El suicidio que no fue: la historia de cómo Gabriel García Márquez escribió “Cien años de soledad”

El suicidio que no fue: la historia de cómo Gabriel García Márquez escribió “Cien años de soledad”

El escritor colombiano Gabriel García Márquez escribe su libro “El otoño del patriarca” en su residencia de Barcelona el 14 de noviembre de 1970. (AFP vía Getty Images) -/AFP/AFP via Getty Images

 

De Cien años de soledad, considerada por muchos como la novela en español más grande desde Don Quijote de la Mancha, se han contado numerosas historias y anécdotas a veces dotadas de la magia que el libro inspira. La más famosa, quizá, es la epifanía de Gabriel García Márquez mientras conducía su auto Opel blanco —en camino a unas vacaciones familiares a Acapulco— para idear la primera frase de la obra, algo que terminó prematuramente el paseo y puso a andar la maquinaria maravillosa de la novela. Se trata de una versión algo exagerada que Gerald Martin, el biógrafo de Gabo, desmintió parcialmente en Gabriel García Márquez: una vida, aunque demuestra la magia que siempre rodeó la obra del Nobel colombiano.

En 1987, el escritor dijo que la novela nunca sería una película, sino quizá “un serial de televisión”. Y ahora Cien años de soledad llega a las pantallas de Netflix como una serie extensa que, según Rodrigo García Barcha, productor e hijo de García Márquez, cuenta con las condiciones de llevar al ámbito audiovisual el relato épico de Macondo. Lo cierto es que alrededor del libro más universal y conocido de Gabo hay una serie de anécdotas insólitas que solo le aportan mística a la historia. Y la primera de ellas es un suicidio que no fue.





Las desventuras de un escritor

“Escribir libros es un oficio suicida”, sentenció con franqueza lapidaria García Márquez en su primera columna después de terminar la redacción de Cien años de soledad. En “Desventuras de un escritor de libros”, el colombiano abordaba los vericuetos y desafíos de la labor, explicándoles a sus lectores lo mal remunerado y exigente que era el proceso de escritura de una novela, que puede llevar a que “tantos hombres y mujeres se hayan suicidado de hambre”. Gabo detallaba que se necesitaban “dos años y veintinueve mil doscientos cigarrillos” para escribir un libro de 200 páginas y que lo que un escritor gastaba en cigarrillos superaba por mucho lo que terminaría recibiendo de pago.

En su caso, no fue así, ni lo uno ni lo otro: la novela la escribió en menos tiempo —18 meses, dijo, aunque en realidad fuera una idea que llevaba toda su vida ideando— y gastó no solo en los cigarrillos que se fumó, sino que él y su esposa, Mercedes Barcha, tuvieron que vender el Opel, electrodomésticos y empeñar joyas para costear la empresa de redacción. García Márquez había renunciado a su trabajo en una agencia de publicidad en México para dedicarse de lleno a la novela. Trabajaba en su máquina de escribir Olivetti sin parar de 8 de la mañana hasta las 2:30 de la tarde, el tramo en que sus hijos estaban en el colegio, en un pequeño cubículo en su casa de Ciudad de México.

La trama de la novela, como explica Martin y deja entrever el mismo García Márquez en Vivir para contarla, está formada —con la magia de su narrativa— a partir de las vivencias del autor, las historias de su familia y ancestros, las fábulas que sus abuelos le contaron en su niñez y la inspiración de lo mejor de la literatura universal que Gabo leyó con ojos bien abiertos: hizo confluir en el texto los grandes mitos occidentales con el universo inventado que creó como espejo de su propio origen, Macondo, una epítome de todo el Caribe.

En el proceso de redacción, amigos cercanos leían o escuchaban en boca de Gabo los avances de la novela. La más famosa de ellos, quizá, fue María Luisa Elío, a quien el autor le dedicó el libro. “Me daba pedazos a leer (…) Y desde ese momento sí te vas dando cuenta de que eso es una maravilla. Él lo sabía”, le dijo Elío a Silvana Paternostro, quien recogió las voces de los testigos de la creación de Cien años de soledad en la biografía oral Soledad & Compañía.

Según le contó el escritor a la periodista y escritora mexicana Elena Poniatowska en una entrevista de 1973, para cuando terminó la novela, en 1966, debían varios meses de alquiler y el dueño de la casa había cedido varios veces a los plazos impuestos. Cuando concluyó la escritura, ahogado en deudas, García Márquez volvió a escribir guiones cinematográficos, uno de los oficios a los que se dedicaba para vivir en México.

Al final, fueron 1.300 páginas, 30.000 cigarrillos y debía 120.000 pesos mexicanos, dice Martin.