Hace dos años, cuando los primeros autobuses con inmigrantes procedentes de la frontera sur llegaron a Manhattan, parecía poco más que una maniobra política. Si Nueva York quería ser una ciudad santuario, el gobernador republicano de Texas estaba encantado de ayudar enviando autobuses llenos de inmigrantes.
Por Luis Ferré-Sadurní | The New York Times
Nadie podría haber previsto lo que ocurriría después.
Poco más de 225.000 migrantes han llegado a la ciudad de Nueva York desde 2022. Se han gastado más de 6000 millones de dólares en una serie de refugios que se convirtieron en el mayor sistema de alojamiento de emergencia para migrantes del país.
Cientos de hoteles y edificios de oficinas vacíos que fueron muy impactados por la pandemia encontraron una nueva vida adaptados como refugios. Campos de béisbol y almacenes se convirtieron en dormitorios tipo barracas para alojar a migrantes provenientes de países como Venezuela, Perú, Marruecos y Sudán.
Los cambios fueron más allá del esfuerzo por alojar a la gente. La política también cambió. Nueva York se vio envuelta en la ira nacional por la inmigración que ayudó a Donald Trump a reconquistar la presidencia.
Los votos por el presidente electo aumentaron en una ciudad que solía ser hostil con él, y la afluencia hizo que el alcalde Eric Adams, demócrata, reconsiderara uno de los principios fundamentales de la ciudad: que debe proporcionarle una cama a cualquiera que necesite alojamiento.
Lea más en The New York Times