A pesar de su aversión a los militares, fui tolerado por Luis Beltrán, quien, en alguna oportunidad para halagarme y quitarme el estigma, me dijo: ¡Verdad que tú también eres maestro! Mi pariente en cuarto grado de consanguinidad, el Maestro de América Luis Beltrán Prieto Figueroa, fue mordaz contra el militarismo, enceguecido por la traición que tuvo como político perteneciente al partido Acción Democrática en 1948, cuando el gobierno donde él participaba, fue derrocado por el movimiento militar dirigido entre otros, por quien se transformaría en el penúltimo dictador del siglo XX, el para entonces teniente coronel Marcos Pérez Jiménez.
Hoy, cuando sus restos reciben el honor del Panteón Nacional, quiero con la sensible humildad y orgullo parental, dedicar unas líneas inmemoriales para resaltar actos y hechos de nuestra relación ligada en lo familiar y en lo social, que nos llevaron a resaltar el ya mencionado orgullo. Inicio esta remembranza resaltando la falacia que se ha querido entronizar como un falso ideal del Maestro Prieto, con cuya personalidad socialdemócrata, se quiere transformar en símbolo del falso socialismo movido por la ignorancia socio política que tratan de impulsar como una verdad “revolucionaria” de la parodia bautizada como “bolivariana”, siguiendo la “infantil idea” de un teniente coronel que no entra en la camisa del dictador Pérez Jiménez; lamentablemente impulsada en lo ideológico por personajes que han dado tumbos en partidos del “febril comunismo” aún latente.
Luis Beltrán era antimilitarista, en el entendido que aborrecía lo militar. Algo comprensible, por cuanto de la asonada del 45, que fue una asonada militar, estuvo entre los llamados a compartir gobierno como miembro de AD, pero luego, en 1948, fueron traicionados por los mismos jefes militares que gobernaron con ellos.
En mi condición de militar, viví en carne propia su reacción antimilitarista, aunque nunca tuvo palabras enfadosas contra mí. Solo recuerdo el caso de una señora comerciante que, tal vez por ganarse la bondad del Maestro le refirió que conocía a un sobrino suyo que era capitán, a lo que presuntamente él respondió que no tenía familia militar. Por esos días, a pesar mi apoliticismo manifiesto, por el apellido y el parentesco, ya se me nombraba como miembro de la Casa Militar.
Luis Beltrán Prieto Figueroa era candidato presidencial. Por supuesto, no era yo y nunca lo fui, un adulador en procura de “méritos” y respeté la total apoliticidad que era restricción legal en las FAN. En esa oportunidad, Luis Beltrán se había separado de AD cuando no recibió el apoyo para ser el candidato lógico del Partido, creando el Movimiento Electoral del Pueblo que lo lanzó de candidato con gran opción que perdió, cuando atacado como tal no quiso declarar que no era comunista, como lo tildaba Rómulo Betancourt. Entonces ser comunista era ser anti patria.
Guardo el mejor de los recuerdos de mi relación como militar con el Maestro. Especialmente, cuando en cierta forma ayudé a su internado en el Hospital Militar, en una de sus crisis de salud. También recuerdo con cariño y orgullo su discurso en el Hotel Caracas Hilton en 1983, cuando fui galardonado con una placa homenaje a mi condición de maestro-general, otorgada por “El Comité Directivo Nacional de la Federación Unitaria del Magisterio de Venezuela”
Una anécdota pintoresca de nuestra relación maestro-militar ocurrió un día en 1989 o 90 que fuimos invitados a Guacuco por Leopoldo, su sobrino y mi primo, en cuyo acto íntimo dediqué al Maestro mi primer libro en formato 16avo intitulado: “Seguridad, Defensa y Desarrollo –Una visión global y actual-”, en la dedicatoria escribí: “Al maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, con el mayor de los afectos de un pariente que siempre ha querido seguir su huella”. Siempre recuerdo la templanza y solidez de los conceptos que emitía Luis Beltrán. Este, luego de darme las gracias y leer la dedicatoria, con sonrisa socarrona me dijo: “¿Pero ¿cómo puedes tú seguirme la huella, si eres militar?”.
Confieso que, sabiendo el sentido bromista de su expresión, quise también darle una respuesta socarrona y fue increíble mi improvisación: “Maestro: el caminante hace el camino al andar, pero jamás se devuelve a mirar quien le sigue su huella”. Nunca olvidaré su descargo: “¡No hay dudas, tú también eres maestro ¡”.
Fue una conclusión graciosa y honorable que insufló mi orgullo, enaltecedor además para el apellido. No obstante, en ese momento olvidó el Maestro que también le seguí la huella como abogado, como jurista, como orador, como escritor y articulista. Mas aún, como político hice el símil combinado de la interpretación de Karl von Klausewith, ya que siendo militar preparado para la guerra, me ponía en el brazo armado del político en su decir, que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.
Era un antimilitarista sin rencor. De mi memoria no podría borrar la dimensión de las palabras del Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, pronunciadas el 6 de mayo de 1961, cuando por disposición transitoria de la Constitución aprobada el 23 de enero, se incorporaba el general en jefe Eleazar López Contreras al senado –Decía- “En esta Cámara usted tendrá el respeto y la consideración que se merece por sus altas ejecutorias… y porque a pesar de las ideas que nos han colocado en causas diferentes, hemos colaborado en la estabilización de la República y en la creación de un clima de concordia y de paz en este país, en donde los rencores se ponen por encima de las transitorias peleas políticas para construir una patria que siendo de todos nos pertenece a cada uno de nosotros…” Pienso que estas palabras son el mejor indicio de la aversión que tendría el Dr. Prieto de estos “revolucionarios de pacotilla”, especialmente cuando dicen que “Ahora Venezuela es de todos”.
Hoy se quiere cambiar el sentido del socialismo del Maestro Prieto. Quieren los seudo-socialistas “rojo rojitos” poner en su memoria la chapucera reforma educativa incluida en la reforma de la ley de educación, pero es imposible cambiar la historia cuando esta aún perdura en nuestras mentes. Todos los ideales que intentan poner en el ideal del Maestro Prieto, no son sino falsos supuestos tergiversados, fundados en el manifiesto ateísmo o anticlericalismo de Luis Beltrán, que quedó plasmado en el famoso decreto 321 del 45, al inicio del cambio revolucionario de entonces.
La Revolución de Octubre”. El 18 de octubre de 1945, luego de la insurgencia de la llamada “Revolución de Octubre”: Acción Democrática y un grupo de oficiales descontentos dieron un golpe de Estado, derrocando al general Medina Angarita y asume el poder una junta de gobierno presidida por Rómulo Betancourt, la participación del educador Luis Beltrán Prieto Figueroa, Raúl Leoni, y Gonzalo Barrios. Por el ejército, el mayor Carlos Delgado Chalbaud y el capitán Mario Vargas.
¡REVOLUCIÓN! En mi mente, desde joven esta palabra ensoñadoramente me ha remontado a pícaras anécdotas de zares y zarinas; que como ficción las acaramelaba o engolosinaba con un mito, más tarde comprendido, cuando comprendí el origen y el fin de la Bolchevique, visto como un supuesto despertar en lejanos lares, que enturbiado por incomprendidas resonancias, buscaba el verdadero sentido de “Democracia”. Hoy veo con tristeza el barbarismo de impulsar una revolución para corregir o cambiar un eslabón mas avanzado de esa democracia.
Partiendo de esta revolución, recordamos la francesa. Derivada de la democracia, donde “Los Iguales fueron derrotados, sus dirigentes presos o —como el propio Babeuf— guillotinados, luego que, en un histórico, pero revolucionario proceso, fueron acusados de jacobinos y terroristas. No obstante, crearon una tradición, que sobrevivió en poesías y cantos, y en un programa donde se leía: <Un pueblo sin propiedad y sin los vicios y los crímenes a que ella da origen, no tendría necesidad del gran número de leyes bajo las cuales penan las sociedades civilizadas de Europa>”. Pienso que esto es muy profundo para los “rojo rojitos”.
Luis Beltrán Prieto o el Maestro Prieto fue como un eslabón de oro amalgamado con acero de alto tenor, para la defensa de un verdadero sistema democrático. Ese sistema, por el que tanto y siempre hemos luchado, pero persistentemente, olvidamos la enseñanza de la historia que siempre se repite. Para los incipientes comunistas, todo estuvo muy claro. “No se trató de maquinaciones de grupos al margen de la corriente histórica. La lucha contra el monopolio de la propiedad había sido proclamada por la propia Constitución jacobina de 1793 -aunque nunca llevada a la práctica-. Ella elevó la igualdad al nivel de los derechos naturales, más conocidos hoy como Derechos Humanos, única forma que los hace imprescriptibles y deja de calificar a la propiedad de <derecho inviolable y sagrado>”.
En el ambiente literario, retrotraído de la historia, ubicamos al Maestro Prieto como un mago de las letras y del verbo, y a un pintor de libros que, como el mismo bautiza en su obra poética: “Isla de Azul y Viento”, “Es un muro largo a la orilla del mar, pintado con una brocha de pintar barcos que encontré abandonada en la playa”. “Es un muro vivo donde se quiebra el viento y se oyen las voces de un pueblo amaneciéndose, que canta en los caminos, que llora y gime en las horas de íntima congoja, pero que ostenta la firme voluntad de seguir adelante”. Dirá siempre: ¡Mañana será mejor¡
Tengo el orgullo de poder decir que Luis Beltrán y mi padre fueron dos primos “curruñas” criados en el mismo hogar. Ellos, -a decir de mi padre Enrique Prieto Albornoz- eran los aguadores y leñadores de la ciudad de La Asunción. Comerciantes del fogón y de la sed.
“Agua y sed se murieron en la boca: ¡había descubierto el agua¡
“En la madrugada, que es tiempo agradable de sereno fresco, –decía Luis Beltrán-, en la Otra Banda me esperaban las mujeres con sus maras en la cabeza, yo en mi jumento, ellas a pie hasta atravesar el portachuelo. El polo, la malagueña y el estribillo, iban corriendo de boca en boca, haciendo los caminos menos penosos, después del portachuelo me bajaba del jumento y todos íbamos a pie.”
El orgullo del parentesco nos lleva siempre a conocer la virtud de los ascendientes. Esta razón me llevó querer saber de ese maestro, de ese jurista, de ese académico, de ese filósofo político, de ese poeta, de ese pariente, que sin ambages viviera creyendo en la “gente emergente” y en el “Movimiento del Pueblo”. Para quien “ese pueblo comienza a ser cuando la historia es canto en la voz de sus poetas y lección para el futuro en la voz del maestro”. Así recuerda que la Ilíada y la Odisea anunciaron a Grecia, como la Eneida a Roma y los cantores de gesta, la Chanson de Rolan y el poema de Cid, expresan a Francia y a la España inmemorial.
La riqueza literaria, especialmente poética del Maestro Prieto, nos permite conocer el personaje, para quien “Cada pueblo tiene además de su raíz humana, lo que está en la conciencia de todos, transmitido por la herencia y por el medio, lo que inventaron para él, mito y leyenda…su herencia cultural”. Para quien el pueblo lucha enfrentado al muro, “hecho de amor”, donde “la armagasa es sangre pura del pueblo” y, donde: “Sobre las almenas ondea la esperanza”.
Decía mi padre, que para ellos el siglo XX fue su siglo. Un siglo que comienza entronizado en la barbarie de la Venezuela signada con guerras, escaramuzas y guerrillas llamadas revoluciones, herencia de los movimientos post independencia y de la exagerada dosis del personalismo e individualismo que siempre acompaña a los líderes que se creen con el derecho a decretar como válida y única su propia revolución.
Decía Luis Beltrán, en su “Tejer y Destejer”, refiriéndose a la “Juanbimbada” de Andrés Eloy Blanco, según confesión propia, que este lo “pensó como el libro que debía tomar el pueblo desde su nacimiento en la tierra primeriza del indígena, en la Colonia, cifra del mestizaje de negros, indios y españoles conquistadores, llevándolo a través de la esclavitud y de la persecución en la historia, para culminar en la Independencia que se consolidó en Carabobo.
“Continuó ese proceso de marchas y contramarchas, que fueron los gobiernos de Conservadores y Liberales. Sobrevino la lucha en la Guerra Federal, luego las dictaduras, para concluir en cantos donde Juan Bimba, construyendo la democracia se hacía dueño de su propio vivir”.
Siempre me han preguntado: ¿Qué sé yo de Luis Beltrán Prieto Figueroa?
De su voz y la lectura de su pensamiento escrito en prosa y verso, he dicho, que después de su encuentro con la Venezuela empantanada durante la dictadura gomecista, vi al político como mago, al pintor del azul de mar y cielo, del verde de las montañas, del rojo de la tierra pelada que castiga el sol, del amarillo de cielo atardecido, del color de las flores, alas, trinos y pájaros.
Vi al ebanista, que igual que mi padre, su primo, quien esculpía en la madera, en el plástico y en la arcilla quemada para dar forma y brillo a un ideal artesano; él se ocupaba de esculpir ideas, alfabetos y normas, con los que quiso dar y dio al pueblo venezolano y al universo, normas y directrices en la enseñanza, en el acontecer social y en el comportamiento ciudadano. Por ello fue y es llamado el “Maestro de América”.
Supe que Luis Beltrán fue un hombre que se encontró a sí mismo. En su obra “El Hombre Inacabado” se preguntó, cual Sócrates escolástico: ¿Quién soy? ¿Qué soy? Y el mismo se responde con su verso:
“En este mudar interminable
he sido tantas veces
y he dejado de ser.
Es el camino y sus recodos
el que modela el paso
aunque sea nuestro camino
y el pie señale la postura.
Seguiré siendo,
Siempre inconforme de lo que soy,
¿Cómo seré mañana?
Que mi Yo me sorprenda
afirmando como quiero ser
y no como debo ser según los otros.
El hombre es un proyecto:
¡Subir, crecer hasta perfecto!
El anhelo infinito:
¡Ser es hacerse cada día!
Destaca del Maestro Prieto el don de la locación. Su gran habilidad para encontrar cotejo y significado expresivo de las locuciones. En su ensayo analítico de la poesía de Andrés Eloy Blanco, da significado al tejer y destejer como formas de expresión de la existencia del hombre, donde el poeta, en su labor de aguja o devanadora, es lanzadera que va y viene realizando la total obra social que el arte debe cumplir.
Es el poeta que aplica la prosa para engalanar beldades literarias y el contumaz crítico que aún con picardía, engalana también la travesura disparatada pero certera. Muy frecuente su expresión: “injerto de morrocoy con gallo”, para significar la locura hecha realidad. Esto diría del adefesio “revolucionario” del que quieren hacerlo copartícipe.
A Luis Beltrán se le conoció como un ateo no anti clérigo. Sin embargo, a pesar de su gran poder político, no atacó a la Iglesia, aún, cuando se le endilga la autoría como ministro de educación del decreto 321, supuestamente contra la educación privada, para entonces totalmente religiosa.
Podemos revisar su obra literaria y es increíble el desborde intelectual, con el que elude la referencia y más aún el sentimiento religioso. Leemos y releemos sus poemas y solo encontramos en uno dedicado a “El Cabo Lucero”, servidor público que, “a la hora de prenderse las estrellas” él, “encendía los faroles”.
Solo aquí refiere un cierto significado de deidad, cuando escribe:
“Por él tenía la noche
luces de los mecheros.
Cuando el sol apagaba las estrellas
El encendedor nocturno
Apagaba los faroles.
Con un gesto de Dios temporero
Despabilaba la noche en las esquinas
El Cabo Lucero”
En una parte del poema “Bajo la sombra de los datileros”, dedicado al dulce y apacible recuerdo de María Natividad Rojas Romero, “María de la lluvia”, envuelve un sentimiento de reclamo anonadado por la “muerte inesperada de la madre de un hijo no nacido”.
“Tu moriste de parto que es una forma de morir dos veces, el respiro cortado para dos seres de amor tenebrecido”.
“Te miro a través de la lluvia que iluminó tu cara; la muerte no borro la dulzura entrañable que era prez de tu vida”.
“Venias de la Iglesia removida de preces”.
“Una tenue llovizna te perlaba la cara”.
No sé si conocer la Biblia es conocer de la religión. Muchos la ubican en la Historia Sagrada, sin embargo, pienso que quien cree en la Biblia cree en la Religión Cristiana.
En un pasaje de su vida parlamentaria, Luis Beltrán se sintió acorralado en la duda de la interpretación de sus ponencias, según fuera su intérprete, que el llamaba el juzgador. Decía: “Si es un hombre de derecha, yo estoy seguro que quedaré mal parado en la Historia. Pero, quedaré peor parado, si el historiador es un hombre indiferente, al que no le interesa el transcurrir de la historia para ver lo efectivo que hay en ella.
Se refería a su pasado: “Yo he dicho que el único tesoro que tengo, es el pasado; pero algunos me dirán: ¿Y es que usted mira hacia atrás? No, Yo aprendí en la Biblia la lección de la mujer de Lot, y no volteo la cara hacia atrás, porque delante me queda el porvenir que es una conquista de todos los días.”
El Maestro y yo fuimos coincidentes: Revisando sus notas, me encuentro con una gran coincidencia de pensamiento y oportunidad en la conjugación temporal del verbo. Siempre he dicho que el presente no existe, porque al terminar de decirlo ya no es presente; y al terminar de pensarlo, ya ni siquiera es vivencia sino experiencia. Todo queda en el pasado y en el futuro. Al respecto Luis Beltrán criticaba a los metafísicos, porque éstos al hablar del tiempo lo hacen conjugando el verbo ser: era o fui, soy y seré. Él decía: “a mí me gusta más, no decir que era ni decir que soy, sino que seré. ¿Por qué? Porque el presente es un tiempo tan deleznable, que cuando comenzamos a pronunciar una palabra está en presente, pero cuando terminamos, ya está en pasado. Cuando caminamos ponemos un pie adelante, cuando alzamos el otro, ya paso el tiempo del primer pie. El pasado es inaccesible, me dirán, también el futuro lo es, pero tenemos la ventaja de que en el futuro podemos poner nuestra propia voluntad y hacer que el futuro con nuestro esfuerzo, sea obra de transformación, de planteamiento y de acción que se realiza de acuerdo con nuestra voluntad.
Contrario a esta revolución” militarista, Luis Beltrán Prieto fue enemigo del rencor y por ende del odio. Es un ejemplo que sin saberlo, siempre he seguido. En mi sentimiento no existe la enemistad y con ello la preocupación de tener enemigos. Pero como no puedo manejar el sentimiento ajeno, dejo la preocupación en aquellos que dicen ser mis enemigos. ¡Que se preocupen ellos! Para mí, la felicidad tiene un signo: la amistad.
Leí la reseña de un discurso de Luis Beltrán, donde en un sentido pasaje, narraba su trauma ante la imposición familiar de la enemistad que debía tener con quien consideraba su mejor amigo Plácido Fermín, por cuanto los abuelos de ambos habían dado origen a una lucha que se transformó en pleito generacional.
Narra Luis Beltrán: “A principios de siglo (XX) Francisco Laureano, el padre de Plácido Fermín, haciendo uso de un arma, la disparó sobre la humanidad de un tío mío, Baltazar Prieto Higuerey. El odio que venía creciendo se había transferido de los padres a los hijos, y todavía mi padre (Loreto Prieto Higuerey) quería que yo fuera el portador de ese odio, pero yo corté el cordón umbilical del odio que nos separaba”. Esta actitud desprendida, y el recuerdo del pasaje, me permiten ahondar en nuestro parentesco. Baltazar Prieto Higuerey, fue mi abuelo.
Luis Beltrán el Maestro. ¿Sabrán los parlanchines y aplaudidores “revolucionarios”, especialmente los que intentan colocar como fiche revolucionaria quién fue Luis Beltrán Prieto Figueroa y su obra por la que recibió el nombre de Maestro de América? Luis Beltrán escribió 26 libros sobre educación y muchos ensayos, más de 6 libros sobre derecho, aunque para él, quien quisiera conocer su historia tenía que irse a su poesía, “allí soy yo” –decía- “allí no tengo que recortar mi imaginación ni mi pensamiento, y los dejo correr libres y generosos para dar una obra que me es satisfactoria; yo estoy completo en mi verso”.
Esa obra escrita y recordada tiene un calificativo en el presente: “paradigma de la educación universal”.
Como político llegó al Senado de la República el 19 de abril de 1936 como senador suplente designado por la Asamblea Legislativa del Estado Nueva Esparta.
En el Congreso, siempre tolerante, se hizo la voz de Prieto: ¡Pido la palabra! Expresión famosa con la que adornó toda su trayectoria parlamentaria y encabezó su columna en diarios y revistas. Tal vez, en la tribuna parlamentaria se encuentra su mejor obra docente. Allí, donde la discusión tiende a perder el hilo de la consistencia y la palabra se hace baladí. Es dicho del orador Prieto: “en los discursos, en las discusiones largas, es necesario que el parlamentario, el orador, deje correr alguna palabra que distienda los músculos de la cara y que haga descansar a los oyentes”. – Que diferencia al legado y oratoria de los actuales magistrados y legisladores, que solo oyen una voz para aplaudir y “hacer”,
Luis Beltrán fue suspicaz, combativo y enemigo del prosélito. Bien decía: “Puede que esté en desacuerdo con las ideas que combato o que discuto, pero precisamente porque las admito y las acepto, entro en discusión, yo no discuto aquellas cosas que no interesan a nadie y que no tienen valor”. “No soy ni he sido de los hombres que tienen la habilidad de estar de acuerdo con todo, me resisto, es una parte de mi contextura física, moral e intelectual, porque los que están de acuerdo con todo, no están de acuerdo con nada”. Con estos conceptos, ¿Cómo pueden Isturiz y Navarro tomar como bandera revolucionaria al Maestro?
Prieto y la Revolución: Muchas partes del mundo se encuentran hoy estremecidas por los cambios. Acción lógica y natural, si queremos hacer un mundo vívido y vivificante, pero es lamentable y triste la aparición vengativa del lobo del hombre, con conductas y orientaciones políticas llamadas revolucionarias, que, en lugar de hacer florecer el futuro, malgastan el tiempo y los recursos en revisar la historia.
Luis Beltrán Prieto siempre se declaró hombre de izquierda. Ya entre 1936 y 1940, como senador, participó en este período que él mismo consideró de agitación extraordinaria, en el que se comenzó a construir el pensamiento social venezolano. Ese socialismo siempre tildado de comunista, en una dislocada y equivocada acepción que hizo perder el rumbo del desarrollo democrático universal. Para mí, el peor error del comunismo es querer siempre revivir la historia, tratando de encontrar en el pasado los ideales del futuro. “Jamás he podido dar forma lógica al materialismo histórico”. Y a pesar de que la Historia se define como la narración y exposición verdadera de los acontecimientos pasados, siempre existe la duda por la subjetividad que en ella puede imponer el historiador y la percepción aceptada de que la historia siempre la escriben o narran los vencedores.
Luis Beltrán decía: “Todo hombre que se aprecie, debe ser un hombre del futuro… No es que yo proteste la Historia, no es que yo diga que no tiene valor; ese es un tesoro que está allí, pero a veces puede resultar que quien lo hurgue, quien lo escarbe, se encuentre con un avispero, y el avispero y las avispas son peligrosas y mas si son de esas avispas cruzadas, medio negras que vienen de África.”
Por fortuna, pocos fueron los intelectuales venezolanos que equivocaron el rumbo del socialismo ante la presión exógena, y se unieron al ideario de una democracia social, esculpida en el crisol de la Revolución Francesa, macerada con la Revolución Industrial, pero mantenida bajo el ideario de la lucha por los derechos del hombre. Luis Beltrán Prieto nunca se declaró comunista, aunque el no desmentirlo en 1968, en aquella Venezuela anticomunista, le produjo la derrota electoral para la Presidencia de la República.
En función de historia y de un ideario fuera de realidad, Venezuela vive hoy un momento crucial. Los cambios son ineludibles e indiscutibles pero equivocados. Adolecemos de una visión de futuro. Nos amparamos solo en la historia, con lo que contradecimos el pensamiento de Luis Beltrán. Nos aferramos a un patriotismo histórico que no nos da luz de alternativas válidas. Sin querer, por ignorancia, se ha perdido la visión del futuro universal.
Se quiere impulsar el desarrollo, calificado de “endógeno” sin bases reales, derrochando y malgastando los recursos, solo pensando en dar tiempo al tiempo, cuya pérdida ya es peligrosa y dañina, como lo fue el período de oscuridad de las tres y medias décadas que tuvo que enfrentar Luis Beltrán Prieto Figueroa en los comienzos de su vida, donde su sola visión del futuro le permitió insertarse, aunque tarde al siglo XX. Pero ahí está su obra, lograda con pasión y desprendimiento. La vemos y disfrutamos como la nueva democracia. La que Luis Beltrán y muchos otros venezolanos ayudamos a forjar, sin que pueda culpársenos de los desvíos producidos por la ignorancia.
Queremos Patria, SI, pero en democracia. Si Prieto viviera, viera con nosotros a esta Venezuela, abrumada de revolución anti histórica, que quiere impulsar una educación irreal, como lo ha sido el social comunismo. No basta con que se utilicen como émulo y orientación un Bolívar idolatrado.
Luis Beltrán Prieto Figueroa pudiera ser el símbolo de esa Nueva Venezuela, que dibujamos en nuestras mentes. Esa Venezuela trabajadora, honrada, ética y digna del querer y del poder. Pero, pareciera que nuestras mentes estuvieran gastadas, enquistadas e imbuidas en un esquizofrénico laberinto, llegando al extremo de colocar en una sola y paralela vía, a todos los gestores de la democracia iniciada en 1958. Es la locura del frenesí, que ojalá no nos arrebate las metas logradas ni nos borre el camino andado y mucho menos, nos haga perder la esperanza de seguir viviendo libre y en democracia, por la que muchos ofrendaron sus vidas.
La enseñanza de Luis Beltrán Prieto Figueroa. Un hombre que piensa en héroes, actúa como héroe. De los héroes de la libertad, Luis Beltrán dijo:
Ahora el pueblo vive con pobreza digna
Cada quien, en su oficio laborioso,
Sin olvidar la herencia que les viene
del contacto de razas diferentes.
La lucha es su destino,
porque nada se logra sin esfuerzo
Concluyo con el que creo es el más sublime poema de Luis Beltrán. El poema VIVE, dedicado al poeta Ali Lameda. Es la esperanza de los que creemos que el mundo sigue siendo nuestro.
El tiempo de vivir es infinito.
El tiempo de morir es de relámpago.
¡Vive!… Para morir te sobra tiempo.
Este corto poema nos invita a desenmarañar las cosas oscuras del pensar y del entender. No basta con leer todo lo que se dice y escribe. Mucho menos hoy, cuando en Venezuela es una sola palabra hecha y razón tomada como mesiánica. Al lector lo invito a razonar como La Fafayette, aquel célebre general filósofo francés que decía: “Leo, estudio, examino, escucho, reflexiono y de todo esto trato de formar una idea en la que pongo todo el sentido común que puedo”. Pienso, además, que no basta con entender las palabras en el sentido que las oímos, sino en el sentido como se dicen, ya que siempre la palabra va acompañada de hechos que la avalan, la engalanan o la envilecen. Y, es allí donde la acción del Maestro Prieto dio sentido a sus palabras, que, más que verbo fueron hechos: de bondad, de desprendimiento y de amor al prójimo, con mucho más fervor que los dichos y hechos de algunos practicantes de la fe cristiana. Como dicen los actuales gobernantes, “El nombre y la obra de Luis Beltrán Prieto Figueroa están asociados a los progresos de la pedagogía, la educación y a las conquistas democráticas de la Venezuela del siglo XX. Hoy, en el siglo XXI, este eminente venezolano es fuente de inspiración de las políticas educativas que adelanta y adelantará el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela”. Que así sea, pero que no se equivoquen en su interpretación.
Es cierto que Prieto inicia la divulgación de algunos principios y métodos de la corriente pedagógica, tendiendo a formar del niño un venezolano útil a la sociedad, en democracia y libertad. Evidentemente, hacer del niño un hombre libre, al cual lo conduciría Escuela Activa, que es la que permite al educando aprender haciendo sin ideologización. Solo los preceptos familiares participarían en la formación primaria y religiosa. Debemos entender que la llamada educación tradicional, es aquella ideologizadora, la del magister dicci, que es la base de la educación comunista. Es erróneo el concepto de que el Estado docente tiene derechos. Los derechos son de los ciudadanos. El Estado solo tiene obligaciones y el gobierno solo puede hacer lo que le indique la sociedad. Es la Constitución la que dice como debe hacerse.
¡Hoy es un día para recordar, cuando los restos de “El Maestro de América” reciben el honor del Panteón Nacional!
@Enriqueprietos
*EAPS: G/D (GN), Maestro Normalista, Abogado, Dr. en Ciencias de la Educación, MgSc en Planificación, Administrativa, MgSc en Seguridad y Defensa; Profesor. Titular Derecho Ecológico USM; Educación para la Paz ULAC; Derecho y Justicia Militar UCV – Caracas, Venezuela