todas las cosas, dan a la poesía de Whitman semejanza al mar en su infinitud.

La poesía de Whitman transmite una bella apología del universo, la naturaleza y el ser desde una vivencia mística, con la que es posible percibir la unidad entre nosotros seres humanos y la diversidad inmanente de la naturaleza. Es cierto que leer a Whitman nos despierta una sensibilidad ante lo sorprendente de cada manifestación de vida, desde las situaciones más cotidianas hasta la transmutación de la materia.

Nace el padre del verso libre

Nace Walt Whitman el 31 de mayo de 1819 en West Hill, en el centro de Long Island, Nueva York, proveniente de una familia trabajadora de nueve hermanos. Sus padres, Walter Whitman, un patriota americano carpintero y granjero liberal, amigo y admirador ferviente de Thomas Payne y exaltado americanista, y Louisa Van Vilsor, descendiente de inmigrantes holandeses. 

Los primeros años de Walt no fueron felices. La familia se mudó a Brooklyn. Para el niño, salvo la recordada anécdota del Marqués de Lafayette, amigo de la independencia americana, en la celebración del 4 de julio de 1825, que lo tomó en brazos entre la multitud, nada fue digno de resaltar en su infancia, aparte de que a su maestro no le agradaba por ser lento y haragán.    

Quienes le conocieron comentaban que era andariego, muy curioso y observador. Con esas tres cualidades, desde muy joven se dedicó a recorrer palmo a palmo su ciudad. Iba a todos los barrios de Nueva York, generalmente caminando; también visitó el Sur en un momento dado, con uno de sus hermanos. Esas caminatas marcarán su poética. 

Un largo aprendizaje en el periodismo

              El arte del arte, la gloria de la expresión y el brillo de la luz de las letras, es la simplicidad. Whitman

En 1831 deja el bufete en el que laboraba como mensajero y, luego de desempeñar por un tiempo breve el mismo oficio con un médico, se instala como aprendiz en el Long Island Patriot, donde se familiariza con el trabajo de impresor, aprendió tipografía y comenzó a escribir algunas composiciones sentimentales.

Debido a una epidemia de cólera y a una mala racha en los negocios de su padre, la familia vuelve a West Hills en 1835, Whitman se queda en Nueva York trabajando en The Long Island Star y publica uno de sus primeros artículos, The Olden Time, en New York Mirror. Entre 1836 y 1838 desempeñó en Long Island el cargo de maestro, a pesar de no sentirse a gusto; lo hacía solo por necesidad. Ese último año regresó a Nueva York para fundar su propio periódico, The Long Islander, donde trabajó simultáneamente de editor, periodista, distribuidor, llegando incluso a ser repartidor personalmente de su periódico.

Los años más tristes de esta época, los vivió cuando tuvo que volver al oficio de maestro entre 1840 y 41 y compartir toscas costumbres, el execrable gusto de los aldeanos, un salario miserable y una vida asfixiante. 

El rechazo de Whitman a las aulas era el mismo que sentía como alumno Erasmo de Rotterdam. Del que se lamentaba Bernard Shaw, que afirmaba que su educación terminó cuando entró a la escuela y el de Marguerite Yourcenar, cuyo padecimiento le evitó su padre hasta el bachillerato. Prefería la opción de la educación en casa, un pensamiento libre, inspirado en la naturaleza, y la propia interiorización de la conciencia. Esta necesidad plasmada con frecuencia en sus poemas son el resultado de ese deplorable periodo de su vida. 

Entre 1841 y 1848 publica una veintena de relatos en periódicos y revistas, entre ellos Democratic Review, una de las más prestigiosas revistas literarias del país. Y en 1842 publicará su primera novela Franklin Evans, o El borracho –inspirada en varios miembros de su familia que eran alcohólicos–, para Whitman una verdadera porquería, de la que se vendieron más de 20.000 ejemplares; irónicamente, muchos más de los que se vendieron en vida de Hojas de Hierba.

La influencia de Waldo Emerson 

Existo como soy, eso es suficiente, si ningún otro del mundo se da cuenta, estoy contento, y si todos y cada uno se dan cuenta, me siento contento. Whitman

En una célebre conferencia premonitoria de Waldo Emerson ese mismo año 1842,  titulada Naturaleza y facultades del poeta –que Whitman reseñó como reportero del Aurora–, algunos autores creen encontrar el origen de Hojas de hierba trece años antes de que apareciera publicada, donde el padre del trascendentalismo describe el poeta ideal: es aquel que dice, nombra y representa la belleza; el soberano, el que está en el centro… el que anuncia lo nuevo profetizado; el único sanador verdadero; …el Dios que libera. Aunque para él aún no existía.

Busco en vano al poeta al que describo… Aún no hemos tenido en América alguno que, con ojo tiránico, aprecie el valor de nuestros incomparables materiales y vea en la barbarie y el materialismo de nuestros tiempos, otro carnaval de los mismos dioses cuya descripción tanto admira en Homero… Nuestra pesquería, nuestros negros e indios, nuestras fanfarronadas y nuestros rechazos, la cólera de los canallas y las pusilanimidades de los honrados, el comercio del norte, la plantaciones del sur, la conquista del oeste, Oregón y Texas; esto no se ha cantado todavía. A nuestros ojos, América es un poema que no se ha cantado.

Para Eduardo Moga, Whitman, presente en el auditorio, y que para ese entonces solo había producido diecinueve poemas que obedecían a patrones formales y temáticos de la literatura inglesa desde el romanticismo, se sintió interpelado por el discurso de Emerson, y quiso asumir el desafío que sus ideas le planteaban para intentar convertirse en el poeta que aquel idealizaba.

Muchos otros escritores lo acompañarán en esta tarea iniciada en los primeros cinco años prodigiosos que se inician en 1850: Nathaniel Hawthorne, con La letra escarlata (1850); Herman Melville, con Moby Dick (1851), Bartleby, el escribiente (1853), Benito Cereno (1855); Henry David Thoreau, Walden o La vida en los bosques (1854); y Henry Longfellow, con El canto de Hiawatha (1855); pero sin lugar a dudas, su Hojas de hierba estará destinado a convertirse en el epicentro del canon literario estadounidense.

Whitman, perfiles de una nueva poética

Me encuentro con nuevos Walt Whitmans todos los días. Hay una docena de ellos a flote. No sé quién soy. Whitman

Según Harold Bloom, Whitman se decanta por el poema épico, cuya amplitud versicular y hondura oratoria, le permiten cantar la grandeza extraordinaria de un mundo nuevo y también de un hombre nuevo. Por eso Whitman afirma en la primera edición de Hojas de Hierba: La expresión del poeta americano ha de ser trascendente y nueva. Ha de ser indirecta, no directa, descriptiva y épica. A pesar de esta afirmación, la épica de la que hace mención es la épica que ha decidido dejar atrás, la épica de la tradición occidental, cuyo contenido, estructura y forma repudia, y que sustituye por equivalentes adecuadas a la realidad social y cultural del país en que vive.

Según Moga, el héroe solitario de un pasado mítico, propio de las literaturas europeas desde Beowulf, se transforma en sus manos en un héroe colectivo: Hojas de Hierba se erige en una gran epopeya democrática, en la que todos, desde el esclavo hasta el presidente de la nación, son protagonistas y todos aportan su perspectiva individual, equivalente a una visión caleidoscópica de la realidad.

Hojas de Hierba, constituye pues, utilizando un juicio de D. H. Lawrence, una identidad acumulativa, que podemos definirla con el título del libro de Gertrude Stein: La autobiografía de todo el mundo. El poemario íntegro constituye un juego de equilibrios o de influencias, entre el yo y los otros, entre el yo individual y el número indeterminado de seres que nos rodean.

Por otro lado, el carácter colectivo de la epopeya de Whitman se expresa de la misma forma en el marco físico: Whitman no canta a un espacio privilegiado, sino a todo por igual, a una realidad al alcance de la mano, sin privilegios como es la democracia, heterogénea, plural, contradictoria, uniforme en ocasiones, sucia otras veces: la realidad de los labrantíos, de los embarcaderos, los transbordadores que tanto le gustaban, las aceras, las playas, las praderas y los pantanos y especialmente la tumultuosa y ruidosa Nueva York, cuyo protagonismo es tan marcado en su obra.

El entorno de Hojas de Hierba, el mundo transitado por Whitman que se extiende a lo largo del siglo XIX, es el presente difícil y complicado que lanzó Emerson en la descripción del espacio que debería ser cantado por su poeta ideal, lleno de canallas y hechos despreciables, pero también de héroes anónimos de bien, de grandes y magníficos sucesos y adelantos admirables; un presente que releva con sus glorias turbias el pasado glorioso, porque ese pasado si apenas existe.

Esa nueva realidad demandaba, para construirse, un nuevo lenguaje que pusiera un nombre a las acciones de los hombres, los sucesos y a las cosas, y este quizá sería el mejor aporte de Whitman. 

Para Eduardo Moga, Whitman abre su léxico a una auténtica irrupción de novedades: arcaísmos, neologismos, barbarismos, localismos, tecnicismos, coloquialismos y extranjerismos, y, en particular, da entrada en el poema a lo inimaginable en aquel momento: un vocabulario soez, que no teme referirse al excremento y a la fornicación, a la basura y al semen. Whitman reivindica con frecuencia en sus poemas la necesidad de incorporarlo todo al lenguaje y a la vida, porque todo, incluyendo lo sucio y lo feo, forma parte del milagro incomprensible de existir.

El sentimiento religioso de Walt Whitman

No le pregunto a la persona herida como se siente, yo mismo me convierto en la persona herida. Whitman

Harold Bloom ha dicho que Walt Whitman es un gran poeta religioso, solo que su religión es la norteamericana no la cristiana. Se ha afirmado también que los aportes de la poesía de Whitman son más estilísticos y técnicos que filosóficos. 

Su sentimiento religioso, en un sentido más amplio, se inscribe en ese periodo de síntesis que es el siglo XIX, en el que el dios axial, motor del universo, origen y razón y fin de la vida humana, comparte su cetro con el hombre surgido de la Ilustración, que se siente el centro de la creación, un ser autónomo capaz de regir individualmente y colectivamente sus destinos.

La aparición de un materialismo creciente, fruto de la insurgencia de lo terrenal, de los embates del racionalismo y del auge del capitalismo, sobre todo en Estados Unidos, motiva a algunos seres humanos a insistir sobre los asuntos espirituales de la existencia, o por lo menos a intentar su armonía con el mundo físico.

El trascendentalismo de Waldo Emerson –descreía de los milagros bíblicos y no aceptaba a Jesús como Dios, lo que le valió la suspensión como orador por treinta años en Harvard– inspirado en el fundamento trascendental de Kant, creía en la unidad de Dios y el mundo: el cosmos tenía alma, como los seres humanos tienen alma y ambos mantenían correspondencia, entonces lo que contenía a una estaba contenido en la otra.

La otra influencia importante recibida por Whitman fue de su familia cuáquera por medio de Elías Hicks, un disidente radical de la congregación a quien escuchó desde niño, y que predicaba que la luz interna del individuo lo unía con Dios, y que además defendía el hecho de que los impulsos básicos del hombre, particularmente los sexuales, no estaban inspirados por el demonio, ni eran tampoco resultados de la  elección personal, sino aspectos de la naturaleza humana creados por Dios, que el hombre tenía derecho a conocer y a experimentar. 

El proceso de Hojas de hierba

Descansa conmigo en la hierba, suelta el tope de tu garganta, lo que quiero no son palabras, ni música, ni rima, ni costumbres, ni conferencias ni siquiera lo mejor. Solo la calma que me gusta, el zumbido de tu voz valiosa. Whitman

La magna obra de Whitman tiene la particularidad de irse elaborando por facetas o pisos como la construcción de un gran rascacielos. O, como se ha hecho la democracia americana desde su fundación, decretada, poco a poco ganando espacios para establecer derechos, porque el sueño de Whitman ha sido un largo sueño, que a lo largo de su historia ha tenido ribetes de pesadilla y algunos de sus hijos oníricos vueltos contra ella y convertidos en obstáculos de su perfectibilidad. Hojas de Hierba se comienza a escribir en 1850. Y aparecerá publicada en 1855 con 12 poemas. Ese año coincide con la muerte de su padre.

Pienso que sin la vocación por su oficio de journalist, Walt Whitman jamás hubiera podido desarrollar con tanto acierto la conjunción temeraria entre su vida simple, como la de un pescador, su valoración sublime del alma humana y su posesión ‘‘absoluta’’ sobre el cosmos.

 Llevar a cabo una proeza experimental de cantar los Estados Unidos, a sus espacios geográficos deslumbrantes, al sentir de sus hombres y mujeres con sus miserias y grandezas y su diversidad étnica y religiosa con lúcida, atrevida y realista prosa, sin metáforas y con la elegancia grosera y única del cuerpo, del reclamo estrambótico de lo que al humano pertenece sin la sal mistificada de los técnicos del lenguaje, constituye un verdadero milagro.

Las oscuridades de los otros han sido siempre el enemigo del verdadero arte. Cuando no se comprende, se acusa. Cuando estoy vestido veo la miseria de los otros. Cuando estoy desnudo solo siento que todos desean que esté vestido. Claridad de unos, oscuridad de otros. 

Afortunadamente, gracias a su andar inquieto, que no es lo mismo que curioso, y a su enorme capacidad de observación –cualidades  no prestadas a la ciencia ni a los muñecos de metal que tan mal nos imitan porque ni sonríen ni lloran, principio vital del existir–, que iluminan un profundo sentir y privilegian a sus ojos: sofististicados microscopios que bucean los misterios del alma, y que hacen a su vez de sofisticados telescopios que permiten conocer los romances entre las estrellas, los enamoramientos del Sol y la Luna, y todo el carnaval y las fiestas de los planetas, siempre jugando al escondido en la Vía Láctea, y a que la alegría se prolongue y mantenga encendidas las luces del cosmos, puede lograr  el poeta su majestuosa obra.

Una cronología necesaria

El camino de la sabiduría esta pavimentado de excesos. La marca de un verdadero escritor es su capacidad para mistificar lo familiar y familiarizar lo extraño. Whitman

La primera edición no la firmo como autor, financiada por el mismo, de la cual se hicieron 795 copias, tenía en la portada un retrato del escritor con sombrero y en el cuerpo del texto se llamaba así mismo: Walt Whitman americano, uno de los duros, un cosmos desordenado, carnal y sensual, no sentimental, no por encima de hombres o mujeres o parte de ellos, no más modesto que inmodesto. Ahí aparecerá uno de los versos más queridos de sus seguidores, y más hermosos y populares: Canto de mí mismo:

Yo me celebro y me canto, / y lo que asumo tú lo asumirás / Porque cada átomo de mi cuerpo que me pertenece, / también te pertenece. 

Ocioso invito a mi alma. / Ocioso me tiendo a observar un tallo de hierba de verano. / Mi lengua, cada átomo de mi sangre, formado de esta tierra, de este aire / Nacido aquí, de padres nacidos aquí, al igual que los padres de sus padres,

A mis treinta y siete años, con una salud perfecta, / he empezado a vivir, y solo espero / no dejar ya de hacerlo / hasta mi muerte.

Me alejo ahora de las escuelas y los credos, / me sirvieron y nunca he de olvidarlos / Me erijo como puerto del bien o el mal, / dejo que todo hable sin importarme el riesgo / Naturaleza sin freno, con su energía originaria. 

La segunda edición, de 1856, incluía 32 poemas y una carta de Waldo Emerson, que felicitaba el inicio de una gran carrera. La tercera será la de 1860, que incluía 154 poemas. La cuarta, la de 1867, incluía ocho poemas nuevos; entre ellos, ¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!, homenaje que rendía al presidente Abraham Lincoln, asesinado el 15 de abril de 1865: 

¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! nuestro espantoso viaje ha terminado, / La nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio, / Próximo está el puerto, ya oigo las campanas y el pueblo entero que te aclama, / Siguiendo con sus miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia nave, / Mas ¡ay! ¡oh corazón! ¡mi corazón! / No ves las gotas rojas que caen lentamente, / Allí, en el puente, donde mi capitán / yace extendido, helado, muerto.

La quinta edición, de 1871, incluía el poema Navegar a las Indias y otros nuevos poemas. La sexta se amplió a dos tomos en 1876. La séptima, editada en 1881, fue objeto de un proceso judicial por inmoralidad. La mayoría de sus poemas son corregidos y reciben su título definitivo. La octava edición, en 1889, incluye tres poemas largos. La última edición, de casi 400 poemas, llamada la del lecho de muerte, fue trabajada por el autor en sus últimos días en 1892, año de su fallecimiento. Existe una décima edición póstuma que incluye Ecos de la vejez y otros, editada en 1897.

Las dos mejores traducciones a juicio de los más calificados estudiosos de la obra de Walt Whitman coinciden en que son las del ecuatoriano Francisco Alexander de 1953 y la de Jorge Luis Borges de 1969. Ambos tardaron década enteras en realizarlas totalmente.

Conclusiones

Tanto juicio calificado ha emitido lo más granado de la literatura universal sobre Hojas de Hierba, que uno, modesto aprendiz de escritor, se siente abrumado por tanto conocimiento y verdaderas valoraciones sobre la grande obra de este genial estadounidense. Personalmente, creo que a estas alturas del siglo XXI, Hojas de Hierba llama de nuevo con nostalgia la voz de Emerson, en busca del llamado que una vez hiciera cuando en su celebre conferencia de 1842 dibujaba al poeta ideal; esta vez para describir uno que tenga como punto de partida en su ideario de las letras, estas dos bellas frases:  

Waldo Emerson regresaba de Inglaterra en 1833, y ese mismo año daría su primera conferencia sobre Usos de la Historia Natural en Boston, en cuya introducción afirmaba: 

La naturaleza es un lenguaje y cada nuevo hecho aprendido es una palabra; pero este no es un lenguaje desarmado y muerto en un diccionario, sino un lenguaje puesto en conjunto en sentido significativo y universal. Deseo aprender este lenguaje, no para conocer una nueva gramática, sino para poder leer el gran libro escrito en esa lengua.

Su gran discípulo Walt Whitman, diría: 

Detente conmigo día y noche y poseerás el origen de todos los poemas, poseerás… el bien de la tierra y el sol… quedan millones de soles, ya no tendrás cosas de segunda o tercera mano… ni mirarás a través de los ojos de los muertos… ni te alimentarás de los espectros en los libros, tampoco mirarás a través de mis ojos, ni tomarás cosas de mí, escucharás por todos lados y la filtrarás de ti mismo.