Noviembre de 2024. Las alarmas suenan en Caracas. No es un escándalo internacional por torturas, o por la detención de un dirigente político opositor o por las actas electorales que nunca aparecieron. Esas alarmas ya adormecieron la vergüenza de todos los jerarcas del régimen de Nicolás Maduro.
Por infobae.com
Esta vez, las alertas provenían de una refinería. Una de las más importantes de Venezuela: la de Amuay, situada en la península de Paraguaná, estado de Falcón. Su administración pertenece a PDVSA, el gigante petrolero latente. ¿El motivo de la emergencia? Un derrame de crudo.
De acuerdo a información recolectada por Infobae, el incidente -una pérdida significativa en uno de sus tanques- se intentó mantener en absoluto secreto hacia mediados de mes. En un principio se requirió -para conseguir responder rápidamente a la fuga- de expertos iraníes que ya operaban en la planta.
El régimen teocrático de Teherán suele ser un socio en las sombras -por las sanciones que pesan sobre ellos- en el tráfico ilegal de crudo. Técnicos iraníes suelen ser habitualmente divisados en las refinerías de PDVSA. Sin embargo, esta vez, incluso, habrían tenido responsabilidad directa también en el derrame. Paradojas caribeñas: Venezuela recurría como salvadores… a los que provocaron el desastre.
Este tipo de vertidos de hidrocarburos no son nuevos, pese a las crecientes alertas de seguridad que se multiplican. Entre julio y septiembre de 2024 -de acuerdo a la ONG Clima 21– ocurrieron 25 derrames en cinco estados diferentes. Diez de ellos sucedieron en Falcón.
Esta organización, dedicada a monitorear las violaciones al medioambiente en Venezuela, indicó que pese a las advertencias el régimen no tomó acciones de ningún tipo para controlar estos desastres que afectan la economía local y el ecosistema.
Las quejas ambientales y de pescadores se vienen sucediendo sin respuestas por parte de las autoridades locales o nacionales. “En este período pescadores de Río Seco (estado Falcón) realizaron actividades de protesta debido a las constantes fugas del oleoducto submarino, el cual está afectando gravemente su actividad pesquera. No existe información de que recibieran alguna respuesta por parte de los entes gubernamentales”, dice el informe de Cambio 21 sobre anteriores derrames en la zona.
Hermetismo y nombres conocidos
En este enredo ambiental surge un nombre muy conocido. Es el de Alex Nain Saab, el empresario colombiano y testaferro de Nicolás Maduro, a quien se nombró Ministro de Industrias y Producción Nacional. Algunos desconfiados en Caracas dicen que su ascenso ministerial no responde a la gratitud de su silencio en Florida, Estados Unidos, sino -por el contrario- a intentar mantenerlo cerca. Creen que además de ser colombiano y venezolano, podría tener algún otro beneficio consular.
Este “empresario, político y diplomático” tiene aceitados vínculos con Irán. Dedicó muchas horas de vuelo a ese destino.
Saab cobró notoriedad para el gran público cuando fue detenido en junio de 2020 en Cabo Verde, una isla frente a Senegal, África, en el Océano Atlántico. Ese día, pensó que su escala en ese archipiélago no duraría más de unas pocas horas, y luego podría seguir vuelo a Teherán, su destino final.
Un largo año después, en octubre de 2021, fue extraditado a Estados Unidos, tras una ardua batalla legal que llegó al máximo tribunal de la isla. Se lo acusaba, entre otras cosas, de lavado de dinero y de ser uno de los testaferros de Maduro, con quien hizo innumerables negociados.
En Florida se lo vio desmejorado, desalineado. Su aspecto llamó la atención de propios y extraños. Mucho más impacto generó su vestimenta al momento de presentarse ante el experimentado juez John J. O’Sullivan, en Miami: un mameluco naranja que no dejaba dudas sobre su situación procesal.
A su mujer e hijos no se les permitió salir de Venezuela. Con eso tenía la seguridad y garantía de que no pisarían Miami para visitarlo y tentarse con una estadía más prolongada de lo que se esperaba. A Saab lo aislaba la justicia norteamericana, pero también el régimen que decía defenderlo.
Finalmente, Caracas encontró la forma de recuperar a Saab. Propuso a Washington un canje de prisioneros: el testaferro de Maduro por diez ciudadanos norteamericanos secuestrados en la capital venezolana desde hacía años. El régimen –por medio de Diosdado Cabello– confirmó este lunes que tiene más de 120 extranjeros bajo cautiverio. Una táctica de coacción diplomática.
Otro encumbrado chavista que sabe lo ocurrido en Amuay es un personaje que intenta ocultar con el deporte su pasión por los negocios y el crudo. Se trata de Jorge Giménez Ochoa, actual presidente de la Federación Venezolana de Fútbol. Es el hombre que reniega cada vez que juega la Vinotinto: tiene que ordenar retirar los carteles de los fans contra Maduro y su dictadura.
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