Carlos Alzaibar se graduó de dentista en el 2016, pero tuvo que aprender desde panadería y fotografía hasta coctelería con la esperanza de encontrar rápido un trabajo en Madrid para costear las medicinas de su madre, trasplantada de riñón.
“Si ella no toma los medicamentos que necesita, se va a morir”, asegura.
Como él, son muchos en Venezuela los que hacen cursos cortos para tener un oficio extra que les permita mantenerse al salir del país. Sin embargo, pese a todo, conseguir trabajo es difícil y Alzaibar sigue desempleado después de un mes en Madrid.
Un informe de la Organización Internacional para las Migraciones calcula que desde 2016 cerca de un millón de venezolanos ha abandonado el país petrolero en crisis.
Ese éxodo de venezolanos “significa que las Américas enfrentan una de las mayores salidas de población desde la creación del ACNUR en 1950”, dijo en marzo Aikatarina Kitidi, portavoz del organismo, en una conferencia de prensa en Ginebra.
Entre las razones para salir de Venezuela está la inflación, de casi un 9.000 por ciento a tasa anualizada al cierre de marzo, según datos del Parlamento, bajo control opositor. Esta espiral inflacionaria hace que un cartón de huevos cueste más que el salario de un mes.
Los cursos de mesero, bartender y de fotografía, entre otros, están copados, según sus directivos. Un curso promedio cuesta unos 4 millones de bolívares, el equivalente a unos 3 salarios mensuales íntegros.
Tras presentar su prueba final de coctelería, donde tuvo que preparar un Gin Fizz -un trago con ginebra, limón, azúcar y soda-, Valentina Maggi, una ilustradora de 22 años, aseguró que su plan es irse a Málaga.
“Tengo muchos amigos que se han ido del país y me han dicho que haga este tipo de cursos porque al llegar allá tienes más opciones de trabajo”, afirmó.
Sergio Quiroz, el gerente de la Academia Nacional Bartender de Venezuela, dijo que este año se graduarán en su negocio entre 5.500 y 6.000 estudiantes, en contraste con el 2016, cuando se graduaron 4.500.
En el mismo curso de coctelería estaba un militar retirado de las fuerzas armadas venezolanas, que espera poder empezar a trabajar pronto en Houston, en Estados Unidos.
El militar, de 60 años y que pidió no revelar su nombre por miedo a represalias, aseguró que su pensión mensual de 4 millones de bolívares, unos 5 dólares, apenas le alcanza para cubrir la colegiatura de sus dos hijos.
Rodeado por el aroma del café que inunda su academia, Pietro Carbone cuenta que desde hace seis meses aumentó “la tendencia de formarse para irse”. La gente “está haciendo coctelería, panadería, pastelería, tantas cosas que pudieran complementarse para conseguir un empleo inmediatamente”, agregó.
Por Andreina Aponte y Liamar Ramos/Reuters