Lapatilla

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?El Maracaibero no espera el calendario; Maracaibo siente la brisa que calma el calor de nuestra «Tierra del Sol Amada», dándonos una tregua y bajando a esos 28°C que nosotros, con orgullo y exageración, llamamos «frío», sabemos que la historia está por cambiar de página. Pero no nos engañemos: esta no es la Navidad de hace 30 años. Es una historia en pleno proceso de transformación donde la alegría no es falta de memoria, sino un acto de rebeldía.
?Entre el encendido de Bella Vista y las luces que cada quien logra encender en su hogar, Maracaibo se resiste a la sombra y se dibuja de nuevo, dividida entre los pocos que tienen mucho y la inmensa mayoría que hace milagros con lo poquito.
La cosa está dura, es cierto, pero nuestra gente decide celebrar con fe y amor el nacimiento del Niño Dios, porque en ese pesebre renovamos la esperanza de que mejores tiempos vendrán.
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?La gaita sigue siendo el hilo conductor de nuestra identidad, aunque el silencio intente imponerse. Ya no escuchamos la protesta ruidosa de antaño, pero el sentimiento sigue allí. Al sonar Ricardo Aguirre, el Saladillo o los Cardenales del Éxito, algo se estremece en el pecho del zuliano. Con la evolución de Guaco o la energía de Gran Coquivacoa y Barrio Obrero, la gaita nos conecta con quienes somos hoy: Una transformación sonora que se niega a perder su ritmo.
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?La cena navideña es nuestro punto de encuentro. Hacer la hallaca de dos carnes sigue siendo el ritual sagrado donde las generaciones se mezclan, aunque ahora la mesa tenga sillas vacías.
Nuestros hijos se marcharon buscando un mejor vivir, y hoy la historia familiar se cuenta a través de una pantalla, rogando que el WiFi no falle para poder decir
!Feliz Navidad¡ o mejor
!Feliz Año!
?Y como el maracucho no se rinde ante la crisis, si la uva está dolarizada e inalcanzable, despediremos el año con doce mamones. Porque el zuliano no arruga: Sustituimos el lujo por el ingenio, y el deseo de un mejor país sigue siendo el mismo, con uvas o con mamones.
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?La Navidad en Maracaibo hoy se cuenta en «megas». Nuestra historia se ha vuelto global: hay un pedazo del Zulia en Madrid, Florida, Carolina del Norte, Alabama y tantos otros rincones. Esos hijos no son ausencias; son extensiones de nuestro ser que se sientan simbólicamente a la mesa. No somos los mismos de hace décadas; somos una versión más resistente y unida por el hilo invisible del amor que no conoce fronteras.
?Todo esto ocurre bajo la mirada de la Chinita. Ella es el equilibrio entre la parranda y la oración. Al sonar las doce campanadas, levantaremos la mirada. Ya sea bajo el Relámpago del Catatumbo o bajo la nieve de tierras lejanas, el maracucho sabrá que su historia sigue escribiéndose.
?Nuestra historia no se detiene; se ilumina con la creatividad de nuestra gente. Esta es mi historia; si coincide con la tuya, es tal vez por pura casualidad.
?»En Maracaibo, el destino no nos llega; nosotros lo inventamos cada diciembre.»
?DC / Abogado Joaquín Chaparro Oliveros / Demócrata Cristiano.&
