Todos los trabajadores en Venezuela, jubilados y pensionados somos altamente vulnerables. ¿O no es evidente en, por ejemplo, la cantidad de profesionales de alto rango, como profesores universitarios del más elevado nivel, solicitando ayuda pública para su atención en salud? En eso consiste la explotación. En el abuso de la vulnerabilidad. Te doy esto como remuneración y atención. Lo tomas y te queda buscar otro tigre con el cual completar tus necesidades para la sobrevivencia. O te vas a realizar trabajos por tu cuenta, sin asidero alguno.
Obviamente que los trabajadores, pensionados y jubilados están recibiendo un estipendio menor a los trabajos que se realizan. Esto se evidencia con mucha notoriedad, al comparar profesiones y oficios y sus pagas en otros países de la región. La explotación laboral en Venezuela es demasiado clara. De allí que, al régimen explotador que nos domina, se le haya ocurrido que somos una excelente plaza, por barata en lo laboral, para el desarrollo de las Zonas Económicas Especiales. ¿Qué fue de esas Zonas? Nada. Margarita ni electricidad tiene ya.
¿Alguna mejora en números económicos macro a expensas de la explotación laboral permanente? ¿A expensa de la huida siniestra de nuestros conciudadanos? De algún modo, también siniestro, se nos está forzando a trabajar así, a financiar, sobre todo en la administración pública, a este régimen criminal. Cada vez que se incrementa, a diario ahora, el valor del dólar, se reducen los ingresos de los trabajadores y se encarece el costo de la vida. ¿Quien paga la merma? El trabajador y sus familias.
Indudablemente, estamos ante un caso de renovada esclavitud moderna. Por allí salió el presidente de Fedeindustria Orlando Camacho, ayer a señalar que todos los trabajadores en Venezuela cobramos al menos doscientos dólares mensuales. Dijo que los de la administración pública llegamos a ese monto, para él fabuloso, porque se nos cubre la comida y el transporte. Sueña o delira. Por decir lo menos. Debe revisar muy bien. Debe darse un paseíto, aunque sea de lejos, por lo que vivimos los trabajadores o jubilados de la educación, por ejemplo, para que constate su error. Muy por debajo de esos doscientos dólares que él señala como positivos. También debe darse un paseíto por los mercados, para que vea cómo explota a sus trabajadores y a los de quienes dirige en esa corporación. La canasta alimentaria traspasó hace tiempo los quinientos dólares, según Cenda. ¿De que habla con esos doscientos? ¿De alguna calidad de vida de la qué alegrarse y no salir corriendo del país o del trabajo? ¿De qué?