Las últimas palabras de Jack Ruby, el dueño de un cabaret que calló para siempre al acusado de asesinar a JFK

Las últimas palabras de Jack Ruby, el dueño de un cabaret que calló para siempre al acusado de asesinar a JFK

Los agentes de policía observaban cómo Lee Harvey Oswald, herido de muerte, era subido a una ambulancia. El presunto asesino presidencial había sido asesinado a tiros por el dueño del club nocturno Jack Ruby

 

Con dolores en el cuerpo por permanecer postrado en una cama, y la cara demacrada a raíz de un cáncer de pulmón avanzado, Jacob Leon Rubenstein sabía que tenía las horas contadas y que nada podría salvarlo de la muerte. Era la tarde del 2 de enero de 1967 y estaba internado en el Parkland Memorial Hospital de Dallas, en Texas, el mismo hospital donde cuatro años antes había luchado por su vida su víctima, Lee Harvey Oswald, el único hombre acusado por el asesinato del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy. Lo había matado de un tiro certero en el abdomen, frente a las cámaras de televisión, dos días después de la noticia que conmovió al mundo.

Por infobae.com





Se esperaba que antes de su último aliento Jacob hablara e intentara reconstruir los hechos de la mañana del 24 de noviembre de 1962, en el que silenció para siempre al supuesto asesino del presidente Kennedy en la Jefatura de Policía de Dallas. Junto a su cama estaban, de un lado su hermano Earl y del otro el abogado del paciente, Elmer Gertz. Sobre una mesa de luz registraba la entrevista un aparatoso grabador con salida de micrófono.

Lo que querían oír, más que nada, eran las motivaciones que llevaron a cometer el asesinato, un enigma que finalmente se llevó a la tumba. La sucesión de hechos, fue descrita, pero por qué lo hizo, nunca. Todo el mundo, especialmente el ambiente de la noche, lo conocía como Jack Ruby. Era archiconocido por regentar un cabaret, por estar vinculado con el crimen organizado de la ciudad y andar siempre armado.

Las preguntas que grabaron fueron las siguientes:

—¿Cuándo te diste cuenta de que habías herido a Oswald, Jack?

— Bueno, es todo tan borroso, sucedió tan borroso que antes de darme cuenta estaba en el suelo, los oficiales me tenían en el suelo…

—¿Pero te habías dado cuenta de que habías hecho algo?

— Realmente pasó tan rápido… no puedo recordar qué pasó desde el momento en que llegué al final de la rampa (de ingreso a la Jefatura de Policía) hasta que los oficiales que me tuvieron en el suelo.

— ¿Sabías cuándo iban a trasladar a Oswald, Jack?

— Voy a ser honesto con vos, no.

—¿No tenías idea?

— Más tarde me enteré de que se suponía que lo iban a trasladar a las 10.

—¿Nunca nadie le dijo que lo iban a trasladar?

— No.

— Entonces, ¿qué te hizo caminar desde Western Union a la cárcel (se refiere a la Jefatura de Policía)?

— Porque cuando llegaba con el auto vi a algunas personas en la rampa y la curiosidad me despertó un destello en mi mente al ver a la gente allí…

—¿Hay algo más en lo que puedas pensar, Jack, algo más que hayas pensado cuando pasabas por allí o bajabas del auto?

— No sé qué pensar, sucedió.

— Quiero que pienses un minuto, ¿qué recordás de cuando llegaste al final de la rampa?

— Sí, lo hice… Como dije, me vino un destello desde el punto en la parte inferior de la rampa y un momento después estaba luchando con los oficiales de policía por el arma. En realidad, no sé qué pasó en ese momento.

— Lo estás haciendo muy bien, Jack. Descansemos un minuto.

De lo que sí habló el empresario de la noche en todo momento fue de la conmoción que le provocó el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, igual que a millones de norteamericanos. Más de una vez declaró que este evento trágico lo había embargado de una enorme tristeza.

El día que mataron a JFK

La jornada del 22 de noviembre de 1962 ningún norteamericano pudo olvidarla. El presidente John Fitzgerald Kennedy, el mandatario más joven de la historia de los Estados Unidos, visitaba Texas, un estado en el que tenía muchos opositores. Tenían la mirada puesta en las elecciones de 1964 y necesitaban conquistar ese territorio. Al arrancar el día todo superaba las expectativas. Su nivel de popularidad era elevado y la visita, que había sido ideada por el vicepresidente Lyndon B. Johnson, no podía ser mejor.

El matrimonio Kennedy había llegado al aeropuerto Love Field de Dallas ese mismo día en el avión presidencial, el Air Force One. A bordo de una limusina descapotable, en un recorrido de 16 kilómetros por la ciudad de Dallas, viajaban el presidente y la primera dama Jacqueline Kennedy Onassis en la tercera fila de asientos; el gobernador de Texas John B. Connally Jr. y su esposa Nellie en la segunda; y en la primera, dos agentes del servicio secreto, uno de ellos conducía. El Lincoln negro se dirigía al Trade Mart, donde JFK daría un discurso durante un almuerzo, cuyas entradas se habían agotado.

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