Podría ser la última Navidad que pasen los hermanos Menéndez en prisión, ya que el próximo año tendrán que dictar una nueva sentencia.
Por Mirror
Lyle y Erik Menéndez, conocidos como los “hermanos malcriados” tras asesinar a sus padres antes de emprender una juerga de compras por valor de medio millón de libras en 1989, fueron encarcelados definitivamente en 1996 y se les dijo que no tenían posibilidad de libertad condicional. La pareja nunca ha negado haber acabado con la vida de su padre, José, y su madre, Kitty, en su mansión de Hollywood, en una escena del crimen tan horrible que el médico forense de Beverly Hills dijo que era la primera vez que entraba en una escena en la que necesitaba un paraguas.
Sin embargo, los hermanos siempre han afirmado que los mataron a tiros en defensa propia después de años de abuso sexual, físico y emocional. Las incansables apelaciones a lo largo de los años han sido infructuosas para los hermanos hasta hace poco, cuando salieron a la luz pruebas impactantes que podrían estar a punto de cambiar su destino. El mes pasado, Lyle y Erik, que han pasado 34 años tras las rejas, comparecieron ante el tribunal por primera vez en 28 años después de que los fiscales afirmaran que deberían ser sentenciados de nuevo, dado que habían sido “sometidos a una enorme cantidad de disfunción en el hogar y abusos”.
George Gascón, el fiscal de distrito del condado de Los Ángeles, recomendó que los dos hombres recibieran una nueva sentencia, un paso que se espera que conduzca a su liberación. Sin embargo, la audiencia se ha pospuesto hasta fines de enero, lo que significa que pasarán otra Navidad tras las rejas. Entonces, ¿cómo se ve la situación para la pareja? Los hermanos Menéndez están alojados en la misma prisión, Richard J. Donovan Correctional Facility, en San Diego, California. Erik, de 53 años, ha estado allí desde 2013 y se le unió Lyle, de 56, en 2018.
Según MailOnline, la instalación tiene un enfoque de “mano blanda” y ofrece yoga, lecciones de arte, entrenamiento de perros guía y programas de educación universitaria. La prisión también alberga un “Echo Yard” experimental, una unidad que opera fuera de las “reglas normales de la prisión”, informó The San Diego Union-Tribune hace seis años.
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