Llegar a la casa de la familia Duno Faneite es imaginar que nadie vive en esta, pues parece una vivienda abandonada. Sin embargo, desde la entrada se puede ver una gruta donde está la imagen del doctor José Gregorio Hernández, a quienes sus habitantes creen que se debe que la casa no se les ha caído encima.
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La vivienda, ubicada en la calle Borregales del sector Monte Verde de Coro, capital del estado Falcón, es de bajareque, que es un sistema de construcción de viviendas a partir de palos o cañas entretejidos y con recubrimiento de barro.
Esta técnica se ha usado desde épocas remotas en pueblos indígenas de América, y en Coro y La Vela, muchas de ellas forman parte de la historia de la región.
En la casa viven Adriana Marina Duno de Faneite, de 68 años, su esposo Manuel Faneite, de 70 años, y dos de sus nietos. Desde hace al menos 20 años, la casa ha ido cayéndose por falta del mantenimiento adecuado, que deben hacer artesanos especializados, pero la familia no cuenta con los recursos, porque es muy costoso, incluso, más que hacer una pared de bloques. Además, estas casas tienen una protección legal y no pueden ser intervenidas con cemento en aras de preservar la historia de Falcón y Venezuela.
La familia se ha ido mudando a la parte posterior de la vivienda, la cual han intervenido con cemento y lograron construir un cuarto, un baño y la cocina, porque toda la zona que tiene bajareque está a punto de caer.
De los techos cuelgan los pedazos de palos y las paredes están desviadas, y se les ha caído todo el friso. La familia ha pedido en innumerables oportunidades ayuda gubernamental, pero no la han recibido.
Desde hace más de 10 años, Protección Civil les entregó un documento donde se expresa que la casa está en riesgo y no está apta para vivir, pero la pareja de sexagenarios no tiene para dónde mudarse con sus dos nietos.
Aunque Manuel Faneite trabajó muchos años en el gobierno regional y municipal, nunca logró que atendieran su solicitud. Su esposa también fue una empleada pública por más de 20 años como bedel en una escuela.
Los hijos de esta pareja lograron salir de la casa, luego de estar varios años en refugios, pero la vivienda, que es una herencia familiar, no ha podido ser recuperada.
Aunque duermen en una pieza de cemento, los riesgos de que la casa ceda en su totalidad durante los tiempos de lluvia, no los deja dormir en las noches. El terror de que estén en algún lugar de la casa y pase una desgracia, los mantiene con los ojos abiertos.
Mientras más lluvia, más cede la casa, porque sus techos están al descubierto prácticamente, además el drenaje está casi inoperativo. “Esto se nos llena cuando llueve. Uno reza para que no llueva, porque la casa nos puede caer encima”, dijo Adriana Marina.
La esperanza es que el gobierno regional y municipal escuche las múltiples solicitudes que han hecho para que atiendan la emergencia y auxilien las necesidades de esta familia y de la casa histórica.