También dijo entonces con mucha claridad, que el éxito de las elecciones en Venezuela era crucial para la estabilidad regional e internacional, para la comunidad mundial e incluso para Noruega, sin embargo, a más de cuatro meses del tremendo fraude electoral, el atrincheramiento de Maduro en el poder, la brutal represión y persecusión policial y militar de su régimen contra civiles, las voces internacionales que se alzan en contra de Nicolás Maduro, la respuesta de Noruega ha sido escueta y su silencio, ante la arbitrariedad y la tiranía, ensordecedor.
Muchos venezolanos que hemos seguido la cronología de la participación mediadora de Noruega desde el año 2017, coincidimos que la misión diplomática de este país, ayudó a garantizar la continuidad del régimen de Nicolás Maduro, en lugar de cualquier desarrollo significativo hacia el Estado de Derecho y una democracia que funcione en Venezuela. En torno a esto se levantan algunas preguntas, sobre qué intención o propósito tenían o tienen realmente quienes decidieron que Noruega se involucrara en esto.
¿Tenía Noruega la genuina y buena intención de contribuir a la democratización, el respeto de las libertades fundamentales y los derechos humanos en Venezuela, pero juzgó completamente mal las intenciones de Maduro y el probable resultado de dicho proceso?
De haber sido así, entonces es obvio que fracasaron estrepitosamente.
¿O podría ser que hubiera otras causas subyacentes?
Y es que en la mayoría de los países occidentales, incluida Noruega, existe simpatía y afinidad por la ideología y la retórica comunistas defendidas tanto por Maduro como por su predecesor, Hugo Chavez, y no sólo en la extrema izquierda sino también en los partidos socialdemócratas “tradicionales”. Entonces, no es inconcebible que, con la base de tal afinidad ideológica entre los responsables políticos noruegos, en realidad supieran que, con un prolongado calendario de reuniones, Maduro podía y pudo cimentarse en el poder.
O tal vez debemos especular sobre una agenda más personal ¿Podría ser que alguien en el Ministerio de Asuntos Exteriores, (o en otra parte de la estructura de poder), haya previsto la posibilidad de un momento de gloria?
Por ejemplo, los Acuerdos de Oslo en la década de los 90´s fueron un triunfo tanto para Noruega como para quienes los pusieron en marcha. Cabe destacar que Los Acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP, (Organización para la Liberación de Palestina), resultaron como una condecoración muy alta que, hasta el momento los últimos gobiernos de Noruega no han logrado replicar, en materia de paz a pesar de que se ha comprometido con partes como las FARC, los talibanes o Nicolás Maduro y sus ministros criminales.
En el mes de mayo pasado, el ministro de relaciones exteriores Espen Barth Eide se fotografiaba con el embajador de Maduro en Oslo, con una sonrisa de compadres en el marco del día nacional de Noruega, mientras esto sucedía, ya muchos opositores estaban siendo detenidos y María Corina Machado había sido inhabilitada aunque ganó las primarias. Ya el CNE planeaba dejar por fuera del padrón electoral a millones de venezolanos en el extranjero y justo la embajada en Oslo, que atiende a siete países, no permitió que se inscribieran residentes de Dinamarca o Suecia.
Al mismo ministro noruego le pregunté en rueda de prensa con medios internacionales cuáles serían las acciones que su administración tomaría contra Maduro de negarse a aceptar un resultado electoral, porque las primeras encuestas ya daban por ganador a Edmundo Gonzalez, él dijo “presionar”.
¿Y si no hace caso?, insistí. -Presionaremos aún más, aseguró. Pero el tiempo pasó y Noruega ni presionó ni ha dicho “mú”.
Noruega sabe de la Operación Tun Tun, sabe de las desapariciones y detenciones arbitrarias, sabe de la violación de derechos humanos, sabe que la oposición democrática -o más bien el legítimo ganador de las elecciones- es calificada casi a diario de terrorista, fascista, ultraderechista y delincuente en los discursos del régimen, sabe de los venezolanos en situación desesperada en Islandia. Sabe de los rehenes en la embajada de Argentina, resguardada por Brasil, sabe de la clandestinidad de Maria Corina Machado, pero calla.
Noruega sigue dando aire y dinero a los irregulares, y es bueno preguntarse a estas alturas, ¿a quién del cuerpo diplomático mediador le toca responder al deber moral con los venezolanos que una acción de rescate de la Democracia de esta envergadura supone? Cuando ni siquiera, otorgan con celeridad asilo a los que esperan en un limbo. sin un permiso de trabajo o un número legal para vivir fuera de los campos llenos cientos de personas de diversas nacionalidades, sin saber si los deportarán en cualquier momento.
Al callar las autoridades de Noruega, los grandes medios nacionales también muestran poco interés. Los venezolanos de la diáspora, sin rendirse, siguen manifestando, enviando cartas a los diferentes actores, tratan de abrirse un espacio en las discusiones académicas y en medios locales para educar, sí, educar al ciudadano común que piensa que en Venezuela hay escasez y corrupción pero no una gobierno de facto donde se torturan adolescentes y niños. El apoyo de Noruega con los grupos organizados democráticamente es casi nulo.
Maria Corina Machado ya lo dijo en su última aparición virtual con periodistas, parafraseando, dijo: la historia será implacable con los que callan o se ponen del lado del mal, con los equidistantes. Y en el caso de Noruega, es más que tibieza, es el cubo de hielo en la sopa.
Y mientras que Nicolás Maduro aunque débil, controla las milicias y fuerzas armadas, al menos hasta que llegue el 10 de enero próximo, ejerce aún más su cobardía con asedios, torturas y destruyendo lo que queda del país, vuelvo a la cuestión inicial, ¿cómo cree el Secretario de Estado Andreas M. Kravik que le fue en su examen? Pues, raspa´o.