Hoy multiplicadas, las redes sociales de antes estuvieron también representadas por la televisión y la radio. Ésta, particularmente, nos familiarizaba con el mundo de acuerdo a la versión de quienes se convirtieron en referentes de la comunicación y, por ello, desde los inicios de nuestro bachillerato, Iván Loscher ocupaba una buena porción del pequeño aparato de transistores, debajo de la almohada, varias veces extendido en el comentario de alguna pieza musical. Incluso, inexplicablemente aún recordamos la noche de un domingo en el que exaltaba las virtudes de “Escaleras al cielo” de Led Zeppelin, con las pausas y entradas de la voz, la guitarra y la batería; o aludía al estudio de grabación que tenía Leon Russell – recientemente desaparecido – en casa, mientras combatíamos el sueño a sabiendas que debíamos madrugar para ir el lunes al liceo.
Marcó nuestra predilección por el rock progresivo y sinfónico, como si cupiese alguna distinción, aunque descubrimos el género en español con dos diales más allá de la 710 AM. Sobrevino la etapa de sus libros de entrevistas y relatos, avalados por sendos programas realizados junto a Corina Castro, adquiriendo una cada vez más acentuada sobriedad el micrófono, diluyendo el estereotipo físico que Joselo recreó y consagró a través de uno de sus populares personajes en la viva época de la nacionalización petrolera.
A la vuelta de los años, le dispensamos una mayor atención, a propósito de una novela por la que José Balza nos reconoció en la historia de la industria de la radio en Venezuela y, en definitiva, reconoció a la generación que tuvo en Loscher uno de sus más destacados integrantes (*). Escaseando las oportunidades para escucharlo, en este siglo, nos lo reportaba la 104.5 FM con una buena selección musical que prontamente nos teñía de nostalgia.
En la edición de la FIA 2013, lo conocimos personalmente gracias a Nicomedes Febres, pidiéndole una fotografía y, quizá extrañado porque el diputado no lo convocase para un vanidoso selfie al alimón, lo colocamos con un fondo favorito de Rafael Barrios, aunque lo ideal hubiese sido una pieza de su hermano Rolando Peña (El Príncipe Negro). Apenas, un par de años atrás, conocimos a otro profesional del micrófono, Julio César III Venegas, en el cumpleaños de Sara Lizarraga, y fue inevitable preguntarle por Iván: ya tenía dos o más ACV en su haber.
Se ha ido Loscher y con él, toda una etapa de la radio en Venezuela. El liceísta que fuimos desea rendirle un sentido tributo, pues, con él aprendimos de muchas cosas en los tiempos que un profesional de la locución, despierto, serio e inteligente, se hizo tambiénred social.