¿Cómo llegar a Netflix desde Venezuela? La fórmula de Álvari Quiaro, un director criollo que rompió fronteras

¿Cómo llegar a Netflix desde Venezuela? La fórmula de Álvari Quiaro, un director criollo que rompió fronteras

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A veces, pareciera que para figurar en las grandes ligas —sea dirigir una importante campaña o filmar unos Juegos Olímpicos— hace falta un golpe de suerte. Sin embargo, para el cineasta venezolano Álvari Quiaro, el ascenso hacia la dirección de proyectos de talla mundial —desde comerciales bajo la lupa de gigantes del streaming hasta la cobertura de la élite deportiva en París— resultó ser un ejercicio de enfoque y constancia.

Su intuición narrativa y creatividad se convirtieron en una vocación por contar historias a través de la imagen en movimiento. Detrás de cámaras y los reconocimientos internacionales, el guion de este criollo es más interesante de lo que parece. La Patilla conversó en primera fila con el  diseñador gráfico que pasó de crear contenido en TikTok a dedicarse a proyectos exclusivos con Netflix y Panini.





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El punto de partida de su carrera profesional se remonta a una década atrás, en un entorno que le sirvió de escuela para descubrir su verdadera pasión y adquirir experiencia. «Inicié en el mundo audiovisual en 2010, trabajando como editor en un par de canales de televisión. Ese período fue clave para entender el lenguaje, el ritmo y la estructura de las historias desde la sala de edición».

Aunque, la inquietud por tener el control total de la puesta en escena lo empujó a dar el salto hacia la dirección apenas dos años después. Fue un movimiento decisivo que le permitió validar su instinto en el circuito de festivales, un espacio donde la creatividad se mide sin los filtros comerciales habituales. «En 2012 dirigí mi primer proyecto para cine, realizado específicamente para un festival. A partir de allí, la experiencia en festivales y el reconocimiento que algunos de esos trabajos comenzaron a recibir fue marcando el camino».

La base académica de Álvari proviene del diseño gráfico, una disciplina que, aunque estática en principio, le otorgó las herramientas para componer cada cuadro con intención comunicativa. «Entendí que diseñar no es solo hacer imágenes bonitas, sino comunicar a través de ellas. Fue allí donde nació la necesidad de ir más allá del plano estático: quería que esas imágenes tuvieran movimiento, ritmo, vida».

Como ocurre con muchos creadores venezolanos, los comienzos estuvieron marcados por el desafío de construir una reputación desde cero, en un mercado que exige credenciales antes de otorgar confianza. La ausencia de un portafolio robusto en sus inicios se convirtió en el combustible para trabajar con mayor ahínco. «Cuando no tienes aún una trayectoria sólida, lograr que alguien confíe en tu trabajo es un reto constante. Esa falta de experiencia te obliga a esforzarte el doble, a destacar más y a demostrar con hechos lo que todavía no puedes respaldar con un nombre o una trayectoria larga».

El reto Netflix

No obstante, el punto de inflexión mediático llegó de la mano de la nostalgia y las redes sociales. Lo que comenzó como una cuenta de TikTok dedicada a recordar la cultura pop de los noventa, sirvió de puente para conectar con Panini, la gigante de los álbumes coleccionables. Esta relación orgánica derivó en encargos de alto perfil, incluyendo licencias de Marvel y la exitosa serie Stranger Things. «La propuesta llegó de una manera bastante orgánica. En 2022, durante un evento que estaba cubriendo audiovisualmente, Panini era uno de los patrocinadores. En ese contexto conocí a sus distribuidores y, a partir de conversaciones informales, surgió inicialmente la idea de hacer una colaboración para redes sociales».

Trabajar con una propiedad intelectual licenciada por Netflix implicó navegar entre la libertad creativa y los estrictos manuales de marca de la plataforma de streaming. El reto consistía en evocar la atmósfera ochentera de la serie sin cruzar la línea hacia contenidos no aptos para el público familiar de los cromos.

“Lo más exigente de ese proyecto fue el tiempo. Ambos comerciales debían grabarse y postproducirse en un lapso muy corto, apenas una semana, para que el material estuviera listo justo en el momento del lanzamiento y la distribución del álbum a nivel nacional. Ese ritmo implicaba no solo grabar, sino también cuidar cada detalle en la postproducción bajo una presión constante. De hecho, dudé si aceptar el reto, porque siempre he sido muy cuidadoso con los proyectos que tomo y prefiero no asumir algo si siento que no puedo cumplir con el nivel que exige. Sin embargo, entendí que también hay oportunidades que aparecen una sola vez, y que representan una experiencia de aprendizaje invaluable. Decidí asumir el reto, darlo todo y aprovecharlo al máximo. Al final, los resultados hablan por sí solos”, detalló.

Para resolver las limitaciones presupuestarias sin sacrificar la calidad visual, el venezolano optó por una estrategia mixta. En una de las piezas, utilizó una locación en Lechería capturada en una sola toma, reservando los recursos pesados para el segundo comercial. Esta decisión demostró una astucia productiva vital en el medio. «La toma única permitía resolver el primer comercial de forma eficiente, sin sacrificar impacto visual. Ese peso se reforzó luego en postproducción, a través de animaciones, motion graphics y recursos visuales que elevaron la pieza sin necesidad de una producción más costosa en rodaje».

El segundo comercial requirió la construcción meticulosa de una habitación que respirara la década de los ochenta. Cada elemento en pantalla, desde el papel tapiz hasta los objetos de utilería, fue seleccionado para detonar la memoria emotiva del espectador, incluyendo guiños ocultos para los más observadores. «Quisimos recrear ese ambiente auténtico, casi personal, donde Stranger Things conecta directamente con la nostalgia ochentera. Por eso cuidamos cada detalle del espacio: el papel tapiz, la paleta de colores y los objetos, todos pensados para transportar al espectador a ese período sin caer en lo caricaturesco».

El resultado de este esfuerzo cruzó el océano. La calidad del proyecto llamó la atención de la casa matriz en Italia, validando que el talento local puede competir en las grandes ligas de la publicidad global. Fue una confirmación del nivel técnico y narrativo alcanzado. 

«Este álbum tuvo una salida particular: se lanzó primero en Venezuela, junto con países como Francia e Italia, mientras que en otros mercados de Latinoamérica aún no estaba disponible. Eso generó una atención especial sobre el material que se estaba produciendo en Venezuela, y el comercial terminó siendo tomado como referencia por Panini Italia, donde está la sede principal de la marca, como un ejemplo del tipo de contenido que se estaba realizando en la región para promocionar el producto. Cuando hice el comercial nunca imaginé que tendría ese alcance ni que resonaría de esa manera. Saber que el trabajo fue visto y valorado a ese nivel fue muy gratificante y reafirmó la importancia de apostar por una propuesta cuidada y bien pensada, independientemente del lugar desde donde se produzca», explicó Álvari.

La prueba de fuego

Paralelo a su éxito tras las cámaras, Quiaro canalizó su amor por el terror juvenil en la literatura con la saga «El Club de los Relatos Sombríos». Esta faceta de escritor le permitió explorar el miedo desde la sugestión, rindiendo tributo a los libros que marcaron su propia adolescencia en los noventa. «Quise trabajar ese espíritu a través de un formato de historias cortas, concebidas como una colección en la que cada relato forma parte de un mismo universo narrativo. Actualmente, la saga cuenta con varios libros ya escritos, todos ambientados en esa misma década y conectados entre sí, aunque con historias independientes».

“La intención es que estos relatos puedan ser disfrutados tanto por lectores jóvenes que no vivieron los años noventa, como por adultos que encuentran en ellos un viaje nostálgico hacia el tipo de terror con el que crecieron: un miedo que no dependía únicamente del impacto, sino de la atmósfera, la imaginación y la inquietud que se construía página a página”, añadió.

Para el autor, la escritura y la dirección cinematográfica no son disciplinas opuestas, sino dialectos de un mismo idioma. Ambas persiguen la inmersión del público, aunque utilicen herramientas distintas para lograrlo. Varias de sus historias nacieron primero como guiones antes de encontrar su hogar en el papel. «Adaptarlas al formato literario fue una forma de darles nueva vida y aprovechar ese material desde otra perspectiva. Por eso, más que una diferencia de fondo, lo veo como un cambio de lenguaje. Escribir y dirigir son procesos muy cercanos para mí; ambos parten de la misma necesidad de contar una historia, solo que utilizando herramientas distintas».

El año 2024 trajo consigo otro hito inesperado: la cobertura de los Juegos Olímpicos de París. La convocatoria por parte de la agencia de marketing PlusMarca representó un salto cuantitativo en su carrera, llevándolo del set al frenesí del evento deportivo más importante del planeta. «Aunque ya venía realizando algunas coberturas deportivas y trabajando con ese tipo de contenido, nunca imaginé que la llamada sería para algo de esta magnitud. (…) Fue uno de esos momentos en los que entiendes que cada proyecto previo, por pequeño que parezca, va construyendo el camino hacia oportunidades mayores».

Asimismo, la experiencia en la capital francesa funcionó para valorar sus capacidades frente a colegas internacionales. Lejos de sentirse intimidado, confirmó que su formación y técnica estaban a la altura de las exigencias globales, derribando cualquier barrera autoimpuesta. «Cuando asumes un reto nuevo, siempre existe la presión de querer hacerlo todo bien. Pero, al compartir e interactuar con filmmakers y fotógrafos de distintos países, muchos con una trayectoria muy sólida en este tipo de eventos, entendí algo importante: el trabajo que estaba haciendo estaba a la altura. Incluso se generó un intercambio muy valioso de técnicas, consejos y experiencias, donde todos aprendíamos de todos”, confesó el criollo.

Moverse no siempre es avanzar

En retrospectiva, Álvari valora especialmente las experiencias colaborativas, como su participación en el Proyecto 48 en Medellín. Aquel cortometraje, realizado bajo una presión extrema de tiempo junto a un equipo binacional, le otorgó su primer galardón internacional y le enseñó el valor de la perseverancia. «Ese proyecto me reafirmó que nada es imposible cuando se insiste y se trabaja con convicción. (…) Te hace entender que los logros no están tan lejos como a veces creemos, y que muchas veces la diferencia está en atreverse».

“Marcó un antes y un después en mi camino profesional”, mencionó.

En la actualidad, su enfoque creativo se alejó de la imposición de estilos prefabricados para centrarse en la escucha activa de lo que cada proyecto necesita. La madurez profesional le enseñó a priorizar la honestidad de la pieza por encima del virtuosismo técnico vacío. «Hoy entiendo la creatividad menos como una búsqueda de estilo y más como un acto de escucha. (…) Para mí, un buen proyecto no es el que se nota de inmediato, sino el que se siente y permanece. Ese es el enfoque que guía hoy mi trabajo: crear piezas honestas, claras y memorables, donde la técnica esté siempre al servicio de la idea y no al revés».

Su futuro inmediato apunta hacia el formato largo. La realización de un largometraje se perfila como la meta natural, un paso que decidió postergar conscientemente hasta sentir que poseía la solidez necesaria para ejecutarlo con maestría y responsabilidad. «He preferido prepararme, ganar experiencia y recorrer distintas áreas del audiovisual antes de dar ese paso. Estos años explorando diferentes formatos, estilos y lenguajes han sido parte de ese proceso. Siento que todo ese recorrido me ha permitido construir una base sólida para cuando llegue el momento adecuado. Creo que estoy cada vez más cerca, pero quiero hacerlo con responsabilidad, no para sumar un título más, sino para crear una obra que tenga impacto y deje un mensaje».

Para quienes inician en el vertiginoso mundo audiovisual, Álvari recomienda alejarse de la prisa por acumular likes o trabajos mediocres. Para él, las verdaderas herramientas del éxito pasan por asumir una pausa reflexiva y construir un criterio propio. «No confundan moverse con avanzar. Al inicio es fácil pensar que decir que sí a todo, hacer mucho y estar siempre ocupados es progreso, pero el verdadero crecimiento llega cuando empiezas a tomar decisiones conscientes».