Nicolás Maduro no logrará frenar el inevitable cambio en Venezuela. Si, como todo indica, este viernes consuma el fraude electoral del 28 de julio y toma ilegítimamente posesión de la presidencia, el régimen autoritario mudará en dictadura férrea. Sin embargo, el heroico desafío que este jueves protagonizó María Corina Machado al aparecer en las calles de Caracas tras cinco meses en la clandestinidad, arengando al «bravo pueblo» y proclamando: «No tenemos miedo», no solo supuso un golpe para la minada autoridad de Maduro: también lanza el emocionante mensaje de que hay futuro para Venezuela.
La confusión se apoderó del país durante horas. Tras la histórica imagen de la líder de la oposición democrática en las calles de la capital, llegó primero la noticia de su arresto violento por parte de agentes chavistas; y, posteriormente, la de su liberación. Al cierre de esta edición, sus colaboradores informaban de que se encontraba libre después de haber sido «retenida por la fuerza» y «forzada a grabar varios vídeos».
Los hechos deben aclararse, pero, en cualquier caso, retratan la valentía de una mujer que ha logrado convertirse en símbolo de la resiliencia y la resistencia pacífica del pueblo venezolano, y en la mayor amenaza para el chavismo. El ejemplo de María Corina Machado apela en ese sentido a todos los países del mundo libre. Especialmente, a España, debido al histórico vínculo de amistad que une a ambos países. De ahí que la insistencia del Gobierno de Pedro Sánchez en una falsa neutralidad que solo alimenta al tirano resulte no solo políticamente irresponsable, sino humanamente incomprensible. Su frío y escueto comunicado de ayer, limitándose a expresar su «total condena» y su «preocupación», denota una indiferencia heladora. Tras allanar la salida forzosa del presidente electo en una turbia maniobra de José Luis Rodríguez Zapatero efectuada en la residencia del embajador español, y tras negarse a reconocerle como tal escudándose en supuestas negociaciones con Caracas, hoy no puede pasar un minuto más sin que el Ejecutivo formado por el PSOE y Sumar denuncie con toda firmeza al régimen chavista.
Todo indica que Maduro iniciará su tercer mandato en busca de la demolición definitiva de los cimientos institucionales de Venezuela, perpetrado tras una oligarquía bolivariana que ha convertido el país en un narcoestado y tras unas fuerzas de seguridad que mantienen encarcelados a 1.800 presos políticos. Hacia fuera, su alianza con Cuba y Nicaragua -dictaduras apadrinadas por Rusia, China e Irán- amenaza con multiplicar la inestabilidad en América Latina, mientras el mundo espera a que Trump desvele sus pasos. Las expectativas depositadas en Marco Rubio son grandes, pero el silencio del presidente electo está siendo llamativo.
Aunque la democracia está en juego en Caracas, hoy no se escribirá el desenlace. El régimen está mortalmente herido porque en el pueblo anida el más poderoso motor de cambio: la esperanza. La libertad de Venezuela es imparable y se materializará desde dentro. Tarde o temprano.