El chisme, entendido como el intercambio de información personal sobre terceros ausentes, es una práctica cotidiana que puede tener tanto consecuencias negativas como beneficios evolutivos.
Por: lapatilla.com
Según un artículo publicado por el diario argentino La Nación, las consecuencias de los chismes dependerán de la intención del mensajero. Pueden generar desconfianza, malentendidos y conflictos, especialmente cuando se distorsiona o exagera la información. Algunos incluso los utilizan para desviar la atención de sus propios problemas.
No obstante, investigaciones recientes, como un estudio de las universidades de Maryland y Stanford, han demostrado que el chisme tiene “ventajas adaptativas”.
Utilizando modelos de teoría de juegos evolutiva, los investigadores concluyeron que los chismosos tienen mayor probabilidad de recibir cooperación y beneficios sociales. El 90% de los participantes en la simulación virtual adoptaron esta estrategia, mostrando cómo el chisme puede fomentar la cohesión y la cooperación grupal.
La profesora Michele Gelfand subrayó que los chismes no solo son una forma de compartir información, sino una herramienta para influir en el comportamiento social. Esto explica por qué, a pesar del tiempo y esfuerzo que requieren, han evolucionado como una estrategia adaptativa.
En palabras de los investigadores, los chismosos inspiran a otros a seguir esta práctica debido a las recompensas sociales que reciben, perpetuando así el ciclo del chisme.
Desde una perspectiva neurocientífica, expertos como Alejandro Andersson y Lucía Zavala, explicaron que los chismosos tienen una mayor actividad cerebral en áreas asociadas con la empatía y la toma de decisiones. Sin embargo, ambos coinciden en que si al chisme se le da un uso excesivo, con intenciones dañinas, puede deteriorar vínculos, generar estrés y afectar la salud mental.
Puedes leer el estudio completo en La Nación