En sus oficinas de Miami, el reconocido abogado de migración Willy Allen recibió la semana pasada a una señora nicaragüense preocupada. Más que preocupada, asustada. Desde que cruzó la frontera en 2007, ha permanecido en Estados Unidos “sin ningún tipo de documentación” legal. Tiene el miedo evidente que acompaña a millones de migrantes ilegales y, por tanto, ha comenzado a imaginar todos los escenarios futuros posibles: que le toquen a la puerta de la casa y carguen con ella; que sin esperarlo, lleguen los agentes de ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos) a su trabajo; que la suban de un día a otro a un vuelo de deportados. La señora quiere saber si tiene aún posibilidad de escapar de cualquiera de estos desenlaces.
Por El País
No es lo que a Allen le gustaría decir, pero tuvo que comunicarle que probablemente no hay nada que pueda hacer ahora mismo. “¿Qué posibilidad tiene? Ninguna”, dice Allen. “Le expliqué que en estos momentos no podía legalizarla. Tiene un niño de 15 años, pero eso no es garantía”.
Entre todos sus miedos, ese es el mayor: que a su hijo menor de edad, que nació en Estados Unidos, lo deporten o lo tenga que dejar solo. Nadie sabe con precisión cómo el presidente electo Donald Trump llevará a cabo las promesas de campaña que lo llevaron a la Casa Blanca, pero ha dicho, sin vacilar, que no tendrá reparos cuando la deportación se trate de familias con estatus mixto. Es decir, la supuesta “deportación más grande de la historia” podría no ser de 11 millones de migrantes, la cifra oficial de indocumentados en el país, sino de unos cuantos más. “No quiero estar rompiendo familias, así que la única manera de no romper la familia es mantenerlos juntos y enviarlos a todos de vuelta”, dijo el republicano en una reciente entrevista en el programa Meet the Press, su primera entrevista desde las elecciones.
Las constantes amenazas que lanza sin reparos contra los migrantes indocumentados en el país, el Proyecto 2025 que promete acabar con la inmigración ilegal, o las declaraciones y perfiles del equipo de personas que ha nombrado para su próximo mandato no han hecho más que infundir miedo entre la población migrante. Las firmas de abogados y las organizaciones sin fines de lucro que apoyan con asistencia legal ya han comenzado a sentir, en las puertas de sus oficinas y en sus buzones de entrada, el saldo de la ansiedad con que hoy viven tantas familias.
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