
Zúrich está helada. Una brisa plateada peina la hierba de los parques y anuncia el invierno, pero la Sechseläutenplatz, luminosa a mediodía, parece desafiar la estación. Luis Magallanes, tenor venezolano e integrante del coro de la Ópera de esta ciudad suiza, se ajusta una bufanda gris para cubrirse la garganta -su herramienta de trabajo- mientras cruza la plaza hacia la estación de Stadelhofen.
Por Alejandro Millán Valencia | BBC Mundo
«El sol de Venezuela es mucho más azul», dice y señala al cielo.
Acaba de terminar el ensayo de «La fuerza del destino», una ópera de Giuseppe Verdi que narra la historia de un amor desventurado en medio de la guerra y que trata temas que Luis conoce de primera mano: hambre, poder, exilio.
Hace solo siete años, debido a la precariedad en la que vivía, Luis tuvo que salir de su país.
A pesar de tener un trabajo en Venezuela con su correspondiente sueldo, solo le alcanzaba para la comida del día.
En ese momento, Luis no sabía si tenía que dejar atrás su sueño de ser un cantante lírico como el peruano Juan Diego Flórez, a quien había aprendido a admirar, y en lugar de eso viajar a Argentina para trabajar en una carnicería, una de las pocas alternativas de empleo que tenía aseguradas.
Se decidió por hacer el intento y no dejar atrás sus profundos deseos de cantar. Para eso, se puso a escribirle a famosos del mundo musical en Venezuela que estuvieran fuera del país y que pudieran darle una mano.
Entre ellas, la pianista venezolana Gabriela Montero, la misma que tocó en la toma de posesión de Barack Obama de 2009 junto a nombres como Itzhak Perlman y Yo Yo Ma, la que este año lo hizo frente al Papa León XIV y, hace apenas días, en la entrega del Nobel de la Paz a María Corina Machado, en Oslo.
Montero le pidió que grabara un video en medio de la crisis económica venezolana de 2017 y en ese momento se abrió la primera puerta.
El Sistema
El sol de Zaraza es mucho más azul», dice Luis, para precisar el lugar en que nació hace 35 años.
Con la diversidad que tiene la diáspora venezolana en el mundo, se ha vuelto una práctica común especificar de dónde se viene. Ya no basta con decir que eres venezolano. Es necesario ser exacto: Zaraza, estado de Guárico, en los llanos. A unos 330 kilómetros al suroeste de Caracas.
Esa precisión permite quizá comprender la vocación musical: en el llano venezolano, las casas parecen construidas con música. Especialmente con el joropo, un ritmo extendido en esta parte del país que todos conocen como si fuera un familiar. Y en medio de ese ambiente, Luis comprendió desde pequeño que quería ser solo una cosa: profesor de música.
Con esa intención se inscribió en «El Sistema», que es la forma amigable como se conoce al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, un programa creado en 1975 por el músico José Antonio Abreu, quien tenía una sola idea: que los niños tuvieran acceso a educación musical de forma gratuita.
«Yo aprendí a tocar varios instrumentos y el amor por la música clásica en El Sistema», dice Luis.
Pero la verdadera revelación de su vocación la tendría en febrero de 2009.
Tenía 19 años y sus estudios para ser docente iban de acuerdo a lo planeado. Sin embargo, el 4 de febrero de ese año, Luis entró a su casa después de una mañana de ensayos y prendió el televisor: en la pantalla estaba la orquesta Simón Bolívar dirigida por un jovencísimo Gustavo Dudamel acompañada por una voz prodigiosa, la del tenor peruano Juan Diego Flórez.
«Quedé tan impresionado por la profundidad, por el color de esa voz, que aunque no lo dije en voz alta, sí lo pensé: quería ser como él».
Entonces además de sus horas de profesor de coro y música en El Sistema, comenzó a participar como tenor en obras que se presentaban en Caracas, especialmente en el teatro Teresa Carreño.
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