Existe un territorio sin límites, un reino gobernado por la fantasía y la elucubración. No rigen las leyes del tiempo ni del espacio, y la lógica es una cortesía, no una obligación. En esta dimensión, cualquiera puede ser un astronauta-poeta, en un cohete impulsado por sueños, o un chef que cocina estrellas en un sartén de galaxias.
La elucubración es un ejercicio cerebral que se desenvuelve en un carnaval de ideas enmarañadas, un baile de máscaras atiborrado de suposiciones. Es inútil, pero permite escapar de la monotonía del sentido común, invitándonos a contemplar la posibilidad de que la vida sea un chiste cósmico, y nosotros, los mortales, el remate. Un sainete falso para vagabundear en galimatías de miopes. Sin embargo, cuando la verdad impone fecha y hora, las realidades se presentan con su crudeza.
La fantasía, cuestiona el presente y lo reinventa. ¿Por qué conformarse con un paseo en el parque cuando en la mente puedes cabalgar dragones sobre praderas de nubes? Soñar despierto, ¿es acaso un acto revolucionario? No todas las fantasías son inofensivas; algunas son fraudes diseñados para encandilar con promesas de gloria a cambio de postergación.
Arreados en manada bajo la vigilancia de quienes encubren informes y disfrutan lo mal habido, asisten crédulos al espectáculo del socialismo desprestigiado, cuyo mérito es premiar la majadería y pusilanimidad. Serviles esconden la extraordinaria participación ciudadana que demostró deseos de cambio, madurez política y rechazo al fraude legitimador.
Los impostores quedarán castrados moralmente, aunque indemnizados en su gentileza inmoral, confiando erróneamente que la ignominia y el deshonor asegurarán su poder social, político y económico. Pensar que el comunismo puede sostenerse sobre una mayoría ficticia es una necedad. Ofrecerán migajas y, tras la comedia, se vanagloriarán de una legalidad que no tienen, ignorando la voluntad ciudadana en un intento desesperado por evitar la justicia.
Fracasan por su impericia, mal proceder y malos hábitos. Reciben una lección de rechazo popular a la picardía y el engaño, que no saben interpretar. Para tranquilidad de una ciudadana de principios éticos y morales, huirán, convirtiéndose en un mal recuerdo, una pesadilla que no se debió experimentar.
Pactar tiene precio. La interlocución encuentra el camino con el socorrido coloquio. Se anhela una salida honorable, y al menor costo político; pero la sandez endógena, entrega y evalúa su beneficio. Los otrora aliados apuestan a la cesantía, pero bisagras del tinglado no autorizan dimisiones. Despedirlo, sería una ruptura con antelación sin posibilidad.
Deyecciones se iniciarán cuando el escamoteo se perfeccione. El hedor se hará evidente cuando las limosnas sean irrigadas entre los encubridores. En el cenáculo, el debate girará en torno a si el mando es legítimo o apenas una autocracia más. Las medidas legislativas, sin convencimiento, no tienen motivo y carecen de razón.
La realidad es implacable. El perjurio con frustración, ignorar la situación y evadir el repudio, llevará inexorable a un proceso de cambio, arduo pero necesario. La extorsión, opresión y violaciones a los Derechos Humanos serán el testimonio de su descomposición. La confianza ciudadana se agotó, y no cederá en su derecho de reclamar su decisión. Si el poder se impone fraudulento, desgracias e infortunios serán el precio de su obsesión.
No hay entusiasmo por minorías derrotadas y apresuradas devociones. La cordialidad se extinguió y el compañerismo quedó en el pasado. En el escenario político, el enfrentamiento es el de hienas hambrientas, despojadas de cualquier rastro de dignidad. La prevaricación, acicalada de lucha, ha terminado siendo la mayor traición.
Es hora de cancelar y enfrentar consecuencias. Los críticos no son culpables, sino los estafadores que una y otra vez han burlado la voluntad ciudadana. Rompieron compromisos e irrespetaron la palabra empeñada, no merecen continuar. Es momento de que los legítimos, aquellos con valentía y coherencia, asuman el liderazgo.
La mente humana no nació para ser una máquina de calcular, sino una fábrica de imposibles. Así que, si te descubres absorto en una idea loca, no te apresures a descartarla. Tal vez sea la chispa que encienda una nueva realidad. O, al menos, el inicio de un gran cuento.
@ArmandoMartini