No muchas alternativas existen para que el venezolano logre su meta más deseada: ser libre. Sin embargo, no necesariamente sería positivo de otra forma, porque cuando una sociedad asume en buena parte y lúcidamente dar por hecho este fin, no existe nada que la pueda obligar a aceptar lo contrario.
Esto se traduce en la existencia tácita de un acuerdo, un contrato entre los ciudadanos. “Todos” deben estar conscientes que “todos” deben colocar el máximo empeño con sus propios argumentos y alcance, hasta lograr la libertad de una buena vez.
Se entiende que la costumbre, hasta donde la propia persona se desplaza, vive (o puede vivir) y desempeña, esa costumbre muy justificada y funcional, alrededor de la premisa en la cual solo con logros personales pueden asegurar el bienestar a mediano plazo al menos; ese individualismo hasta cierto punto es favorable y recomendable. Pero ¿Qué ocurre en situaciones bizarras, donde un país entero está secuestrado?
En esos casos singulares, toda actividad por débil o poca que sea, y pueda arrimarse a una causa nacional es necesaria, importante y urgente. Antes algo se debe dejar claro, proteger las garantías de convivencia bajo un código de leyes, al contrario de los usufructos y compromisos con grupos de poderes novedosos, más que eso, lo que ahora se debe constituir es el “contrato ciudadano”.
Como los dotes por la naturaleza de distintas habilidades, más aquellas destrezas adquiridas y una determinada actitud, son propias de cada persona; por lo tanto, ¿quién puede asegurar que un ciudadano venezolano tiene más o menos valor que otro por su rol o desempeño cotidiano? ¿Acaso se puede afirmar que un docente merece más la libertad que un farmacéutico dentro del equipo de salud, o más que un carpintero, un chofer, profesional independiente, artista, entre otros? ¿Puede adueñarse una dirigencia de todos los galardones?
Además de esto también entender, que ante las circunstancias presentes y futuras la libertad de no hacer nada puede tolerarse, pero la libertad de ser cómplice o testarudo no, porque el desaliento no es lo mismo que la indolencia.
Hasta que se restituya la institucionalidad del Estado, parte de las libertades individuales deben cederse a lo general, solo por un momento para rescatar a la República; tanto que, desde los sacrificios hasta los galardones sean activos para todos los ciudadanos. No es poca cosa e incluso las bases de este contrato deben ser escritas.
La convivencia a través del contrato, va en la procura de las garantías políticas y humanas. El sentimiento de libertad tiene que rodear y penetrar a los pobladores de Venezuela.
@abrahamsequeda