
Las refinerías privadas de China, afectadas durante mucho tiempo por un exceso de capacidad y márgenes mínimos, enfrentan otro revés debido a que la administración Trump impone un arancel del 25% a cualquier comprador de petróleo y gas venezolano.
Por: Bloomberg
Pekín ha mantenido estrechos vínculos comerciales y políticos con Venezuela durante años, fomentando vínculos estrechos tanto con Hugo Chávez como con su sucesor, Nicolás Maduro. China ha sido una fuente clave de financiación, así como el mayor comprador de crudo del país, absorbiendo más del 40% de sus exportaciones petroleras en febrero.
La mayoría de los cargamentos de petróleo venezolano se destinan a procesadores independientes de China, una vasta constelación de empresas agrupadas en la provincia oriental de Shandong, que transforman el denso crudo Merey en combustible y betún para pavimentar carreteras y para su uso en el sector de la construcción. Las importaciones pueden representar hasta una quinta parte de la materia prima en algunas operaciones, según estimaciones de analistas chinos.
Las últimas medidas no paralizarán la industria petrolera china: su aplicación es difícil, las maniobras de elusión son comunes y los compradores, que se encuentran fuera del alcance de los precios, pueden recurrir a otros proveedores. Sin embargo, incrementarán los costos y limitarán el suministro para las refinerías más pequeñas, afectadas por una menor demanda interna, un cambio estructural hacia el transporte de petróleo y los esfuerzos de Estados Unidos por frenar el flujo de crudo barato y sancionado procedente de Irán.
Durante el último año, las refinerías privadas ya han experimentado bajos índices de producción y cierres.
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