Amo la Navidad. Es una época extraña de contrastes en la que abunda una nostalgia por lo amado, aunque nunca falta quién tergiversa el sentido y le busca las cinco patas al gato.
La Navidad es una temporada en la que históricamente las diferencias económicas han marcado la manera cómo muchos la perciben. “Unos van alegres, otros van llorando”, reza una de las canciones más populares de iconografía musical venezolana en la voz de Cheo García junto a Billo´s Caracas Boys. ¡Una gran realidad!
Ebenezer Scrooge, por su parte, simbolizaba las luchas sociales del siglo XIX y las grandes diferencias entre clases en la Inglaterra que conoció y narró Charles Dickens en la novela de 1843 A Christmas Carol. Pero sin duda, la Navidad es más que eso.
La Navidad, en esencia y sentido, es el cumpleaños no exacto de Jesús (como ironizan muchos memes en las redes sociales), ya que la polémica por la fecha y mes exacto del nacimiento de Cristo entra en cuestionamientos constantes ya que ni Mateo ni Lucas, los únicos evangelistas en la biblia que narran el nacimiento de Jesús, arrojaron certezas que disiparan las dudas. Para mí ese no es el problema.
Si a la falta de certezas sobre la fecha exacta del nacimiento de Jesús, agregamos la disputa sobre quién y cuándo trae los regalos navideños, o quién ocupa más adornos en las casas: si el niño en el humilde pesebre o la figura del gordo barbudo vestido de rojo, el caso entra en un nuevo nivel de polémica más profundo como argumento para los detractores de la Navidad y del consumismo de la época en torno a ambas figuras.
Santa Klaus, San Nicolás o Papá Noel, enreda más el papagayo y es que la figura regordeta y bonachona que conocemos pone en tela de juicio a quién celebramos en Navidad. Lo cierto y concreto es que Kris Kringle, promulgado por Martín Lutero durante la Reforma en su búsqueda por acabar con el culto a los santos católicos e incentivando la atención en Kris, o “Christkindl”, como lo llaman en Alemania y muchos países europeos; haría parte de la inmensa fusión entre San Nicolás de Bari, Mikulás en partes de Europa, Father Christmas en el folclore inglés y el Sinteklaes holandés, todos licuados por el prolífico escritor Washington Irving en el nuevo continente quién lo menciona en su texto “Una historia de Nueva York” de 1809. Posteriormente, se cree que Clement Clarke Moore, amigo de Irving, en Estados Unidos se inspirará en sus escritos en 1823 para describir por primera vez al Santa que conocemos en el tradicional poema “La noche antes de Navidad”, o “La visita de San Nicolás”, como se le conoció originalmente.
El gordito que nació similar a un gnomo bonachón, fue perfeccionado por el caricaturista Thomas Nast quién lo ilustró en 1863 para ilustrar el poema de Moore, sentando la base del personaje que conocemos hoy y que sería masificado mundialmente gracias al ilustrador Haddon Sundblom en Estados Unidos en 1931, bajo encargo de Coca Cola, tal como vemos cada año en sus productos y campañas desde entonces.
Lo cierto es que el tema religioso y comercial ha provocado controversias entre el Niño Jesús y Santa Claus, no olvidemos que en el momento en que Moore escribió el poema “La noche antes de Navidad”, la Navidad se consideraba la festividad familiar preferida, aunque los protestantes continuaban percibiéndola como el resultado de la “ignorancia y el engaño católico”. Moore hizo que San Nicolás llegara la noche de Víspera, hábilmente, desviando los flashes del tradicional día de Navidad con sus asociaciones religiosas que causaban controversia y creando una dicotomía de fe, creencias y simbología entre el nacimiento de Jesús y la figura de Santa Claus que persiste hasta el día de hoy.
Yo respeto las creencias de cada persona, pero creo fervientemente en Dios y siento que es innegable, sea que nos guste o no la Navidad, que seamos entusiastas de la misma o unos Grinch, personaje creado por el gran Dr. Zeuss en la literatura infantil norteamericana, que no existe duda que la evocación final del nacimiento de Jesús llena de una atmósfera distinta la época; con el respeto por todo lo aportado a la magia de estos días por Papá Noel.
La celebración de la encarnación de ese Dios que muchos reclaman que no pueden verlo olvidando el milagro de la vida, de un nuevo día con su majestuosidad, la pintura del cielo que nos recuerda que estamos vivos, la magnificencia de la naturaleza, el abrazo de una madre, de un padre, o el beso sincero del amor, son pruebas irrefutables de ese ser que está más allá de nosotros y que celebramos simbólicamente y que se siente porque su magia está el ambiente por el simple hecho de recordarlo. Dios es amor, reza la primera carta del apóstol Juan en la biblia.
No importa lo que creas o cómo lo percibas, no olvides que hay algo más grande que nosotros y que en Navidad se recuerda, se celebra y se debería adoptar para el resto del año. Abraza, perdona, ama… No importa si Jesús nació o no en diciembre, si Santa Claus es hoy más icónico o quién traiga los regalos, si es que los hay. El hombre es la obra de Dios, como sea que lo percibas y, por consiguiente, Santa Claus lo es también o el Grinch (por ser creados por hombres), o quién quieras creer que trae los regalos o quieras usar en tus decoraciones navideñas.
Para ustedes, simplemente, feliz Navidad.