
María Dorta llegó desde Venezuela a Perú con una maleta que contenía 100 pañales ecológicos que esperaba vender para comprarse una máquina de coser y comenzar su emprendimiento en Lima. Siete años después, y con un próspero negocio a sus espaldas, es un ejemplo de cómo, a pesar de las adversidades, la migración venezolana contribuye a las economías de la región.
El ‘Análisis de la Contribución Fiscal y Económica de la Migración Venezolana’, publicado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) con motivo de la celebración este jueves del Día Internacional del Migrante, revela que en Perú hay 1,66 millones de migrantes venezolanos y su contribución fiscal creció de 139,8 millones de dólares en 2021 a 596,9 millones en 2024, lo que implica un aumento en el aporte per cápita de 133,15 a 358,9 dólares.
«El aporte de la migración venezolana a largo plazo representa una oportunidad para el crecimiento económico de la región. Al seguir fomentando políticas de inserción, la población de altos niveles de calificación académica se incorpora al mercado formal», indica el estudio.
Así, añade, el consumo estimado de los migrantes en Perú alcanza los 2.400 millones de dólares, un monto que equipara al 80 % del presupuesto anual del Ministerio del Interior.
Desde su casa-taller, que se ubica en el distrito de San Martín de Porres, en el norte de Lima, María relata a EFE su historia de superación, en la que contó con el apoyo de capacitaciones técnicas de la OIM.
Tras quedarse sin empleo en Venezuela, empezó a diseñar, fabricar y vender pañales ecológicos, un producto novedoso que explica que ayuda a proteger la piel de los bebés, al estar hechos de tela, además de reducir el impacto ambiental y ayudar al ahorro familiar.
«Antes de venirme a Perú hice un estudio de mercado a través de las redes sociales y por eso elegí este país, porque aquí la receptividad del producto fue increíble», dice María.
Meses después, cuando la situación en su país natal «se complicó», llegó a Lima con sus dos hijos y una maleta con pañales que logró vender en un mes. Tras poder comprarse una máquina de coser comenzó su pequeño emprendimiento desde el cuarto donde vivía con sus pequeños.
Al entregar sus primeros pañales en el país andino escuchaba a señoras diciendo la palabra quechua «wawa», en referencia a los niños, y decidió que, tras haber experimentado varios episodios de xenofobia, el nombre de su negocio sería en esta lengua originaria para así «pasar desapercibida».
Así nació Kuyaik wawa, ‘te amo bebé’ en quechua, cuyos inicios fueron humildes, pero la emprendedora cuenta que la pandemia de covid 19 también implicó, en su caso, un golpe de suerte, pues en ese momento era la única fabricante de este producto en Perú y tuvo tal demanda que pudo dar trabajo a varios vecinos que en ese momento estaban desempleados.

Impulso y capacitación
Pese a que su pequeño emprendimiento de pañales había despegado, María no tenía apenas herramientas para impulsar el negocio.
El informe señala que en Perú el 41 % de los migrantes no cuenta con ningún producto financiero y la falta de acceso a crédito «impide la consolidación de negocios sostenibles y perpetúa la dependencia de fondos de cooperación, dificultando la inversión sostenible y la autonomía económica».
«A través de las redes sociales me inscribí en un programa de la OIM. Comencé un curso de capacitación, aprendí a hacer un plan de negocio, a sacar bien mis estructuras de costo y como era una idea innovadora, gané el capital semilla, que me permitió invertir en maquinaria, materia prima y empecé a crecer», cuenta María.
Añade emocionada que gracias a estos programas de formación también pudo participar en algunas ferias internacionales, lo que ayudó a expandir su negocio.
«La OIM ha sido clave para el crecimiento de Kuyaik wawa. Eso es indiscutible», declara al explicar que en la actualidad trabajan en el taller hasta cuatro personas, normalmente mujeres peruanas y venezolanas, y también sus padres, a quienes pudo traer desde su país recientemente.
EFE
