Tras años acumulándolos, un grupo de científicos ha estudiado de cerca centenares de heces, vómitos y restos estomacales de los tiempos en los que aparecieron los dinosaurios y dominaron el planeta. Su forma y su contenido, a veces insectos o peces aún por digerir, les ha permitido responder a una pregunta clave para saber cómo eran aquellos ecosistemas: quién se come a quién. La respuesta, que acaban de publicar en la revista Nature, puede explicar uno de los mayores misterios de la vida sobre este planeta: cómo unos animales pequeños y escasos en origen, ascendieron hasta la cúspide, diversificándose extraordinariamente en tamaños y formas, ocupando casi todos los nichos ecológicos, hasta el punto de que solo un asteroide pudo expulsarlos del trono tras millones de años de dominio.
Por: El País
Se sabe tanto del fin de los dinosaurios, como poco de sus inicios. Según el registro fósil, aparecieron hace unos 230 millones de años en la porción sur de Pangea, el supercontinente en el que entonces estaban agrupadas las masas terrestres. Los restos más antiguos se han encontrado en lo que hoy son Argentina y Brasil. Hace una década se halló otro, el Nyasasaurus parringtoni, en la actual Tanzania, aún más antiguo. Pero tanto el país africano como los dos americanos estaban entonces en la región meridional de Pangea, así que no invalida la idea de que venían del sur. Aquellos primeros saurópsidos eran pequeños, no más grandes que un perro, y, como dejó escrito el paleontólogo de la Universidad de Brístol (Reino Unido), Michael Benton, fueron “insignificantes” durante mucho tiempo, tanto en número, como en dominio del espacio ecológico. Sin embargo, hace unos 200 millones de años, en los inicios del periodo Jurásico, ya representaban hasta el 90% de los animales del planeta. Hay muchas teorías sobre cómo conquistaron la Tierra, pero casi todas apuntan a dos ideas: o contaban con una serie de innovaciones y adaptaciones que les hicieron superar al resto o un factor externo —como un cambio climático— eliminó su competencia. El nuevo trabajo usa un enfoque original y novedoso para despejar dudas: el análisis de las heces (coprolitos), los vómitos (regurgitalitos) y restos estomacales (cololitos), que, agrupados, se conocen por el aséptico nombre de bromalitos (comida petrificada).
Hace años dos investigadores del Centro de Biología Evolutiva de la Universidad de Uppsala (Suecia), Martin Qvarnström y Grzegorz Nied?wiedzki, realizaron un estudio piloto con heces fosilizadas. “Nos dimos cuenta del enorme potencial de los coprolitos para reconstruir las redes alimentarias del pasado. El proyecto ha crecido y crecido, dando como resultado este modelo sobre el surgimiento de los dinosaurios”, cuenta Qvarnström, primer autor del nuevo estudio, en un correo. “El material de investigación se recopiló durante 25 años; nos llevó muchos años reunirlo en una imagen coherente”, destaca Nied?wiedzki en una nota de la universidad sueca. Usando sofisticados sistemas de imagen como la microtomografía sincrotrón, pudieron no solo analizar, sino también ver qué había en los coprolitos. Han encontrado restos de distintos animales, de peces casi enteros o de artrópodos, como unos escarabajos, completos. También huesos con marcas de dentelladas o fragmentos de cráneos. No solo se fijaron en su contenido, también les interesaba la forma de la caca.
“Debemos utilizar sus formas, tamaños y contenidos para entender quién los produjo y qué comieron sus productores”, explica Qvarnström. “Al hacerlo, podemos reconstruir la estructura de los ecosistemas del pasado, paso a paso, y finalmente reconstruir redes tróficas completas, ¡un trabajo tedioso, pero fascinante!”, detalla. “Las formas pueden decirnos algo sobre el animal que produjo las heces. Por ejemplo, los tiburones y muchos peces tienen un intestino en espiral y producen excrementos con forma de espiral”, completa.
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