William Anseume: De los desconciertos

William Anseume: De los desconciertos

Resulta inocultable: los venezolanos andamos desconcertados, permanentemente desconcertados. Nadie entiende, por ejemplo, porqué el Consejo Nacional Electoral no dio resultados oficiales determinantes. Allí comienzan las desconcertantes elucubraciones. Se elucubra dentro y fuera del país. Con una conclusión: no entregan resultados porque no les convienen.

Otros aceptan los escondrijos verbales como realidad objetiva. A conveniencia. Mientras, oficialmente, países que lucían más serios en América Latina, como Brasil y Colombia, niegan reconocer aquello que no sea oficialmente reconocido. A conveniencia de otros, de los suyos aquí, a los que tampoco han dado un certero apoyo directo en aras de su credibilidad en nuestra región y el mundo. ¿Cómo pararse ante el orbe a reconocer lo irreconocible, lo inaceptable? Digamos, ladrón es ladrón en cualquiera parte, incluso en Brasil y Colombia. En Rusia no. Porque en Rusia no hay ladrones ni homosexuales. Y a los panas se les perdona todo, con tal de que sigan el poder. ¿Verdad, Putin?

La demostración más fehaciente y reciente de la derrota no fue electoral. Ocurrió el primer día del año, en la supuesta celebración por la llegada de este nuevo período, el 2025. La medición más sublime de haber perdido todo. Una fiesta gratuita, con invitados nacionales e internacionales, pero sin celebrantes. Hubo más partícipes festivos en el rincón de mi pueblo donde se reunieron para lo mismo: darle entrada con alegría al año que comienza, el de la libertad. En un canal oficial observé la reseña, desconcertado por la ausencia de celebrantes en el concierto. Insólito. La nada los acompaña. No la nada filosófica. La nada nada. Perdieron el respaldo hasta de sus familiares. Desconcertante para ellos y nosotros.





Lo que causa más desasosiego en la población es la mirada al futuro inmediato. El: ¿qué va a pasar? Nos movemos en la desconcertante incertidumbre. Sin maneras de labrar un plan por absurdo que parezca. Flotamos en la espera. No en la esperanza exactamente. En la espera de que algo ocurra. Para poder definir la existencia. Si alguien quería irse, se frena, porque es posible que ocurra esto. Y si se queda es posible que ocurra lo otro. Por supuesto, nadie elabora en su mente un aspecto exactamente positivo. Tenemos más bien el sentido de lo trágico. Que si nos salvamos hablamos de milagros y no de griegos con miradas múltiples al olimpo.

Según el valioso diccionario, los sinónimos de desconcierto son, fíjense bien: confusión, turbación, desorientación, perplejidad, trastorno, desorden, desbarajuste, ofuscacion, desavenencia, descomposición. Todo encaja en este momento. Porque: ¿Cómo aceptar que quien ganó no acceda al poder? No existe manera de explicarlo dentro ni, menos, fuera del país. ¿Cómo precisar el robo sin que haya un delincuente, o varios, si se trata de una pandilla? ¿Y qué se hace? ¿Me quedo robado? ¿Lo denuncio? ¿Dónde? Se llevan la pelota porque se creen dueños de ella. Pero: ¿Se acaba el juego o se prolonga? La agonía tiene resultados. Siempre. Se salva el moribundo o no se salva. Estamos escuchando sin concierto alguno los estertores. La población se manifestó y se vuelve a manifestar como en el “concierto” de Miraflores. Desconcertados andamos, pero pronto saldremos de esta situación a una más firme, más segura. Se oyen quejidos, suspiros, temblores chocantes, se oye. Ruido sin concierto.